SOBRE
LA NATURALEZA.
En este escrito simplemente voy a recapitular
un par de ideas que he ido presentando de manera más o menos deslavazada en artículos
anteriores y que tienen que ver con eso tan de moda actualmente de la naturaleza.
Porque cuando hablamos hasta decir bata de la naturaleza, de sus problemas, de
sus reacciones, de lo mal o bien que la estamos tratando y de lo que nos espera
si seguimos haciendo lo que estamos haciendo uno espera que, al menos, se tenga
claro lo que se quiere decir cuando se habla de “naturaleza” que no deja de ser
la idea fuerza del discurso al que nos referimos., de la misma forma que desde
los griegos, todos aquellos que se han referido a la Physis, han tenido
bastante claro lo que querían decir. Y es a esta consideración de lo que es la
“naturaleza” a lo que me quiero referir en esta síntesis.
La primera idea a la que quiero
hacer referencia atañe a la propia existencia de eso que llamaos “naturaleza”.
La naturaleza, tal y como la entendemos hoy en día -no así tal y como la entendían
los antiguos griegos, la ya mentada Physis- no existe. Entiéndase bien, no
existe en sí y por sí, o de forma autónoma. La naturaleza como conjunto de todos
aquellos entes que pueden ser denominados naturales es un invento humano. En
concreto, es un invento de Aristóteles, que incluye esta definición como una de
las tres que puede adoptar la Physis -las otras dos serían el principio de
movimiento de cada ente y lo propio o característico de una sustancia-. Con
esto lo que quiero decir, aparte de lo que ya he dicho, que es bastante, es que
la naturaleza no es consciente de sí misma. Un a entidad natural, ya sea una
planta, un árbol o un delfín, no es consciente de que forma parte de la
naturaleza, de hecho, ni siquiera es consciente de su propia existencia como
ser natural. Der esta forma, cuando nos referimos a la naturaleza estamos
hipostasiando un concepto que no tiene un referente en la realidad, es un mero
constructo intelectual.
Relacionado con esto, si la
naturaleza como tal no existe, no puede tener una caracterización moral. De
hecho, aunque existiera algo así como la naturaleza no podría tener una
caracterización moral. La naturaleza no es buena ni es mala, porque en sí misma
no es nada. Y por lo tanto, tampoco es
susceptible de adoptar emociones humanas. De la misma manera que el concepto de
naturaleza se hipostatiza, también se antropomorfiza. Así, se dice que la
naturaleza se enfada, y como se enfada se puede vengar. La naturaleza no se
enfada ni se puede vengar porque no es un ser humano, que son los únicos
capaces de tener ese tipo de emociones y reacciones. Así, lo que se ha hecho ha
sido convertir a la naturaleza, que originalmente es un objeto de estudio desde
los primeros presocráticos, en un sujeto con voluntad, capaz de sentir
emociones, de tener un comportamiento ético y, por lo tanto, capaz de pensar y
de razonar. Es comprensible hasta cierto punto que desde el discurso
naturalista se pretenda humanizar la naturaleza, pues desde esta humanización
parece más fácil plantear su defensa. De lo que se trata, en realidad, es que
empaticemos con la naturaleza, que la consideremos como uno más de nuestra
especie, de la misma manera que el discurso animalista insiste en que hay que
mirar a los ojos de los cerdos o de las terneras y así no nos las comeremos
porque ya se sabe que los ojos son el espejo del alma, y aquel que tiene ojos
necesariamente ha de tener alma. A lo mejor por eso ahora se trata de comer
saltamontes, que tienen la desgracia de no tener ojos, aunque también formen
parte de la naturaleza. Aunque un saltamontes enfadado no sea comparable a un
elefante enfadado.
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