Un nuevo argumento se ha añadido al
ideario de la curia católica española para justificar la inclusión de la
religión en el currículo escolar. La idea de que la religión es un saber
científico que, por lo tanto, debe ocupar un lugar en los contenidos a enseñar,
al mismo nivel que el resto de los saberes científicos. Esto es nuevo.
Tradicionalmente lo que ha hecho el cristianismo ha sido precisamente lo
contrario: intentar desligar la ciencia de la religión. Es lo que hizo, quizás
con mayor éxito que ningún otro, Guillermo de Ockham, que, aunque diera el pie
forzado al desarrollo científico de la Modernidad al separar tajantemente la
razón de la fe, la ciencia de la religión, su objetivo era más bien despejar el
campo de la religión de las interferencias de la razón. Se podrá decir que Ockham,
al fin y al cabo, es el predecesor más inmediato de Lutero (el de la “ramera
razón”) y que el catolicismo –a partir de la Contrarreforma tridentina- no ha
seguido sus pasos. Se podrá decir, es cierto, si no se tiene en cuenta que Ockham
era un fraile franciscano que seguía las doctrinas de San Agustín a este
respecto. Y San Agustín si que es un santo católico.
Aún
así, supongamos que la religión es, efectivamente, un saber científico –pasando
por encima de Popper que ya dijo que la religión no puede ser una ciencia
porque no se puede falsar-. En este caso debería de poder utilizar alguno de
los dos instrumentos que utilizan el resto de los saberes científicos para
llegar a establecer sus conclusiones: o bien la inducción, o bien la deducción.
La inducción, utilizada por la ciencia empírica –como la física o la biología-
se fundamenta en la observación de los hechos de la realidad. Parece ser que
los hechos que estudia la religión, y sobre todo su fundamentación: la
existencia de Dios, son difícilmente observables, con lo cual habría que descartar
a la inducción como la base de las teorías científicas que pueda ofrecernos la
religión. Pasemos a la deducción, la herramienta usada por las ciencias
formales como la matemática o la lógica. La deducción siempre parte de una o
varias premisas o verdades evidentes a la razón. Aquí la religión si que podría
reivindicarse y decir que el discurso religioso parte de una verdad evidente a
la razón: la existencia de Dios. Bien, si la existencia de Dios fuera evidente,
no se podría negar. Y el caso es que yo puedo negar la existencia de Dios –sin
embargo, no puedo negar la existencia de Rouco Varela, por ejemplo, porque le
veo-. Se podría contraargumentar, con Tomás de Aquino, que la afirmación de la existencia
de Dios es evidente en si misma, puesto que el predicado “existencia” está
incluido en la esencia del sujeto “Dios”. Si esto fuera así, el enunciado “Dios
no existe” tendría el mismo sentido que el enunciado “el círculo es cuadrado”, puesto
que en las dos el predicado no constituiría la esencia del sujeto, de la
divinidad en un caso y de la circularidad en otro. Empero, el enunciado “Dios
no existe” no es un enunciado absurdo y puede ser comprendido por cualquiera
que lo escuche, cosa que no ocurre con el enunciado”el circulo es cuadrado” que
constituye en si mismo un absurdo que no tiene significado.
En
fin, parece que la supuesta cientificidad de la religión no resiste la prueba:
no extrae sus supuestas verdades ni de la inducción ni de la deducción y, por
lo tanto, constituye un discurso ajeno a la razón científica. No se fundamenta
en ésta y de esta forma no ofrece unos saberes objetivos, que puedan enseñados
en tanto en cuanto pueden ser comprobados y comprendidos, sino que se
fundamenta en la fe, se refiere al ámbito de lo privado y lo subjetivo, de lo que
no puede ser comprobado ni comprendido -pues la experiencia de la fe se siente,
no se comprende, y cada creyente la siente a su modo: es inefable y por lo
tanto intransferible-. Las verdades de la fe, por lo tanto, no se pueden
enseñar: se aceptan o no se aceptan, se cree en ellas o no se cree en ellas,
pero no pueden ser objetivadas. En estas tesituras lo único que puede enseñar
la religión como materia escolar es la doctrina católica, es decir, que su
papel se vería reducido a adoctrinar. No enseña a pensar, sino a rezar. Así que si el gobierno quiere acabar con el
adoctrinamiento en la escuela la primera materia que tiene que eliminar es la
religión. Quod erat demostrandum