El
miedo, como el dolor, resultan ser mecanismos evolutivos muy poderosos en el desarrollo
de la especie humana. Nos alejan del peligro y de todo aquello que puede resultar
dañino y nos ayudan a estar alerta y crear entornos más o menos seguros. Pero
como todo mecanismo evolutivo el miedo cumple una función, y fuera de ella se
convierte en un instrumento de control de la conducta y de los pensamientos. De
la misma forma que el dolor funciona como refuerzo negativo de determinadas
terapias conductistas, así el miedo se está utilizando como herramienta de
control de los ciudadanos. Y no solo a nivel del Estado español: véase si no el
miedo cada vez más manifiesto a un enfrentamiento nuclear, a los desastres naturales
producto del cambio climático o a las plagas y las enfermedades nuevas, las
pestes del siglo XXI. Por no hablar del miedo a fumar, comer, beber o
simplemente respirar. Si bien todas estas formas de miedo funcionan a nivel
global, en España el miedo, desde hace mucho tiempo, ha funcionado como
herramienta política de primer orden. Así, desde la Transición, donde se
explotó tanto el miedo al Ejército como a los comunistas, según quien fuera el
que metiera miedo, hasta la actualidad, donde se nos asusta poco menos que con
una nueva guerra civil tanto desde los medios como desde las tribunas
políticas, que al fin y al cabo son las que dictan lo que los medios escriben,
el miedo ha sido el motor de arranque de la creación de opinión pública y de
movilización de las masas ( la desmovilización se produce cuando ya no se
tiene miedo, cuando el ciudadano se harta de tener miedo y lo manda todo al
carajo). Miedo a derecha e izquierda, y miedo a la derecha y a la izquierda,
vamos renqueando por la senda de lo que nos asusta.
Así las cosas, nunca como ahora
cobran actualidad los pensamientos de Ortega y Gasset, cuando expone la
creación y desarrollo del hombre-masa como aquel que, entre otras cosas, está
fuertemente politizado, como aquel que se radicaliza en la derecha o en la
izquierda y se define como tal -de la misma forma que uno se define por ser
seguidor de un equipo de fútbol- sin darse cuenta de que derecha e izquierda no
son más que nombres que tienen como objetivo ocultar las verdaderas necesidades
y los verdaderos objetivos de gobierno. Esta situación se retroalimenta con políticos
que no dejan de formar también parte de la masa, políticos mediocres que
adoptan el papel de dirigentes cuando su mediocridad, tanto intelectual como
vital, no les diferencia en nada de aquellos que pretenden dirigir. No es de
extrañar, entonces, la situación del país, cuando los que lo dirigen tan solo piensan
en su interés particular, o más bien confunden su interés particular con el
interés general, y en esta confusión originaria no dudan en hacer gala de la
más variada gama de necedades, e incompetencias, sabiendo que aquellos que
comparten sus posturas les van a apoyar en todo lo que digan o hagan, les van a
seguir hasta la boca misma del hormiguero, acuciados por el miedo a los de la
otra parte que, de la misma forma, marchan en hilera hasta el hormiguero de al
lado. Ante esta situación la única manera de alcanzar una cierta regeneración
pasa necesariamente por dejar de tener miedo, lo que en las circunstancias
actuales significa despolitizarse y empezar a pensar por uno mismo. Como dijo
Kant.
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