lunes, 13 de febrero de 2012

El Fin y los Medios

 Se ha planteado con respecto a la condena del Juez Garzón si el fin justifica los medios. Incluso la propia Esperanza Aguirre ha lanzado la pregunta. Es esta una de esas cuestiones que se suponen problemas últimos de la humanidad, esas que cierran todos los debates y surgen con voluntad de límite o frontera última más allá de la cual no es posible palabra alguna. Ésta cuestión, como todos los problemas últimos si se plantean de una forma maximalista, sólo tiene una respuesta posible, que es la que a todos se nos viene a la cabeza y a la boca cuando se formula y que es la que espera escuchar aquél o aquéllos que la formulan: no. Y es cierto que desde un punto de vista absoluto el fin no justifica los medios, pero como los puntos de vista absolutos suelen resultar falsos, quizás debiéramos ver la cuestión desde una posición más débil. Desde una postura de este tipo, el fin justificaría los medios siempre cuando se cumplieran dos condiciones: 1) que tanto el fin como los medios sean racionales; 2) que los medos utilizados sean los menos gravosos para los implicados dentro de todos los posibles.
 Si se analiza la actuación de Garzón desde esta perspectiva parece claro que ésta cumple con la condición 1): tanto el fin, evitar un delito, como el medio, ordenar las escuchas –y no torturar física o psicológicamente a los sospechosos, por ejemplo- son racionales. Podría haber discrepancias con respecto a la condición 2), pero si se tiene en cuenta la pertinacia de aquellos que incluso estando en prisión sigue delinquiendo, que cualquiera de los otros medios posibles (detener a los abogados para interrogarles, aislar a los detenidos etc.,) hubiera resultado más gravoso para ellos y que el hecho de no usar ningún medio hubiera resultado más perjudicial para mucha más gente, se puede suponer que la condición 2) también se cumple de manera bastante satisfactoria.
 Pero de todas formas nada de esto importa. Pienso que todos aquellos que han analizado el caso de Garzón desde una concepción idealizada de la Justicia –y desde ahí consideran la condena justa- tienen mucha razón en muchas de las cosas que dicen. De la misma forma que los que rechazamos la condena porque consideramos que una Justicia ideal es impracticable y que ésta debe bajar a la casuística real, creo que también tenemos parte de razón. Pero ninguna de las consideraciones que unos y otros utilizamos han pasado por la cabeza de los miembros del Tribunal Supremo, ni de los políticos que jalean la respuesta o de los que la critican, ni, me temo, de la gran mayoría de los ciudadanos que se ha manifestado a favor del juez. Lo que si que parece cierto es que la Justicia y la Ley son cosas distintas, que la función de un juez es interpretar ésta última y que eso es lo que hizo Garzón al ordenar las escuchas, que se podrá discrepar o no de su interpretación –incluso es posible que incurriera en algún error procesal en ésta- pero que no se puede condenar a nadie por ello, porque si resulta que existe una única interpretación correcta de la Ley, entonces no hacen falta jueces.

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