Con
su permiso, quisiera expresar mi opinión sobre unos cuantos asuntos que
últimamente están en el candelero mediático. Y que parecen ser a los que ha
quedado reducido no sólo el debate entre la derecha y la izquierda, o entre el
liberalismo y el socialismo o –porque a final en la estrecha y maniquea, y cristiana,
mente de la mayoría de la población todo se reduce a esto- entre los buenos y
los malos. O también a lo que en el ideario de la autoproclamada izquierda, ha
quedado reducida la lucha de clases. Estos asuntos tienen como protagonista
fundamental a la Junta de Andalucía, o más bien a la izquierda andaluza. Y
quisiera aclararlos, aunque resulte aburrido, al menos para mí, porque parece
ser que hoy en día, si eres de izquierda, tienes que comulgar con las ruedas de
molino que suponen las medidas anunciadas por los “socialistas” y los “comunistas”
andaluces y, si no lo haces, entonces eres un “facha” neoliberal –aunque quien
así te espete sea un votante del PP-.. Así, que, o bien eres de los malos que
siguen las consignas de los medios de la derecha, o bien eres de los buenos que
siguen las consignas de los medios de la supuesta izquierda: o te alineas con
“El Gato al Agua” o te alineas con “Más vale Tarde” o “Te vas a enterar”. Y el
caso es que los dos modelos son el mismo y tienen los mismos objetivos:
exportar demagogia y anular el pensamiento libre y crítico.
Pero me estoy saliendo del asunto.
Me quiero referir, una vez más, a la supuesta expropiación de pisos vacíos que
va a realizar la Junta de Andalucía y a su nuevo anuncio de dar tres comidas al
día a los niños más desfavorecidos de la región. La primera ya la comenté hace
poco y expliqué porqué no era de izquierda. Me voy a extender un poco más en
analizar la justificación que se ofrece para defenderla, justificación que, a
lo que parece, si que la encuadraría dentro del pensamiento de izquierda y que
tiene que ver con el “interés social” de la vivienda. Para empezar, si la
sociedad es algo son las relaciones que se establecen entre sus miembros.
Efectivamente, los individuos no pueden ser considerados como entes aislados
–que es lo que hace el liberalismo radical- ni se puede considerar a la
sociedad como un hipostatización que trasciende a los propios individuos –que
es lo que haría el totalitarismo-. Es en estas relaciones donde hay que
enmarcar el proclamado “interés social”. Al ser la sociedad las relaciones
sociales, el interés social tiene que hacer referencia a ellas. El hecho de tener
o no una vivienda no supone una relación, a no ser la que se da entre el
comprador y el vendedor, o entre el fabricante y el ocupante, que es
precisamente la que se está poniendo en duda. Los bienes, en sí mismos, no
tienen interés social, porque la relación social que implican no se establece
en ellos, sino en su proceso de producción, es decir, en el trabajo necesario
para realizarlos. Por eso en el sistema capitalista el producto terminado se
convierte en mercancía, en un fetiche, porque se olvida la relación social que
ha supuesto su producción y se le considera algo absoluto en sí mismo: se le
cosifica. Esto es marxismo de manual. De esta manera, el interés social no
estaría en las viviendas, sino en el proceso necesario para fabricarlas, y eso
es lo que habría que nacionalizar o expropiar: los medios de producción de las
viviendas, porque es en ellos donde está el “interés social”. Como ya se
ha dicho tantas otras veces, una empresa cumple una función social y un empresario
tienen un papel social, más allá de la obtención de beneficios.
Por otro lado el hecho de repartir
tres comidas al día a los escolares más desfavorecidos está muy bien, es una
manera de ayudar a los que peor lo pasan –aunque tengo mis dudas de que Kant lo
considerara moral- pero no es la función de un gobierno, ni es una medida de
izquierdas. No es la función de un gobierno porque es lo mismo que puede hacer
Cáritas o cualquier ONG y la función del gobierno sería precisamente evitar que
hubiera que repartir esas comidas, haciendo políticas sociales que impidieran
que los ciudadanos llegaran a esa situación, que en el caso que nos ocupa tienen
que ver con la creación de empleo o, al menos, con evitar que este se destruya.
Y no es una medida de izquierdas por lo anterior: dar de comer al hambriento puede
ser filantropía, o caridad cristiana, pero no socialismo. El socialismo
consiste precisamente en evitar que se den las condiciones que lleven a tener
que dar de comer al hambriento, es decir, en evitar que haya hambrientos. La
medida tomada por la Junta de Andalucía, así, es una medida cristiana, pero no
marxista ni socialista. Y el marxismo y el cristianismo no tienen nada que ver.
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