jueves, 16 de febrero de 2012

Los del guiñol

 Parece ser que el Rey de España le dijo el otro día al Rafael Nadal –tenista-, supongo que para consolarle, “los del guiñol son tontos”. Dicho enunciado fue relacionado por todos los que lo escucharon y comentaron con unos muñecos que salen en el Canal Plus francés, los cuales parece ser que últimamente ponen en duda las limpieza de las gloriosas victorias del deporte patrio. Lástima no haber tenido ocasión de escuchar la conversación completa, que yo me imagino como sigue.
 “Los del guiñol son tontos, andan preocupados porque se sancione a un ciclista y no les importa que se sancione a un juez por cumplir con su deber democrático; los del guiñol son tontos, y mientras les recortan los pocos derechos laborales que les quedaban, situándoles en una condición propia del siglo XIX, andan discutiendo sobre el Madrid y el Barcelona; los del guiñol son tontos, ya no tienen ni hospitales donde morirse ni escuelas que les hagan dejar de ser tontos, pero solo les preocupa lo que diga Mourinho; los del guiñol son tontos, y votan a unos tipos que les van a chupar la sangre; los del guiñol son tontos y si no votan a los primeros votan a otros tipos que les van a chupar la sangre igual; los del guiñol son tontos, y aún no se han enterado de que aquí los políticos no pintan nada, que los que mandan son los que tienen el dinero; los del guiñol son tontos y todavía no se han dado cuenta de que la culpa de la crisis no la tienen los políticos, que no son más que perros fieles a las órdenes de su amo; los del guiñol son tontos, y a pesar de todo les siguen votando; los del guiñol son tontos y se creen que a mi yerno le van a procesar por robar unos cuantos millones; los del guiñol son tontos y se creen que mi hija es tonta y no se enteró de lo que estaba pasando; los del guiñol son tontos, y tienen a una baronesa, una duquesa y una princesa del pueblo como referentes culturales y sociales; los del guiñol son tontos y cuando España vuelva a ganar la Eurocopa, o el Mundial, o cuando a Madrid le den las Olimpiadas se sentirán muy orgullosos de ser españoles, sin pararse a pensar que el dinero que cuesta todo eso sale de sus maltrechos bolsillos; los del guiñol son tontos y no ven que el emperador de la democracia occidental está desnudo desde hace mucho tiempo, y que ya va siendo hora de vestirlo. Los del guiñol son tan tontos que aquí estoy yo, que soy una herencia directa del franquismo: el Generalísmo me puso y nadie tuvo redaños para decir esta boca es mía, y todavía se creen que me deben algo. Por eso no consiento que se hable mal de Franco en mi presencia”.
 Esto es lo que le dijo el Rey de España a Rafael Nadal –tenista-. En definitiva, los del guiñol somos tontos de remate, algunos nos manejan desde detrás del escenario y otros, muy listos, se parten de risa con el espectáculo.

lunes, 13 de febrero de 2012

El Fin y los Medios

 Se ha planteado con respecto a la condena del Juez Garzón si el fin justifica los medios. Incluso la propia Esperanza Aguirre ha lanzado la pregunta. Es esta una de esas cuestiones que se suponen problemas últimos de la humanidad, esas que cierran todos los debates y surgen con voluntad de límite o frontera última más allá de la cual no es posible palabra alguna. Ésta cuestión, como todos los problemas últimos si se plantean de una forma maximalista, sólo tiene una respuesta posible, que es la que a todos se nos viene a la cabeza y a la boca cuando se formula y que es la que espera escuchar aquél o aquéllos que la formulan: no. Y es cierto que desde un punto de vista absoluto el fin no justifica los medios, pero como los puntos de vista absolutos suelen resultar falsos, quizás debiéramos ver la cuestión desde una posición más débil. Desde una postura de este tipo, el fin justificaría los medios siempre cuando se cumplieran dos condiciones: 1) que tanto el fin como los medios sean racionales; 2) que los medos utilizados sean los menos gravosos para los implicados dentro de todos los posibles.
 Si se analiza la actuación de Garzón desde esta perspectiva parece claro que ésta cumple con la condición 1): tanto el fin, evitar un delito, como el medio, ordenar las escuchas –y no torturar física o psicológicamente a los sospechosos, por ejemplo- son racionales. Podría haber discrepancias con respecto a la condición 2), pero si se tiene en cuenta la pertinacia de aquellos que incluso estando en prisión sigue delinquiendo, que cualquiera de los otros medios posibles (detener a los abogados para interrogarles, aislar a los detenidos etc.,) hubiera resultado más gravoso para ellos y que el hecho de no usar ningún medio hubiera resultado más perjudicial para mucha más gente, se puede suponer que la condición 2) también se cumple de manera bastante satisfactoria.
 Pero de todas formas nada de esto importa. Pienso que todos aquellos que han analizado el caso de Garzón desde una concepción idealizada de la Justicia –y desde ahí consideran la condena justa- tienen mucha razón en muchas de las cosas que dicen. De la misma forma que los que rechazamos la condena porque consideramos que una Justicia ideal es impracticable y que ésta debe bajar a la casuística real, creo que también tenemos parte de razón. Pero ninguna de las consideraciones que unos y otros utilizamos han pasado por la cabeza de los miembros del Tribunal Supremo, ni de los políticos que jalean la respuesta o de los que la critican, ni, me temo, de la gran mayoría de los ciudadanos que se ha manifestado a favor del juez. Lo que si que parece cierto es que la Justicia y la Ley son cosas distintas, que la función de un juez es interpretar ésta última y que eso es lo que hizo Garzón al ordenar las escuchas, que se podrá discrepar o no de su interpretación –incluso es posible que incurriera en algún error procesal en ésta- pero que no se puede condenar a nadie por ello, porque si resulta que existe una única interpretación correcta de la Ley, entonces no hacen falta jueces.

viernes, 10 de febrero de 2012

Derecho a la Defensa

 Existen argumentos que tienen la capacidad de paralizar la posibilidad de respuesta de quien los escucha, argumentos tan tremendamente racionales, tan absolutamente producidos por el sentido común que parece que no queda más alternativa que aceptarlos como si fueran verdades en sí mismos. Sin embargo, es precisamente su contundencia argumentativa la que los hace sospechosos. Son tan claros que rozan peligrosamente los límites del dogmatismo y lo racional consiste, más bien, en no dar nada por sentado. Uno de estos argumentos es el que han utilizado, por una parte, el Tribunal Supremo para condenar a Garzón y, por otra, quienes defienden la justicia de esta sentencia: la defensa de los derechos civiles. Pero pensándolo detenidamente y no dejándonos llevar por su aparente verdad, es posible descubrir las falacias que esconde.
 En primer lugar, un derecho nunca puede justificar un delito, ni servir de coartada para realizarlo. Relacionado con esto, y en segundo lugar, el derecho de un individuo termina cuando invade los derechos de los demás. No es muy difícil ver que el derecho de los acusados en la trama Gürtel a que no se escuchen las conversaciones que mantuvieron con sus abogados termina cuando esas conversaciones tienen como objeto blanquear los millones de euros que esos mismos acusados estafaron a las arcas públicas. Y las arcas públicas son de todos, de tal forma que el derecho civil de los acusados entra en colisión con el derecho civil de todos los ciudadanos. En tercer lugar, el derecho a la defensa es, como tal, universal. Resulta cínico decir que Garzón vulneró el derecho a la defensa de los implicados en la trama de corrupción a la vez que se mantiene un sistema de Justicia de dos velocidades: excesivamente garantista para los que tienen dinero para pagarse un abogado y prácticamente medieval para los que tienen que recurrir a un abogado de oficio, esos que cobran una miseria por defender a los que no tienen otros medios que son los que siempre acaban en la cárcel porque su derecho a la defensa sólo existe sobre el papel.
 Pero sobre todo, y en último lugar, la Constitución Española dice en su artículo 117: “La Justicia emana del Pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados”. Según muchos de los que sostienen la legalidad e imparcialidad de la actuación del Tribunal Supremo, el problema de la sentencia contra Garzón es que el pueblo no la comprende. Si la Justicia emana del pueblo una decisión judicial que el pueblo no comprende no es justa. Y aquí no valen vericuetos legalistas, sofismas jurídicos o sutilezas filosóficas. No es necesario haber leído a Platón para tener un sentido de la Justicia. Mi padre, sin ir más lejos, poseía uno de los sentidos de la justicia más profundos que he conocido y sólo tenía los estudios primarios.
 La sentencia del Tribunal Supremo es, vistas así las cosas, injusta e irracional. Y, sobre todo, conculca los derechos civiles de todos aquellos que se han visto afectados, de una u otra manera, por las tramas de corrupción política, que somos la inmensa mayoría de la población.