Economistas y sociólogos utilizan el llamado "principio de caridad"para determinar la racionalidad de acciones aparentemente irracionales. Según dicho principio toda acción humana es por principio racional, de tal forma que es necesario realizar todos los ensayos posibles para buscar la racionalidad a una acción supuestamente irracional. Sólo después de repetidos fracasos se puede determinar la irracionalidad real de dicha acción. Durante mucho tiempo he estado utilizando dicho principio de caridad para intentar encontrar una explicación racional a determinados comportamientos de mis congéneres, especialmente los relacionados con el fútbol y más especialmente aún a aquellos que se producen después de la victoria de su equipo. Como por efectividad practica el principio de caridad no puede ser extendido al infinito, después del partido de España contra Rusia tuve que aceptar que las conductas post-victoria futbolística de la masa social son definitivamente irracionales.
Personas seguramente excelentes en su vida personal y familiar: padres, madres, estudiantes, funcionarios, jubilados, gentes de toda clase y condición de pronto se transforman en una turba irracional que se lanza enloquecida a la calle, enarbolando banderas, gritando, haciendo sonar las bocinas de sus coches, bañándose en las fuentes pùblicas, hasta altas horas de la madrugada, no durmiendo ni dejando dormir. Gentes que al día siguiente tendrán que volver a sus ocupaciones, retornarán su alienación cotidiana sin que la victoria de la noche anterior signifique absolutamente nada para la dignificación de sus vidas. Y no se le ocurra a nadie, no ya poner en duda la racionalidad de este comportamiento, sino ni tan siquiera protestar porque no puede dormir, porque entonces el que proteste será el irracional y, lo que es peor, el antipatriota, el extraño, el alienado, el enemigo. Y todo esto no porque se haya descubierto el secreto de la inmortalidad sino porque once individuos se han tirado noventa minutos corriendo detrás de una pelota y han conseguido meterla tras veces entre unos palos clavados en el suelo, mientras que otros once, que estaban enfrente de ellos, después de correr también durante noventa minutos detrás de la misma pelota, no la han metido entre los tres palos ni una sola vez.
Pero por algún sitio tiene que haber algún atisbo de comportamiento racional, o al menos de intenciones racionales en todo este panorama. Si no está en la masa tiene que estar en otro sitio. Y ese otro sitio sólo puede ser el poder. Después de lo de anoche -y no digamos nada si hoy España gana la Final- ya no existen crisis, hipotecas, paro -no hay más que recordar que la misma mañana del partido el Ministro de Trabajo, anunciaba que para el año que viene la tasa de paro estará en el 11%- trabajo precario, inflación, Euribor..., ya no hay nada. Todo es estupendo y maravilloso. La vida es bella porque estamos en la Final. Se incita desde los medios a la gente a lanzarse a la calle, se les excita el orgullo de la españolidad, del nacionalismo más rancio. Se pone una pantalla gigante de Televisión en una plaza pública del centro de la ciudad colapsando ésta (la tele es nuestra amiga. Que buenos son los Padres del colegio). Por más vueltas que le doy no encuentro una solución. Todo acaba en el límite del principio de caridad. Es un comportamiento perfectamente irracional y por lo tanto -por el mismo principio de caridad- no humano.