viernes, 19 de diciembre de 2008

Sin dinero no se compra

Aunque ya resulte aburrido hablar de la crisis económica y sobre todo ya se haya dicho todo lo que se tiene que decir, el caso Madoff abre nuevas e interesantes perspectivas sobre el tema. Nuevas e interesantes perspectivas sobre todo porque nos ofrece una pauta clara de cómo y por culpa de quien se ha producido este colapso financiero y porque nos permite medir cuáles son –o deberían ser-las consecuencias reales de éste más allá de lo que dicen los políticos oportunistas o los expertos interesados.
El caso de este broker neoyorkino es muy simple y es un ejemplo claro de cómo funciona el sistema capitalista y de quiénes son los verdaderos creadores de los problemas del mercado. La tesis es tan tonta que hasta un niño pequeño sería capaz de entenderla: sin dinero no se pueden comprar cosas. Pues bien, lo que ha hecho Madoff, y no sólo él sino todas las corporaciones que ahora se sienten estafadas, ha sido precisamente eso: intentar comprar sin dinero. Resumiendo mucho el asunto de lo que se trata es de que a este señor se le daba un capital para que lo invirtiera, lógicamente buscando los mayores beneficios y sin absolutamente ninguna seguridad, dinero que no era de los que se lo daban, sino de sus clientes –es decir, que aquellos que invertían no tenían dinero: intentaban comprar, en este caso beneficios, sin dinero-. Lo que Madoff hacía era pagar los beneficios con el dinero de otros clientes –es decir, con un dinero que no era suyo: el tampoco tenía dinero-, que a su vez obtenían beneficios con el dinero de otros y así sucesivamente, mientras que las cantidades originales se encontraban perdidas en el limbo del sistema de valores. Por eso cuando la Bolsa cae desaparece el dinero y Madoff no es capaz de devolverlo, simplemente porque no lo tiene ni nunca lo ha tenido.
Como es lógico este caso va a agudizar la falta de liquidez de los bancos y las grandes empresas que están metidas en el ajo, que se negarán a financiar a otras empresas y todos juntitos trasladarán el problema a los trabajadores que ni invierten en Bolsa ni saben quién es Madoff: lo único que saben es que sin dinero no se pueden comprar cosas. Esto es lo que está ocurriendo en la actualidad. La crisis, por lo tanto, es una crisis de los grandes bancos y las grandes compañías y está siendo aprovechada por éstos para quitarse de en medio a todos los trabajadores que puedan y mantener no sólo el margen de beneficios sino asegurarse uno mayor en el futuro. No es de extrañar, entonces, que a estas grandes corporaciones les interese seguir manteniendo viva esta crisis todo el tiempo posible. Sólo así se explican hechos como que a pesar de los regalos de los gobiernos la Bolsa siga cayendo en picado o que la bajada del petróleo y el retroceso espectacular de la inflación no tengan ningún impacto en la economía real –y los que dicen esto dan a entender que existe otra economía irreal: la que ellos practican- .
Pero quizás el caso más relevante sea el del Euríbor. Se acusó a los tipos de interés de ser los detonantes de la crisis porque obligaban a los bancos a subir las hipotecas, lo cual provocaba que la gente no las pidiera y por lo tanto no comprara pisos, lo que provocó la caída del mercado inmobiliario dejando las compañías constructoras de pagar los créditos a los bancos, lo que a su vez supuso la falta de liquidez de éstos, eso sumado a que la gente que había firmado hipotecas muy al filo de sus posibilidades, animada por los propios bancos, no pudo pagarlas, con lo cual los prestamistas dejaban de ingresar dinero líquido. Cuando el Banco Central Europeo ha rebajado los tipos hasta rondar el dos por ciento el Euríbor sigue estando casi un punto y medio por encima de éstos. ¿Qué es lo que están haciendo, entonces, los bancos?. Están aprovechando el margen para volver a ofrecer productos crediticios e hipotecas aparentemente muy atractivos, es decir, están repitiendo lo mismo que hicieron antes, para aumentar de forma espectacular los beneficios e ir así abonando el terreno para la próxima crisis.
Ya va siendo hora, pues, de empezar a buscar a los responsables de los tres millones de parados donde realmente están y de dejar de confundir a una opinión pública que, tarde o temprano, volverá a ser la pagana de la irracionalidad de un sistema económico absurdo. Y los primeros que deberían tomar nota de esto son los sindicatos y dejar de hacerse fotos y poner buena cara mientras se siguen negando a cumplir el papel que supuestamente cumplen en la sociedad: defender los intereses de los trabajadores.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Pijo Moña

Después de muchos años de arduas investigaciones en todos los rincones del salón de mi casa y en los garitos más “cool” de la geografía española; después de entrevistarme con millones y millones de testigos directos de los hechos; después de horas y horas de duro trabajo hoy puedo anunciar, por fin, a todos aquellos que tan generosamente financian mi labor intelectual y el piso que ocupo, que he logrado demostrar una hipótesis que revolucionará la historiografía española de los últimos cien años y acabará por fin con todas las ideas preconcebidas y absurdas que sobre este periodo se tienen, ideas cargadas de prejuicios que supuestos historiadores sin conciencia inculcan sin ningún tipo de escrúpulo en las cabecitas de nuestros inocentes escolares. Toquen, pues, las fanfarrias y resuenen los timbales porque aquí va la tesis más revolucionaria de la Historia en el último milenio: la Guerra Civil Española no existió en realidad; todo ha sido un gran montaje de los rojos masones y de los historiadores marxistoides-leninistoides para echar basura sobre el mayor período de paz y prosperidad que se ha extendido sobre nuestro país desde la época de los Reyes Católicos.
Dicen estos izquierdistas resentidos que el ínclito General del Glorioso Ejército Español Su Excelencia Don Francisco Franco Bahamonde subió al poder después de un golpe de Estado y una guerra de tres años y del terror planificado y el exterminio físico sistemático de sus enemigos políticos. ¡Mentira!, sólo podemos gritar indignados ante estas ignominias. El General Franco descendió de los Cielos montado en un caballo blanco y bañado en una luz divina como transubstanciación y reencarnación de nuestra amada Madre de la Patria Isabel la Católica, enviado por Dios Nuestro Señor para poner orden en la España de los comunistas, los anarquistas, los socialistas, los revolucionarios, los masones, los judíos, los republicanos y todos los demás. Y qué equivocados están todos los que dicen que los encarceló, los torturó y los asesinó. Puedo demostrar (como he demostrado los hechos anteriores) que todos ellos se convirtieron al ver la beatífica figura de nuestro Caudillo Salvador descendiendo de los cielos y decidieron en masa ingresar en un monasterio, donde vivieron en la paz del señor hasta que terminaros sus días dulcísimanente y hoy yacen enterrados bajo sus muros. Y es ahí donde debe buscarles el señor Garzón, y no decir que están desaparecidos y sepultados en fosas comunes, algo falso de todo punto como acabo de probar sin ningún género de duda.
Dicen también estos amargados que Azaña, que era uno que dicen que mandaba por aquella época -pero todos sabemos que es mentira, porque en España ya se ha demostrado hasta la saciedad que mandaban los rusos- tuvo que exiliarse y murió en Francia. Falso también. Azaña está en los Infiernos porque el mismo día que nuestro Victorioso Líder advino, el demonio apareció en su despacho y le arrastró con él al Averno -donde ahora paga eternamente por sus culpas- para que su fea cara llena de verrugas no pudiera oscurecer ni por un momento la claridad iridiscente de nuestro Redentor.
Después de cuarenta años de paz y progreso sin parangón, donde todos los españoles fueron felices como en ningún otro momento de nuestra historia, donde la alegría tan típicamente española reinaba por doquier y nadie pasaba necesidades, hambre o frío y cualquiera podía expresar su opinión libremente y todos eran ricos y cresos, el propio Dios Nuestro Señor descendió un día del cielo para transportar personalmente entre sus brazos a nuestro Guía Espiritual que ya había cumplido con su misión y lo había dejado todo atado y bien atado. Pero como somos así de desagradecidos nos empeñamos en votar –algo que no necesitábamos para nada- y al final, votando, votando, votamos al rojazo de ZP, así que no tardará en advenir por segunda vez para que todos podamos gozar de su infinita gloria y misericordia.
Por supuesto que ahora todos esos que dicen que son historiadores tan sólo porque tienen títulos universitarios y leen libros se me echarán encima y desprestigiarán mis tesis y mi trabajo, recogido en los libros que escribo al ritmo de uno cada doce horas y que se pueden encontrar en las estanterías del El Corte Inglés. Pero no me importa porque yo tengo razón y todos mis amigos me lo dicen.
Pijo Moña.
Megahistoriador

viernes, 5 de diciembre de 2008

¡Señor, qué cruz!

Si no estoy muy equivocado, el Artículo 16 de la Constitución Española, en su apartado 3, dice que “ninguna religión tendrá carácter estatal”. Esto significa que exhibir símbolos religiosos en edificios que dependen de las instituciones del Estado –ya sean éstos el Senado o una escuela pública infantil- es simplemente anticonstitucional. Con esto debería bastar para dar por zanjada la discusión acerca de la oportunidad o no de colgar crucifijos en los colegios públicos y para terminar este escrito. Pero resulta que enseguida aparece alguien que, en un alarde de autosuficiencia y cinismo sin precedentes, espeta que un crucifijo es un símbolo religioso que no molesta a nadie. Y aquí se enreda la discusión y hay que tirarse una semana o un mes hablando de un tema que está claramente tipificado en la Constitución y yo tengo que escribir algunas líneas más de las tres o cuatro que necesitaría el tratamiento de este problema.
De momento nos encontramos ante la costumbre tan española de decir a los demás lo que debemos comer o fumar, o lo que nos tiene o no que molestar. Supongo que los que afirman que un crucifijo no molesta a nadie habrán hecho un estudio sociológico profundo para llegar a tal conclusión porque si no, no se entiende de dónde sacan los argumentos para realizar afirmaciones tan tajantes. Pues resulta que a algunos si que nos molesta, y bastante, que se pongan crucifijos en las escuelas públicas. Los que nos educamos en los colegios franquistas y todas las mañanas teníamos que rezar el padrenuestro y cantar el Cara al Sol delante de la foto de Franco y el crucifijo no tenemos demasiados buenos recuerdos de aquello y nuestra inmadura mente infantil asocia una cosa con otra, así que cada vez que vemos un crucifijo colgado en la pared encima de un pizarra inmediatamente vemos a su lado el retrato del dictador y eso es algo que, se me reconocerá, no resulta demasiado agradable. A aquellos a los que el maestro, antiguo chusquero de la Legión, nos pegaba con la regla en la cabeza –y que levante la mano al que el maestro no le haya pegado nunca con la regla en la cabeza- y entre lágrimas lo único que alcanzábamos a ver era el crucifijo encima de nuestras testas maltratadas supongo que se nos reconocerá el derecho a sentirnos al menos un poco molestos cuando vemos hoy en día crucifijos colgados en las aulas de nuestras escuelas. A lo mejor soy un resentido, pero al menos a mí me molestan los crucifijos.
Después está la cuestión del simbolismo de la cruz. Como significante es un cadáver clavado en uno de los instrumentos de tortura más horribles que haya concebido jamás la mente humana y eso no parece que resulte demasiado edificante. Si a mí se me ocurriera colgar de una pared de un aula de niños de seis años la foto de un ahorcado, de un fusilado, de un quemado en la hoguera o de un torturado, a todo color y sin escatimar detalles, enseguida se me llamaría al orden, y con razón. De todas formas, como estamos ante un símbolo, lo que cuenta no es tanto el significante como el significado. Y el significado de la cruz es la idea de que sólo el sufrimiento nos conducirá a la salvación. El dolor más extremo, la mortificación hasta la muerte de nuestro cuerpo es lo que tiene valor a la hora de salvar nuestras almas. Sólo aquellos que se hayan sometido sin dudarlo a los tormentos más indescriptibles serán santos y estarán sentados a la derecha de Dios Padre el día del Juicio Final. Se que se me dirá que ese sufrimiento tiene como objetivo el amor, y que es el amor lo que nos salva, y no el sufrimiento. Desde luego yo entiendo que el amor es otra cosa que castigar tu propio cuerpo y sufrir dolor, ahora bien, comprendo que aquellos que maltratan y asesinan a sus mujeres por amor estén del todo de acuerdo con esta afirmación. En todo asociar el amor con el dolor tiene un nombre: se llama masoquismo y está catalogado como una perversión sexual. Por supuesto que cualquiera tiene derecho a tener las perversiones que quiera y a hacer con su cuerpo y con su sexualidad lo que le de la santa gana, pero no creo que enseñar esto a niños pequeños resulte muy educativo. Yo no tengo hijos, pero si los tuviera no me gustaría nada que en una escuela pública, que estoy pagando con mis impuestos, les enseñaran semejantes cosas. De todas formas, y para terminar, lo que ya resulta desesperante es que para decir algo de tanto sentido común como que la religión es algo personal de cada uno que no se puede imponer, que el Estado es aconfesional y que poner crucifijos en las escuelas es anticonstitucional sean necesarias tantas palabras. Así nos va.