martes, 26 de septiembre de 2023

El Imperio de la mentira

 Decía Kant que, aunque todo el mundo mienta, seguirá siendo verdad que no se debe de mentir. Claro que también Goebbels decía que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Y nosotros de pequeños cantábamos aquello de “vamos a contar mentiras tralará”. No queriendo acusar al señor presidente del Gobierno en funciones D Pedro Sánchez de ser un goebbelsiano al uso, es obvio que tampoco en un kantiano, así que lo dejaremos en que aún no ha crecido lo suficiente como para dejar de cantar “vamos a contar mentiras”.

Digo esto, no por la ya larga carrera del señor presidente por los caminos de la arana y la falsedad, sino más concretamente porque, según nos cuentan los medios, ha dicho hoy que “las urnas decidieron un gobierno progresista”. El señor presidente del Gobierno en funciones ha debido con esta frase su propio récord de eso que ahora llaman posverdad, pues en tan pocas palabras se esconden -bueno, no se esconden tanto, la verdad- nada menos que tres mentiras -en este caso es literal el dicho “miente más que habla”- Tres mentiras que paso a detallar a continuación.

En primer lugar, cualquiera que conozca nuestro sistema constitucional y electoral -y se supone que el Presidente del Gobierno debe conocerlo- sabe que lo que se decide en las urnas -léase elecciones- no es el gobierno de la nación, sino los diputados que deberán elegir a ese gobierno, previa consulta del Jefe del Estado a los grupos políticos y la posterior propuesta del Rey del candidato correspondiente, que suele ser el ganador de las elecciones.

Enlazamos así con la segunda mentira. Las urnas no han dado una mayoría a lo que el señor Presidente llama un gobierno “progresista”. Las elecciones no las ganó el señor Sánchez, sino el señor Feijoo, con una diferencia importante además. La mayoría, por lo tanto, es del PP, y el encargado de formar Gobierno debería ser el ganador de las elecciones. Tampoco vamos a extendernos más en esto. Algún día hablaré de la tan cacareada últimamente “mayoría social de progreso”.

Y aquí nos aparece la tercera mentira. A mí me gustaría saber de dónde se saca el Presidente del Gobierno que los herederos de los carlistas del siglo XIX son progresistas. Veamos, entre los supuestos progresistas figuran los herederos de un grupo terrorista vasco que nació al amparo de la Iglesia Católica, los representantes de la burguesía vasca, un partido fundado por un ultracatólico iluminado y medio loco y un partido que, según se desprenden de las declaraciones que han hecho sus dirigentes, entre ellos uno que está huido de la justicia, es un grupo supremacista catalán, xenófobo y racista.

Había una película que se titulaba “el Imperio de la Ley”. No sé si habrá alguna que se titule “El imperio de las Mentira”, pero la realidad española de los últimos tiempos es lo más parecido a ello. 


lunes, 4 de septiembre de 2023

Besar y descuartizar

 Se acaba el verano y es hora de reflexionar acerca de los acontecimientos más relevantes de esta época vacacional. Y han sido dos las noticias que más han llamado la atención de los medios estos meses. No, ninguna de ellas han sido las elecciones del 23 de julio, ya se convocaron para que no fueran noticia. Y han sido tan poca noticia que ya nadie se acuerda de quién las ganó, aunque de eso hablaré otro día. Las dos grandes exclusivas a las que me refiero han sido, por orden cronológico, el asesinato y descuartizamiento de un médico colombiano por parte del hijo famosete de un actor español (otro día hablaré también de la neoaristocracia de los cómicos) y el beso robado -o no, “dame tus besos robados una vez más”- del presidente de la federación española de Fútbol, señor Rubiales a una de las jugadoras que acababan de ganar el campeonato mundial de fútbol femenino. 

No voy a comentar, obviamente, estos acontecimientos, que ya han sido lo suficientemente comentados por toda la prensa seria de este país. Pero sí que quiero hacer una comparación y realizar una reflexión acerca de cómo nos las gastamos por estas tierras últimamente. El cómo nos las gastamos por estas tierras últimamente no tardaremos mucho en comprobarlo cuando empecemos a escuchar las reacciones a la opinión de Woody Allen, según el cual tampoco hay que escandalizarse porque un señor le dé un beso a una señorita que, según todos los indicios es amiga suya. Ya estoy viendo los titulares acusando al señor Allen de haber violado a su hija menor de edad, cargo del que fue absuelto por un tribunal de justicia estadounidense hace ya unos cuanto años.

Pero a lo que iba. No es que yo me quiera comparar con Woody Allen, pero me resulta tremendamente llamativo -y también me asusta un poco, por qué no decirlo- que se criminalice hasta el extremo  a un señor que ha dado un beso a una señorita -obligado o no, razonemos: sólo es un beso- y, sin embargo, se intente justificar de mil maneras -era un rehén, abusaban de él, la justicia tailandesa es una mierda- a un famosete que ha degollado y después descuartizado a otro señor del que sólo sabemos ciertamente que era un médico colombiano. Eso me lleva a pensar que en este país sigue siendo preferible descuartizar a alguien a besarlo, que los llamados pecados de la carne están mucho más penados que matar a alguien, sobre todo si, como se ha querido sugerir en algún medio, estaba por medio la honra del señor descuartizador. Que, en suma, seguimos siendo españoles y que, como españoles que somos, está mucho mejor visto defender el honor que hacer el amor. Eso de ir dando besos, al fin y al cabo, es de mariquitas, y como dijo no hace mucho una alto cargo (alta carga) del Ministerio de Igualdad, a lo mejor a una mujer no le apetece dar dos besos a un hombre para saludarlo. A lo mejor le apetece pegarle dos puñaladas. En fin, que ya lo saben: menos besar y más descuartizar.