martes, 5 de febrero de 2013

Qué es ser republicano


 Siempre que veo escrito o escucho ese lema que últimamente se ha puesto tan de moda de “otro mundo es posible”, me pregunto a mi mismo, ya que no puedo hacerlo a quienes lo lanza: “si, ¿pero cuál”.  De la misma forma siempre que contemplo las banderas republicanas que en los últimos tiempos flamean en todas las protestas contra la política del Gobierno y escucho hablar de la necesidad del advenimiento de la III República yo, que soy un republicano convencido, me pregunto: “república si, ¿pero cuál”?. Porque mucho me temo que, como en tantas otras cosas, esos que ahora con tanto denuedo reclaman la llegada de la república no tienen ni idea de lo que tal término significa. Como ocurre con casi todos los objetos políticos, “república” es un término abstracto y vacío, al que hay que dar un contenido y una significación, hay que concretarlo en un conjunto de ideas: ideas que, en cuanto que políticas, deben poder ser llevadas a la práctica.
 Una república no consiste en sustituir un rey por otro, aunque este otro se llame presidente y haya sido más o menos elegido en un proceso electoral. Por eso, para empezar, no se puede reclamar una república porque la monarquía esté implicada en unos cuantos escándalos de corrupción. Primero, porque esos escándalos no son nuevos: el rey Juan Carlos posee la fortuna más grande de España y una de las más importantes del mundo, conseguida no por su salario de rey, sino gracias a ciertos negocios no del todo transparentes con un descendiente lejano del descubridor de América: cuando una sociedad es inmoral lo es porque sus máximos representantes lo son (y viceversa). Y segundo, si el motivo es ese, bastaría con cambiar de monarca o de dinastía. Si nos hacemos republicanos porque el yerno del rey es un corrupto o porque el mismo rey caza elefantes en Bostwana, entonces con poner a otro rey se arregla el asunto.
 Tampoco se puede reclamar una república como reacción contra las decisiones políticas o económicas del gobierno o como respuesta frente a la corrupción política. Esto es confundir las churras con las merinas y no saber de qué se está hablando. El gobierno y la monarquía son independientes. El gobierno representa el poder ejecutivo del Estado, elegido por el poder legislativo o parlamento (y, por tanto, por los representantes de la soberanía popular) mientras que el rey es el jefe de aquél, en tanto en cuanto es su cabeza visible o, como se decía antes, el primer ciudadano. Bien es cierto que, como tal, podría controlar la acción del gobierno, pero también lo es que éste, en una monarquía parlamentaria como la existente, podría perfectamente no hacerle ni caso. El que un gobierno sea corrupto o tome decisiones antisociales no tiene nada que ver con la forma del Estado, y si no recuérdese la actuación de la CEDA durante la II República. Yo me atrevería a asegurar que si ahora se instaurara una república en España su presidente sería José María Aznar –esa ha sido siempre su máxima ambición: ser jefe de Estado- y eso sería, al fin, cambiar un rey por otro. Porque esta es otra cuestión, demasiado ardua para tratarla aquí: qué república se pide: una presidencialista como la norteamericana o la francesa o una parlamentaria como la alemana. O si sólo se pide una república porque suena muy bien: muy radical y todo eso.
 Y, por supuesto, tampoco una república se puede imponer no dejando hablar al que se considera el enemigo, como ocurrió no hace mucho en una frustrada conferencia del ministro Wert en Sevilla. Porque en una república no hay enemigos, sino adversarios, y lo racional –y lo inteligente- es dejar hablar al adversario para poder rebatir sus ideas y, en la medida de lo posible, convencerle a él o a sus seguidores. “No estoy de acuerdo con tus ideas, pero daré mi vida por defender tu derecho a expresarlas”, dijo Voltaire, una de las esencias del republicanismo, no se me negará. Una república es un régimen de libertades –el máximo régimen de libertades, diría yo- y acciones como la de Sevilla a lo único que conducen es a un totalitarismo de corte cuasi-estalinista. Es cambiar un rey por otro.
 La república exige ciudadanos autónomos y responsables, porque sólo con individuos autónomos y responsables se puede edificar la libertad social y política que representa. La república exige ciudadanos formados porque supone la no dependencia de éstos de ningún poder superior, sea éste un rey o un presidente, sino que son ellos los portadores del poder y los que deciden, racionalmente, quién debe representarlo. La república exige ciudadanos y no vasallos. Por eso yo, reitero, soy un republicano convencido y por eso creo que cualquier intento de instaurar una república en las condiciones sociales y políticas actuales es un error –eso, si no es un imposible- porque tarde o temprano acabaría degenerando en una tiranía. Y para terminar, vuelvo al principio. Cuando oigo hablar de formar una Asamblea Constituyente, me pregunto: ¿constituyente de qué?, ¿qué es lo que queremos constituir?. Porque eso es en lo primero que tenemos que ponernos de acuerdo.

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