viernes, 26 de septiembre de 2008

Al Rescate

Los Estados son entidades suprapersonales que no tienen personalidad física y, por lo mismo, tampoco pueden tener posesiones físicas. Y por supuesto, los Estados como tales no tienen dinero. Esto, que un Estado no tiene dinero en propiedad, que todo el dinero que utiliza para lo que sea lo obtiene a través de los impuestos que pagan los ciudadanos, y que resulta algo evidente para cualquiera que lo piense un poco parece ser que se olvida cuando se trata de alabar las ventajas de que un Estado invierta dinero en salvar, rescatar o nacionalizar, llámeselo como se quiera, en el fondo es lo mismo, a la banca y a las grandes empresas. Esas empresas y esos bancos se diferencian del Estado en que, siendo también entidades suprapersonales, sus cúpulas dirigentes están compuestas por personas físicas, socios que se reparten los beneficios cuando los negocios van bien y que supuestamente tendrían que avalar a sus empresas con sus fortunas personales cuando van mal. Pero esto último no pasa. Ese aval lo pone el Estado El Estado no está compuesto por socios, está compuesto por todos los ciudadanos, de tal manera que cuando se dice que el Estado inyecta dinero a los bancos con problemas, en realidad lo que se está diciendo es que todos y cada uno de los ciudadanos están inyectando ese dinero. Porque ese dinero que el Estado inyecta, los quinientos mil millones de euros que el Estado Norteamericano va a poner para salvar de la quiebra a sus bancos de inversión –que por si no lo saben no son bancos cualquiera, de los que guardan el dinero de la gente Son bancos que en realidad no tienen activos propios. Toman el dinero de los inversores y lo invierten en otros valores, quedándose con una parte de los beneficios. Por eso son el eslabón más débil cuando las bolsas se hunden- o el dinero que la Unión Europea va a invertir en hacer algo parecido, no es dinero del Estado norteamericano ni de la Unión Europea. Es dinero de los norteamericanos y los europeos que pagan sus impuestos. Ciudadanos que no recibían nada cuando esas empresas que ahora están rescatando obtenían beneficios y que no recibirán nada cuando los vuelvan a obtener. Se da a sí la paradoja de que las empresas están compuestas de socios que se reparten beneficios cuando hay ganancias, pero no pagan las pérdidas, y el Estado son ciudadanos que pagan las pérdidas pero no se reparten beneficios cuando hay ganancias. Quizás por eso se le llame rescate y no nacionalización. Nadie espera que le den nada a cambio por efectuar un rescate, y sin embargo, si una empresa se nacionaliza, alguien podría exigir, como miembro de una nación –y con mayor razón aún si con su dinero se ha sacado a flote esa empresa- que se le contara entre la nómina de socios de la empresa nacionalizada –en teoría, si una empresa es nacional sus socios son todos los miembros de esa nación- y reclamar su parte del pastel. Este es el nuevo sistema económico que se nos va a imponer, una vuelta de tuerca más en el capitalismo o quizás la misma de siempre. Y no se diga que esto es una simplificación La cosas son así de simples. Basta un poco de sentido común para darse cuenta. Y tampoco se diga que es demagogia. Demagogia sería decir que hay que preguntar a los ciudadanos qué quieren que se haga con su dinero. Decir que el dinero que los ciudadanos han puesto para salvar a una empresa remita en beneficio de esos mismos ciudadanos es justicia social.

martes, 23 de septiembre de 2008

A quién beneficia la crisis

Las crisis, como el fuego, tienen la ventaja de ser purificadoras y ésta que atravesamos –o no- está resultando especialmente purificadora a nivel intelectual y está poniendo a cada uno en su sitio. Purificadora intelectualmente porque ha demostrado que todas las ideas sobre las que se ha edificado el pensamiento neoliberal o “neocon” han resultado ser falsas, y yo diría incluso que las ideas económicas –que no morales o políticas- del liberalismo tradicional también han resultado tocadas. Ahora parece bastante claro que el mercado ni se autorregula ni es capaz de autorregularse sin la intervención del Estado. El mercado es una entidad entrópica que dejada libre camina hacia su autodestrucción, precisamente porque su propia dinámica hace que se devore a sí mismo y que su entropía crezca hasta alcanzar una masa crítica, que es lo que ha ocurrido en estos días. Lo que resulta especialmente clarificador es que sea el Estado el que tiene que acudir el ayuda del sistema económico cuando este sistema se fundamenta sobra la idea de la no intervención estatal. Lo que demuestra que si el sistema funciona –cuando funciona- es porque el estado está siempre vigilante y dispuesto a sacarlo a flote cuando se hunde, así que las doctrinas liberales o son falsas o son ingenuas y el sistema liberal no duda en convertirse en socialista cuando las cosas le vienen mal dadas.
Por otra parte la crisis ha puesto a cada uno en su sitio. A los empresarios que reclaman la ayuda del estado –la CEOE ha llegado a decir que hay que hacer un paréntesis en la economía de mercado-, a los políticos que acusan a otros dirigentes de dictadores por intervenir en la economía y no dudan en hacer lo mismo cuando su sistema capitalista hace aguas y a todos los voceros mediáticos e intelectuales que ahora aplauden lo que ha hecho el gobierno de EE.UU. cuando criticaban lo mismo cuando quien lo hacía era el gobierno de Bolivia o de Ecuador, y que disfrazan con eufemismos como “rescate” lo que es una nacionalización en toda regla. Con la diferencia importante de que cuando esos bancos y esas empresas estén saneadas a costa del dinero de los contribuyentes –se habla de quinientos mil millones de euros en EE.UU. y la UE está planeando hacer lo mismo- serán entregadas de nuevo a sus antiguos dueños o a otros parecidos que volverán a obtener beneficio de ellas hasta la próxima crisis.
De todas formas creo que lo que mejor resume esta situación es la viñeta de El Roto que aparece hoy en El País: “Si nada ganábamos cuando se forraban, ¿por qué hemos de perder cuando se la pegan?”.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Sarah Palin

Una tal Sarah Palin, que parece ser que pretende ser vicepresidenta de los EE.UU. ha realizado unas declaraciones que no tienen desperdicio y que voy a comentar para que veamos lo que nos depara el Imperio.
Según la tal Sarah Palin si “Rusia vuelve a invadir Georgia EE.UU. tiene que declararle la guerra”. Es curioso que sólo si Rusia Invade Georgia EE.UU. le deba declarar la guerra y no si invade, por poner un ejemplo, Tayikistán. Quizás se deba, más que a una defensa de los valores patrióticos estadounidenses al gas del Cáucaso, pero vaya usted a saber. La tal Sarah Palin sigue diciendo que “no se puede tolerar que un país invada otro país democrático”. Como al escuchar esto a cualquiera se le viene a la mente la invasión de Irak, la tal Sarah Palin, que es muy inteligente, añade lo de democrático, para que no lo confundamos con otras cosas que no tienen nada que ver. Pero como nosotros somos menos inteligentes que la tal Sarah Palin, enseguida pensamos que, siguiendo esa lógica, cualquier país que no sea democrático puede ser invadido, y sus habitantes masacrados. Teniendo en cuenta que el ser democrático es algo que no va incluido en la naturaleza intrínseca del ser humano ni de las sociedades que constituye, es posible que también considere invadible a cualquier país que no acepte, por ejemplo, las enseñanzas del Antiguo Testamento, o que permita el aborto, o las bodas homosexuales, o cualquier otra cosa que se le ocurra. Y siguiendo la misma línea, puede que los musulmanes consideren que cualquier país que no imponga la “Sharia” debe ser invadido, y así sucesivamente.
La tal Sarah Palin, como se ha demostrado, es muy inteligente, pero es un poquito inculta, puesto que según ella ”EEUU debe ayudar a Georgia si es invadida por Rusia porque así lo dice el tratado de la OTAN”. La tal Sarah Palin olvida que Georgia no es todavía miembro de la OTAN, aunque ha hecho todo lo posible, incluso propiciar una invasión, para conseguirlo. Y además, puesto que todos los demás países de Europa Occidental somos miembros de la OTAN, la guerra con Rusia se llevaría a cabo en Europa, no en EE.UU., con lo cual ella podría ir muy orgullosa a despedir a alguno de sus nosecuantos hijos que vengan a combatir a Europa mientras puede seguir haciendo tranquilamente pastel de manzana en su casa de Alaska o de Minessota sabiendo que jamás la van bombardear. Además aquí se produce la “paradoja de Sarah Palin” puesto que si está dispuesta a invadir a cualquier país que acepte, por ejemplo, los matrimonios homosexuales, tendría que invadir España, con lo cual estaría invadiendo a un miembro de la OTAN, con lo cual tendría que ayudarle y se acabaría invadiendo a sí misma, aunque, teniendo en cuenta que cree que Georgia es miembro de la OTAN, posiblemente no sepa que España también lo es.
En fin, que los estadunidenses son muy libres de votar a la tal Sarah Palin si les viene en gana, igual que los madrileños son muy libres de votar a Esperaznza Aguirre, pero luego no vale quejarse

¿Para qué sirve la cárcel?

De todas las noticias que han aparecido esta semana sobre la justicia hay una que resulta especialmente chirriante pero que todo el mundo ha aceptado con normalidad, quizás por la carga de populismo que lleva consigo. Me refiero al intento del Ministerio de Justicia de reformar el Código Penal e imponer a los terroristas y pederastas una pena de veinte años de libertad vigilada una vez que hayan cumplido sus condenas.
Si subrayo la frase anterior es porque es de ahí de dónde surge toda la falta de lógica social, jurídica y política de esta propuesta. En primer lugar es muy dudosa la constitucionalidad de esta idea, su aceptamos que un recluso, una vez cumplida su condena, se convierte en un ciudadano de pleno derecho y se estaría abriendo entonces la puerta a que el Estado pudiera vigilar de forma legal, no sólo a los ex-presidiarios, sino a cualquier ciudadano.
En segundo lugar, esta reforma choca frontalmente contra toda interpretación que se pueda hacer del sistema de condenas. Se puede entender que la represión del delito tiene tres funciones diferentes: o bien sirve para rehabilitar al delincuente, o bien sirve para castigarlo o en su caso es útil para proteger al resto de la comunidad de sus miembros indeseables. En el segundo caso, el hecho de que la cárcel tenga como único objetivo el castigo, el sistema que impone una determinada pena da por hecho que con ésta el delincuente ya ha sido castigado, por lo que imponerle una condena posterior al cumplimiento de su castigo es declarar abiertamente que la estancia en la cárcel no le ha castigado, o no le ha castigado lo suficiente. Entonces, ¿por qué se le ha impuesto esa pena o no se le ha impuesto una pena mayor, si el propio sistema admite que no ha servido de nada?. En el primero y en el tercer caso la lógica es parecida. Si el delincuente que cumple su condena se supone que ya se ha rehabilitado -puesto que la condena impuesta es la necesaria para su rehabilitación, según la argumentación de que la cárcel rehabilita al delincuente- entonces no tiene sentido vigilarle para evitar que delinca de nuevo, supuesto que el propio sistema admite su rehabilitación al dejarle libre, y si la condena tiene como objetivo proteger a la sociedad, se entiende que el recluso que queda libre ya no constituye un peligro para la misma, ya que si lo constituye no debería quedar libre, de tal forma que es absurdo continuar vigilándole después. En cualquier caso, imponer penas de vigilancia una vez cumplidas las condenas es reconocer el fracaso y la inutilidad del sistema carcelario.
En tercer lugar lo justo sería imponer esas penas de vigilancia a todos los delincuentes y no sólo a los terroristas y los pederastas. Y esto afecta al fondo mismo de la cuestión porque lo que se deja entrever aquí es que se está legislando golpe de opinión pública y de influencia mediática. Si ahora se habla de estos dos colectivos es porque están recientes los casos de de Juana Chaos, de la niña de Huelva y de algún violador que ha salido libre. Si mañana los periódicos manipulan a la opinión pública y crean una alarma social contra las bandas de albano-kosovares, o contra los gitanos, o contra los trileros, entonces la vigilancia se ampliará a éstos, y se estará cambiando el Código Penal todos los días. Y esto es lo verdaderamente preocupante, que el poder político está sometido al poder periodístico, que nos movemos en una democracia dictada por los medios de comunicación, que las leyes son siempre leyes ad-hoc que tienen como objetivo solucionar una determinada histeria social creada por los periodistas amarillos y no tan amarillos –ejemplo claro es la Ley de Partidos- y que nos queda siempre la impresión de que quien verdaderamente gobierna lo hace desde las redacciones de los medios.
En todo caso, no estaría de más, si finalmente se aprueba esta reforma, que alguien respondiera a la pregunta que cualquiera con dos dedos de frente se hace. Si hay que vigilar a los que salen de la cárcel, entonces ¿para qué sirve la cárcel?.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Catástrofes e irracionalidad

La reciente catástrofe aérea de Barajas ha permitido comprobar una serie de comportamientos irracionales que siempre se repiten, de una u otra forma, en las mismas circunstancias. La primera de estas conductas irracionales es el pánico a volar. Está demostrado que después de un accidente aéreo el miedo a coger un avión aumenta en proporciones cercanas al 40%. Sin embargo, si tenemos en cuenta que en 25 años en España tan sólo se han producido 154 víctimas en accidentes de avión y lo dividimos por el número de vuelos que han despegado, no ya de los aeropuertos españoles, sino únicamente del de Barajas en estos años, nos daremos cuenta que el riesgo de morir en un accidente aéreo es insignificante. De hecho basta comprar los 154 muertos del avión de Spanair con los cerca de 400 que se han producido en las carreteras este verano para ver que el avión sigue siendo el medio de transporte más seguro.
En segundo lugar están aquellos que exigen a toda costa responsabilidades, como si el término “accidente” no estuviera en el diccionario. No es que yo diga que no haya algún responsable en este caso que nos ocupa, lo que digo es que los accidentes ocurren y por definición son impredecibles. Cabe la posibilidad de que no haya ningún responsable y eso es lo que la gran mayoría de gente se niega a admitir.
En tercer lugar ocurre un curioso fenómeno con las víctimas de estas catástrofes: el localismo de los muertos. Ya no se trata de que éstas sean seres humanos, ni siquiera españoles o alemanes, ni tan siquiera madrileños o canarios. No, cada muerto es de su pueblo, como si su pueblo fuera una entidad política autónoma. Y todos los habitantes del pueblo se visten de luto, acuden en masa a manifestaciones y funerales, homenajes que se celebran por personas que no conocían de nada y que si hubieran muerto de un triste infarto nadie se hubiera preocupado por ellos. Sin contar con la costumbre estúpida que se ha puesto de moda últimamente de aplaudir a los cadáveres, cosa que no entenderé jamás Y no sólo eso. El morbo animado por los medios de comunicación en estos casos, con despliegue de cámaras en los lugares de origen de las víctimas y entrevistas a pie de calle a sus familiares y convecinos hace que parezca que los habitantes del pueblo del fallecido se sientan orgullosos de su pueblo y de ellos mismos por que el muerto era de allí, era su vecino y les sirve como argumento para sentirse superiores a los del pueblo de al lado: en mi pueblo ha muerto una familia entera y en el vuestro nadie.
Y por último están las conductas relacionadas con la religión. Y así encontramos aquellos que piensan que todo ha ocurrido porque Dios lo ha querido así, o porque a los muertos les había llegado su hora –sin embargo, como hemos visto más arriba exigen responsabilidades, cuando deberían exigírselas a Dios-. Están los que piensan que se han salvado por un milagro, cuando en realidad lo han hecho porque las leyes físicas han determinado que justo su asiento cayera en un río y no se abrasaran. Están los que le dan gracias a Dios porque sus familiares se han recuperado en un hospital, en vez de darles las gracias a los médicos, que digo yo que algo habrán tenido que ver. También podemos encontrar a otro grupo de supervivientes o de familiares de supervivientes que afirman categóricamente que Dios existe, argumento que lleva en sí mismo su contrario, puesto que los familiares de los muertos afirmaran categóricamente que Dios no existe. Y por último está el comportamiento quizás más irracional de todos. El de aquellos que considerándose ateos aprovechan estas oportunidades para preguntar dónde está Dios y le acusan de haber permitido la desgracia. Dios no estaba allí -como no estaba en Auschwitz, señor Ratzinger- , y no ha permitido la desgracia, simplemente porque, como ellos deberían saber ya que se consideran no creyentes, simplemente no existe.