miércoles, 29 de octubre de 2014

Dios / 2.

De la misma manera que los dioses monoteístas -y en lo que a nosotros respecta el dios cristiano- desbancaron de sus ámbitos de actuación a los antiguos dioses de la mitología, así también la ciencia y la filosofía han ocupado los campos en los que los primeros tuvieron su significación y su sentido originarios. Parafraseando a Laplace habría que decir, no ya que Dios no existe, sino simplemente que no es necesario. Estos ámbitos a los que nos referimos son el de creador del Universo y artífice de la Naturaleza, a) y el de fundamentador y garante de la moral, b).
a). Como creador del Universo la figura de Dios ha sido sustituida por la comprensión cada vez más profunda por parte de la ciencia de los mecanismos y procesos que dieron lugar al origen de aquél y de las leyes que los rigen. La teoría del Big Bang -que cuenta ya con una abrumadora batería de pruebas empíricas  a su favor, piénsese en la radiación de fondo cósmico, por ejemplo, que se considera originada en la explosión inicial- o el reciente descubrimiento del Bosón de Higgs -la partícula de Dios, aquella a partir de la cual la energía originaria se transforma en materia- entre otras dan una explicación elegante y completa del origen del cosmos, sin necesidad de recurrir a la acción voluntarista de un Dios que necesariamente tendría que situarse fuera del tiempo y el espacio, es decir en la nada, pues fuera del tiempo y el espacio no hay nada, pero que a su vez lo seria todo, pues es Ser.
De la misma manera el desarrollo de la Naturaleza queda explicado por la teoría de la evolución -estrictamente hablando por la evolución, pues su nivel de certeza es tal que ya ha dejado de ser una teoría-. Los últimos intentos de los defensores de la intervención divina en el desarrollo de los seres vivos -la llamada teoría del diseño inteligente- caen en los mismos problemas lógicos que veíamos anteriormente. Si un diseñador inteligente ha diseñado los distintos organismos vivos, este diseñador, en tanto en cuanto organismo vivo mas perfecto que sus diseños -pues necesariamente el diseñador ha de ser más perfecto que sus diseños o no podría diseñarlos (en términos filosóficos clásicos no puede haber mas realidad en el efecto que en la causa), habría debido a su vez ser diseñado por otro diseñador inteligente, por la razón anterior de que el diseñador debe ser mas perfecto que sus diseños, de tal forma que, o bien se admite una cadena infinita de diseñadores o bien se admite un diseñador que no ha sido diseñado y por tanto, puesto que solo caben las dos posibilidades, debe ser producto de la evolución

b). En cuanto al papel de Dios como fundamentador de la moral, es Kant el que lo liquida, al afirmar que el comportamiento moral de los individuos se fundamenta exclusivamente en el deber, y ese deber tiene a su vez como base la libertad y la autonomía del sujeto. De esta manera Kant afirma que un sujeto que hiciera depender su comportamiento de los mandamientos de la ley de Dios, y solo de ellos, no se comportaría moralmente, en primer lugar porque se hallaría en una situación de heteronomía moral -no actuaráa de acuerdo con un deber libremente asumido, sino por un mandato externo- y en segundo lugar porque actuaría buscando una recompensa por su comportamiento -ir al  cielo- mientras que la conducta moral, para ser moral, debe ser desinteresada. Aun así, Kant considera a Dios un postulado de la razón práctica y, en este sentido, es garante de una vida moral que, aunque desinteresada, no puede quedar sin recompensa, siendo Dios quien asegura esa recompensa. Este papel de garante del comportamiento moral es el que van a desmontar a su vez los ateísmos del siglo XX y fundamentalmente el existencialista. Sartre niega la idea de Dostoievski de que si Dios no existe todo esta permitido. El ser humano es pura libertad y esta pura libertad implica la máxima responsabilidad. Dios no puede existir, pues si Dios existiera todos seriamos cosas, objetos ante su mirada absoluta, pero él a su vez no podría ser objeto: si Dios existiera el ser humano no seria sujeto, sino objeto y Dios seria sujeto absoluto y nunca objeto. Por eso el hombre está solo en su comportamiento moral, por eso es el único y máximo responsable de sus actos y por eso esta condenado a ser libre.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Dios / 1

Dios fue uno de los tradicionales objetos de estudio de la filosofía. Hoy en día, sin  embargo, la figura divina, o mas bien el estudio de la figura de Dios, ha quedado reducido al ámbito de la teología, y tanto en el ámbito filosófico como científico el concepto de Dios no es tomado en consideración, bien porque no sea posible determinar su estatus ontológico -porque no sea posible determinar su existencia o no existencia- bien porque el análisis racional deja a Dios fuera de los campos en los que tradicionalmente se le situó.
En el antiguo pensamiento griego Dios, o más bien el Zeos, esta revestido de una necesidad ontológica, en tanto en cuanto inteligencia ordenadora que asegura la certeza de las leyes naturales. Dios, así, es el contrapunto racional de los viejos dioses míticos, aquel que les desbanca de la posición de privilegio ontológico que ocupaban: cuando Dios asegura el orden racional de la Naturaleza a traves de sus leyes, los antiguos dioses quedan reducidos a asegurar el orden social a través de las antiguas costumbres, lugar del que pronto serán también desterrados. De esta manera es posible considerar al Ser de Parménides, a las Ideas platónicas o al Primer Motor aristotélico como los primeros apuntes de un Dios filosófico que se va a sintetizar obviamente, en la filosofía cristiana.
La figura de Dios tal y como hoy la concebimos no comienza a existir hasta el siglo V d.c. con el pensamiento de Agustín de Hipona. Es este autor el que recoge a través de la tradición neoplatónica las consideraciones parménídeas y platónicas, y otras como el Nous de Anaxágoras o la concepción pitagórica del alma que ya estaban integradas en la filosofía de Platón, y las convierte en el Dios cristiano que pasa a ser objeto de estudio de la teología. Tomas de Aquino, por su parte, le va a otorgar, desde el pensamiento aristotélico, la nota definitoria y esencial de racionalidad, nota que no era determinante en la construcción agustiniana, la cual considera a Dios fundamentalmente como amor -voluntad- que es, por otra parte, la idea que va a recoger Lutero -quien no en vano era fraile agustino- y los protestantes. Tomás de Aquino, al construir un Dios racional, completa el edificio divino que va a heredar la Edad Moderna -aunque solo sea para destruirlo-con la divinidad como garante no solo de la divinidad humana, sino también de la certeza del pensamiento y de la racionalidad de las leyes naturales y, por tanto, de su comprensión por parte del intelecto humano.
Ahora bien, las leyes naturales pueden ser captables empíricamente, mientras que Dios no puede serlo. De esta forma, primero el empirismo de Hume y posteriormente la filosofía kantiana van a negar la posibilidad de conocimiento de Dios: solo puede ser conocido aquello que puede ser captado por medio de los sentidos. Así, Dios, que no puede ser conocido puede, empero, ser objeto de creencia, incluso de creencia racional como afirmara el propio Kant. Esta posibilidad de creer racionalmente en Dios, sin embargo, va a ser posteriormente negada por el positivismo lógico, y fundamentalmente por Bertrand Russell. Haciendo referencia al significado de los términos del lenguaje, Russell y los positivistas lógicos van a afirmar que solo aquellos términos que posean un referente empírico -que se refieran a u  objeto que pueda ser captado por los sentidos- tendrán significado, pues el significado de un término no es otra cosa que ese referente empírico. Dios así, seria un termino sin significado -pues no posee un referente empírico, no se refiere a un objeto que pueda ser captado por los sentidos- y por lo tanto será un termino absurdo. Y creer en un absurdo es a su vez un absurdo.


miércoles, 8 de octubre de 2014

Dialéctica / Y 3.

La dialéctica, entendida como el movimiento de la realidad y, en tanto en cuanto esa realidad es realidad humana, de la Historia, ya se considere este movimiento desde un punto de vista idealista, como una Idea que genera el movimiento de lo real, o como dialéctica materialista, como un movimiento de lo real que es aprehendido por el pensamiento solo en tanto es real tiene una doble vía de significación: a) La consideración dialéctica de la realidad supone que no existen elementos estáticos en ella. La realidad extramental es dinámica en sí misma,  y es en este dinamismo constitutivo como debe ser pensada, ya sea, como se decía más arriba, porque esa dinamicidad venga dada por el propio pensamiento -que seria así también dinámico- ya sea porque el pensamiento la aprehende como realidad en continuo movimiento y se ve así obligado a deshacerse de las viejas concepciones que identificaban el ser estático con un pensamiento que devenía también estático. La dialéctica implica que el pensamiento, si se quiere corresponder con la realidad, ha de ser también dialéctico.
Por otro lado si la realidad está en movimiento continuo no cabe hablar de nada que permanezca fijo en ella y, sobre todo, no cabe hablar de instituciones o estados de cosas -que no dejan de ser estados históricos- sagrados, en el sentido en que lo sagrado seria por definición inamovible. De hecho todas aquellas instituciones que son o han sido consideradas como sagradas han alcanzado ese estatus como consecuencia de un proceso de desarrollo continuo y, de hecho -como ocurre, por ejemplo, con las celebraciones religiosas- han seguido desarrollándose en su propia sacralidad. Es más, la concepción dialéctica desestimaría la vieja identificación entre existencia y ser. El ser, como algo estático, no es identificable sin mas con la existencia, que es entendida ahora como un proceso de desarrollo continuo, como un continuo devenir. De esta manera, si el movimiento dialéctico supone la existencia del no ser, en tanto en cuanto es en la superación de la contradicción entre ser y no ser donde esta el motor del devenir dialéctico, será el no ser el que se identificara ahora con la existencia. La existencia, mas que ser, sería no ser, como veremos a continuación

b). La superación dialéctica de la contradicción, ya se de ésta en el pensamiento o en la realidad, supone la reconciliación entre ser y no ser, en última instancia la reconciliación entre sujeto y objeto y así -y de esta manera lo entendió Hegel-, la dialéctica supondría la culminación del proyecto de la modernidad filosófica: la superación del desgajamiento entre el sujeto y la Naturaleza en un momento o entidad superior. Ahora bien, así entendida la dialéctica caería en una aporía -la misma aporía en la que cae Hegel- al constituirse la superación de la contradicción en ser a su vez, anulando así el movimiento. La solución a este problema está en suponer -como creemos que hizo Marx- un movimiento continuo, una constante generación de contradicciones que nunca tendrían un fin. Ahora bien, si se da esa situación de movimiento continuo, y el motor del movimiento es el no ser, la contradicción, eso significa que la propia dialéctica se edifica, mas que sobre la superación de las contradicciones, sobre ese momento negativo, momento que ni es estático puesto que exige una superación pero que a la vez es la negación de esa superación. La dialéctica, así, se fundamentaría en la negatividad y seria, en palabras de Adorno, dialéctica negativa. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Dialéctica / 2

La dialéctica, tal y como la consideró Hegel, significaba el despliegue del Espíritu a lo largo de la Historia de la humanidad. Así, como dialéctica del Espíritu, forzosamente suponía, en primer lugar, que la meta, es decir, la Razón Absoluta, marcaba el desarrollo dialéctico de la realidad o, lo que es lo mismo, las fuerzas que impulsaban el movimiento de lo real no se encontraban en cada uno de los momentos de ésta, sino que estaban situados mas allá de ella, en un fin previamente existente como Espíritu Absoluto. A partir de aquí la dialéctica hegeliana adopta otras notas definitorias. Supone un fin de la Historia, una finalización del movimiento de lo real que se sitúa precisamente en el Estado Absoluto como Espíritu Absoluto que determina el movimiento y, por otro lado, y desde el momento en que es el Espíritu Absoluto o Razón el que guía la Historia, todos los momentos de ésta se justifican en esa meta a la que tiende: son las "astucias de la Razón" que hacen que "todo lo real sea racional".

      Es este conjunto de determinaciones de la dialéctica el que Marx va a negar, desarrollando una concepción materialista de aquélla -aunque la expresión "materialismo dialectico" no forme parte de la terminología del propio Marx-. Lo que va a hacer este autor es lo que, en su momento, se conoció con la expresión "poner la dialéctica de Hegel cabeza abajo". En efecto Marx va a considerar -sin apartarse aquí ni un ápice de la propia intención hegeliana- que si la dialéctica tiene algún sentido este tiene que ser explicar el desarrollo de la realidad, y ello porque la propia realidad es dialéctica. Ahora bien, si esto ha de ser así, entonces no puede estar sometida a los designios de ninguna entidad que se sitúe mas allá de la propia realidad. La realidad, si es algo, es pura materia -materia empírica, empíricamente captable- y por lo tanto el Espíritu, como entidad inmaterial se sitúa fuera de la propia realidad. El desarrollo de la realidad material no puede concluir en el Espíritu, que no es material, con lo cual quedaría excluido del movimiento dialectico de lo real. Si hay Espíritu, o bien es material y como tal se desarrolla en la realidad material -y entonces no es Espíritu- o es inmaterial y entonces queda fuera de la realidad: es Espíritu, pero no es real.

A partir de esta determinación marxista de la dialéctica surgen varias consideraciones que son, por otra parte, las que nos permiten entender la dialéctica en la actualidad o, por decirlo de otra manera, las que convergen en la dimensión actual -posmoderna si se le quiere llamar así- de la dialéctica. Obviamente, si no hay Espíritu o éste queda fuera del movimiento dialéctico, la Historia no tiene una meta definida, no hay un fin de la Historia. Es un error pensar que la concepción marxista de la dialéctica conduce necesariamente a un estado histórico real donde no exista una división social en clases, como si este estado pudiera ser considerado el final del movimiento dialectico de la Historia y, de esta manera, la materialización como Estado Absoluto del Espíritu Absoluto. El que la historia del mundo sea la historia de la lucha de clases -y aquí entramos en la segunda consideración- no significa que necesariamente cada momento histórico conduzca a una sociedad sin clases. No es la sociedad sin clases la que justifica la Historia sino al contrario, cada momento histórico se justifica en si mismo dependiendo de la carga transformadora de realidad que posea, es decir, de su potencialidad para generar una sociedad sin clases. Así, y esta sería la tercera consideración, la dialéctica marxista no es justificadora de la realidad, sino transformadora de ésta: "Los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, de lo que se trata ahora es de transformarlo".