viernes, 29 de enero de 2010

Viva la Revolución

 Me gustaría comentar dos de las medidas con las que nos ha regalado últimamente esta izquierda tan progresista, tan moderna y tan revolucionaria que nos ha tocado en suerte. Medidas que espero demostrar conectan a la perfección con una tradición de pensamiento que comienza en la Ilustración con personajes como Rousseau y que se extiende a lo largo de una línea que pasa por Kant o Marx. O bueno, a lo mejor no.
 La primera de estas propuestas es la lanzada por el ministro de Fomento del Gobierno del PSOE José Blanco, según la cual se va a rebajar el sueldo de los controladores aéreos en doscientos mil euros anuales. No seré yo el que defienda el jornal astronómico de estos señores, o el de los pilotos o el de algunos empresarios que después de arruinar su empresa, dejar en la calle a sus trabajadores y estafar a sus clientes continúan siendo presidentes de alguna organización empresarial, con el beneplácito de sus asociados. Ahora bien, no conozco una sola teoría izquierdista seria que proclame que bajar un salario es una medida progresista y revolucionaria. De hecho, no conozco ni una sola teoría izquierdista seria que considere el aumento o disminución de los salarios una piedra angular de la emancipación humana. Como ya dejó dicho Marx el simple hecho de cobrar un salario, sea éste el que sea, supone la alienación del ser humano. La medida anunciada por el señor Blanco es demagógica y populista, y está sospechosamente relacionada con las actuaciones de Hugo Chávez (ese que ha dicho que el terremoto de Haití es consecuencia de los experimentos secretos de la Marina estadounidense), que devalúa la moneda y luego nacionaliza aquellos supermercados que aumentan los precios de sus productos. Quizás quede muy bien de cara a la galería como un intento de luchar contra la crisis desde la izquierda, pero la verdad es que ni es de izquierdas ni sirve absolutamente para nada. Bueno, para nada excepto para irritar a los controladores aéreos, que son los que tienen en sus manos nuestra seguridad cuando cogemos un avión. Yo no se lo que haría el señor ministro, pero desde luego a mí no se ocurriría cabrear al médico que va a operarme del corazón cinco minutos antes de entrar al quirófano.
 La otra gran medida revolucionaria ha venido de manos del PCE y consiste en iniciar una recogida de firmas para exigir que la Casa Real de cuenta de en qué se gasta el dinero que recibe de los Presupuestos Generales del Estado. Sinceramente, a mí en qué se gaste el dinero el Rey me importa un auténtico bledo y creo que al PCE debería de importarle lo mismo. Puestos a exigir claridad en las cuentas públicas yo prefiero saber en qué se gasta el dinero mi ayuntamiento, o el Ministerio de Defensa o el Ministerio del Interior. A lo que debería dedicarse el PCE es a aclarar de una vez su proyecto político, en vez de andar defendiendo a individuos como el anteriormente citado tiranuelo venezolano. Y una vez que tengan clara sus ideas a lo mejor no vendría mal que se las explicaran a la ciudadanía, a ver si así consiguen que la gente les vote y puedan plantear en el Congreso una moción (o las que hagan falta) para solicitar la derogación del Artículo 3 de la Constitución. Si no, estamos ante otra propuesta demagógica y populista, y además estratégicamente equivocada, teniendo en cuenta el juancarlismo imperante en el país, que para lo único que va a servir es para que IU pierda los dos escaños que aún le quedan.
 Así que este es el discurso de izquierdas español contemporáneo. Un discurso de izquierdas que no resiste la más mínima crítica desde la izquierda. Pero eso sí, ¡qué viva la revolución!.

martes, 26 de enero de 2010

Bolonia



Juan Carlos Mejuto, decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo.
Yo no puedo opinar, porque reconozco que soy un ignorante con respecto a este tema, pero el tipo parace bastante convincente.

viernes, 22 de enero de 2010

Ilegalidades varias

Aun a riesgo de resultar irreverente y de levantar las iras de los sectores biempensantes del panorama político y social, he de decir que en el asunto del empadronamiento de los extranjeros hay unas cuantas cosas que no me cuadran.
Para empezar no me cuadra dónde se origina este problema cuando, según los sondeos de opinión, la inmigración ocupa el noveno lugar en la lista de las preocupaciones de los habitantes de Vic.
En segundo lugar no me cuadra lo siguiente. Según afirma la Abogacía del Estado es ilegal que un ayuntamiento se niegue a empadronar a alguien, sea la situación de este alguien la que sea. Lo cual significa que si yo mañana me voy una semana de vacaciones a Cuenca, por ejemplo, puedo solicitar mi empadronamiento en dicho municipio (lo cual me ahorraría muchos problemas, sobre todo si uno tiene que acudir al médico por alguna contingencia) y no se me podría negar ese derecho. Si la ley dice que las corporaciones municipales deben empadronar a todo aquél que lo solicite entonces el Ayuntamiento de Vic está incumpliendo la ley al negarse a empadronar a extranjeros en situación irregular y no hay más que hablar, porque las leyes hay que cumplirlas. Ahora bien, hay que cumplir todas las leyes y no sólo las que nos interesen o nos vengan bien. Y un individuo que no posee permiso de residencia en España también está cometiendo una ilegalidad. Con lo cual se da la paradójica situación de que un consistorio impide ilegalmente el empadronamiento de una persona que está cometiendo una ilegalidad al residir en ese municipio sin el permiso de residencia correspondiente. Pero todavía hay más. Entiendo que si una persona que comete una ilegalidad acude a una dependencia del Estado y allí se descubre esa ilegalidad, lo que deben hacer los responsables de dicha dependencia, como funcionaros públicos que son, es denunciarla inmediatamente. Con lo cual el ayuntamiento que se niegue a empadronar a extranjeros sin permiso de residencia estaría cometiendo dos ilegalidades: una, no empadronarlos y otra, no denunciar su situación ilegal: vamos ya entonces por tres ilegalidades consecutivas. Lo que deberían hacer entonces los funcionarios del Ayuntamiento de Vic –y de cualquier otro- es empadronar a los extranjeros que lo soliciten aunque no tengan un permiso legal de residencia y simultáneamente llamar a la Guardia Civil para que los detenga, lo cual, me reconocerán, resulta un tanto absurdo. Lo que no acabo de entender es porqué siempre se cargan las tintas sobre las instituciones, democráticas al fin y a la postre, que cometen una ilegalidad y no sobre los sujetos concretos que también las cometen. Quizás sea porque las responsabilidades que se derivan de la ilegalidad de las instituciones entran en un campo tan ambiguo como el de las responsabilidades políticas, mientras que las ilegalidades de los individuos conllevan una responsabilidad personal muy específica. Y claro, de lo que se trata es de huir como de la peste de las responsabilidades individuales.
La tercera cosa que no me cuadra es porqué, si como se ha dicho al principio la inmigración está dejando de ser un problema para gran parte de la población, porque los inmigrantes están retornando a sus países de origen empujados por la crisis económica y la falta de trabajo, de pronto todos los políticos, sean del signo que sean y, arrastrada por ellos y los medios de comunicación, la mayoría de la sociedad, considera este tema de importancia crucial. Como tampoco me cuadra que el señor Rodríguez Zapatero diga que “no va admitir que por un truco unas personas se vean privados de sus derechos más básicos”. Supongo entonces que los ERES de las empresas no son un truco y que los cuatro millones de parados no tienen derecho a un trabajo. En fin, que mucho me temo que soy un xenófobo recalcitrante y por eso no me cuadran estas cosas que al parecer están tan claras para todo el mundo.

sábado, 16 de enero de 2010

El problema del mal y el señor obispo

Hay cuestiones metafísicas que tarde o temprano vuelven siempre a tener vigencia, aunque se crea que están más que superadas. Y no sólo vuelven a tener vigencia sino que demuestran que la metafísica es una cosa muy seria que no conviene tomarse a chirigota, aunque sólo sea porque puede servir de justificación para las barbaridades más atroces. Una de estas cuestiones metafísicas que acaba de emerger de la noche de los tiempos con una fuerza inusitada es el problema del mal, por obra y gracia del señor obispo de San Sebastián monseñor Munilla. Recordemos que el problema del mal, tal y como se plantea en la Filosofía cristiana medieval, heredado de los planteamientos socrático-platónicos –y tal y como es superado por el pensamiento de la Ilustración, principalmente por Voltaire (o al menos eso creíamos)- se enuncia de la siguiente forma: el mal no tiene existencia real (no puede tenerla porque si así fuera habría que admitir, o bien que es creación de Dios, o bien que posee una entidad ontológica al menos tan plena como la de éste), así que eso que se llama “mal” en el mundo material no es más que una ausencia de bien. De esta forma, cuando monseñor Munilla afirma sin que se le mueva un pelo del bigote que el terremoto de Haití –uno de los más devastadores de los que se tiene noticia- ha causado un gran mal a la población, pero que en España actualmente existen males mayores, hay que entender esta afirmación referida al problema antedicho. El terremoto de Haití no es en realidad un mal, tan sólo es ausencia de bien, mientras que los males que según el señor Obispo afligen a España son males de tipo espiritual (aborto, persecución la familia cristiana, Educación para la Ciudadanía etc.) mucho más graves y preocupantes. El terremoto de Haití es un hecho del mundo de la materia, que tiene una participación menor de la esencia divina, mientras que los males espirituales hacer referencia al alma humana, que participa plenamente de dicha esencia y ha sido creada directamente por Dios a su imagen y semejanza. Por eso, mientras que la ausencia de bien en el mundo sensible es perfectamente asumible desde la imperfección de la materia, la misma ausencia de bien en el alma humana es una tragedia, puesto que significa la negación de su propia esencialidad. Esto no consuela ni a los habitantes de Haití ni a nadie con el más elemental sentido, no ya moral, sino simplemente común, pero para monseñor Munilla, a lo que se ve, tiene categoría de dogma infalible.
Ya sospechábamos hace mucho tiempo que una religión que se fundamenta en un dios de los ejércitos que no tiene ningún reparo en asesinar a su propio hijo para mantener su hegemonía entre los hombres no es precisamente quién para dar lecciones de ética a nadie, de la misma forma que sospechábamos que la Biblia no es la mejor guía de conducta que uno puede enseñar a sus hijos. Después de la bestialidad que ha soltado el tal monseñor Munilla es de esperar que los obispos españoles se callen la boca de una santa vez y dejen de intentar imponernos una moral que se fundamenta en tales animaladas. Es de esperar también que el gobierno se decida a acatar la Constitución, que dice explícitamente que España es un Estado aconfesional y retire a estos señores todas las subvenciones con que tan generosamente le regala y se abstenga de acudir con la mantilla a las beatificaciones de mártires que de cuando en cuando el Vaticano tiene a bien ofrecernos: porque tiene bemoles que en peno siglo XXI tengamos que volver a reivindicar un anticlericalismo que creíamos olvidado en el siglo XIX gracias a personajes como el obispo de San Sebastián. Y es de esperar que el señor Presidente del Gobierno le diga al señor Obama que los temas políticos se tratan en cumbres políticas, y no en Desayunos de Oración

sábado, 9 de enero de 2010

Leyes totalitarias

 Un gobierno democrático tiene como función regular las relaciones que se establecen entre los individuos libres y autónomos que componen una sociedad, relaciones que, por esa misma causa, también son libres. La responsabilidad de un gobierno de este tipo, por lo tanto, no es tan sólo salvaguardar la libertad de los individuos, de tal forma que puedan establecer esas relaciones que conforman lo que llamamos “sociedad”, sino también poner los instrumentos necesarios para que esos mismos individuos alcancen su autonomía personal, sin la cual la democracia no puede existir.
 Un gobierno totalitario, por el contrario, lo que hace es intentar gobernar la vida de los ciudadanos, decirles lo que deben o no deben hacer, dirigir el ámbito privado de su existencia y decidir por ellos lo que ha de resultarles bueno o malo. Un gobierno totalitario, entonces, no sólo no respeta la libertad de los sujetos, sino que hace todo lo posible por que éstos no alcancen nunca la autonomía personal, evitando así que puedan tomar decisiones propias y que asuman las responsabilidades derivadas de esas decisiones libres. Es un “papá Estado” que sólo puede mantenerse con ciudadanos intelectualmente infantilizados.
 Desde esta perspectiva –que políticamente es la única correcta- la nueva Ley Antitabaco que prepara el gobierno de PSOE es una ley totalitaria. Y lo es porque el espíritu que la guía es la idea de que el tabaco es malo para a salud. Es una ley que pretende inmiscuirse en la vida privada de los individuos y decirles lo que deben de hacer con ella. Es una ley que anula la libertad personal para que cada uno haga lo que quiera con su propio cuerpo, que elimina la autonomía individual de tomar decisiones propias y asumir las responsabilidades correspondientes. Es una ley, en suma, que pretende legislar sobre cuestiones morales, que pertenecen al campo único y exclusivo de cada sujeto particular.
 Se podrá contraargumentar que lo que persigue la ley es defender a los no fumadores del humo del tabaco de los fumadores. Ahora bien, cualquiera con dos dedos de frente es capaz de darse cuenta que para ejercer esa supuesta defensa no es necesaria una prohibición total: basta con una regulación de espacios como la existente, de tal forma que un no fumador que no quiera respirar aire contaminado tenga su propio espacio y el que quiera fumarse tres paquetes de cigarrillos tenga el suyo. A nadie se le ocurre que para proteger los derechos de la infancia haya que cerrar todas las salas X, por ejemplo. Basta con regular el espacio infantil en la televisión. Pero es que cuando la Ministra de Sanidad dice que es necesario un endurecimiento de la ley porque la actual no ha disuadido a los fumadores de dejar de fumar, o porque la mala aplicación de la misma ha hecho que aumente el tabaquismo, el argumento de fondo no es la defensa de los no fumadores: es pretender que los que fuman dejen de hacerlo, es decir, invadir su libertad personal.
 Los talibán de la vida sana podrán decir que tienen derecho a divertirse o a tomarse un café sin soportar el humo. No se muy bien de dónde sale dicho derecho, pero en todo caso es equivalente al que tiene un fumador a fumarse una tagarnina cuando le venga en gana. Que yo sepa nadie obliga a un no fumador a entrar en un local donde se permita fumar, pero esta ley si que va a obligar a los fumadores a no hacerlo. Se podrá acudir al mito de que en la mayoría de los países existe esta prohibición. Dejando aparte el hecho de que aunque tres mil millones de moscas coman mierda la mierda no es buena, las naciones del mundo en las cuales actualmente está prohibido fumar en todos los locales públicos son exactamente 17. Se podrá decir lo que se quiera desde las posturas políticamente correctas de un progresismo absurdo y mal entendido. La verdad es que una ley que coarte la libertad de los individuos es una ley totalitaria. Y esta nueva Ley Antitabaco lo es. Y lo es porque si yo quiero fumar, o beber, o estar gordo o comerme un chuletón es asunto exclusivamente mío y el gobierno no es quien para prohibírmelo, porque no es su función. Así de simple.

viernes, 1 de enero de 2010

Ideología y Derechos Humanos

Que el régimen comunista chino es uno de los más sanguinarios del mundo actual no es un secreto para nadie. Como tampoco lo es el hecho de que su respeto por los Derechos Humanos está al nivel de las más refinadas tiranías africanas de los años ochenta. Basta consultar cualquier informe de los que periódicamente elaboran entidades como Amnistía Internacional para saberlo. No es de extrañar, pues, aunque si debe resultarnos execrable, que condene a muerte a un ciudadano británico por tráfico de drogas. Al fin y al cabo muchos ciudadanos chinos son ejecutados casi a diario por crímenes bastante menos (o bastante más, según se mire) graves, como exigir un sistema democrático.
Lo que tampoco es un secreto para nadie que esté mínimamente informado es que China mantiene un estatus privilegiado en sus relaciones con Occidente. Que Europa y los Estados Unidos hacen la vista gorda a las continuas violaciones de los Derechos Humanos que se comenten en el país como un mal menor frente al potencial económico que despliega China dentro de las llamadas “economías emergentes”. Ya se sabía que los tan aclamados Derechos Humanos no significan nada cuando entran en juego cosas más importantes como llenar el bolsillo, y también se sabía que aquellos son los primeros sacrificados a la hora de contentar a sátrapas que, si, serán tiranos, pero pueden proporcionar importantes beneficios económicos a las corporaciones que, nos los creamos o no, dirigen este cotarro que se lama mundo. No hay que extrañarse tampoco, pues, de las tímidas protestas de Londres ante la ejecución de uno de sus ciudadanos, habida cuenta de que una actitud un poquito más enérgica hubiera supuesto una merma importante de ingresos para sus empresas, y eso al fin y al cabo es lo que cuenta. China es el niño mimado de las grandes potencias, empezando por los EEUU y Gran Bretaña, y eso es algo que se sabe, o al menos se debería de saber. Se debería de saber, porque todos los grandes editoriales que en estos días han condenado la actitud china han olvidado mencionar que, si esto ocurre, es al fin y al cabo porque Occidente la protege como a la niña de sus ojos.
Y para terminar, lo que tampoco es un secreto para nadie es que si China es el primer país del mundo en cuanto a ejecuciones, los Estados Unidos es el segundo. Que si China ha ejecutado a un traficante de drogas enfermo mental, en Estados Unidos se ejecuta a niños de dieciocho años por delitos cometidos a los catorce. Y no vale decir que en este país los condenados han tenido un juicio justo. Los mismos informes que condenan el régimen chino exponen de manera bastante convincente cómo en los tribunales norteamericanos se manipulan pruebas o se coacciona a testigos con tal de que la pena capital que exige una parte de la opinión pública y que libera de responsabilidades a sus fuerzas judiciales y policiales se aplique. Y si uno es negro, o pobre, o, peor aún, negro y pobre, sabe que tiene todas las papeletas para servir e chivo expiatorio de las garantías procesales norteamericanas. Si los Derechos Humanos, que deberían constituir una cuestión moral absoluta, o al menos –para no ofender a nadie- relativamente absoluta, se han convertido en una parte más de la ideología, entonces no debería de extrañarnos que cada cal los interprete a su gusto, siempre y cuando sirvan a sus intereses, lógicamente superiores.