Estúpido: 1. adj. Necio, falto de inteligencia.
Tonto:
1. adj. Falto o escaso de entendimiento o razón
(Diccionario de la RAE)
"Tonto es el que dice tonterías"
(Forrest Gump)
"Tonto es el que dice tonterías"
(Forrest Gump)
En
la era de la globalización del conocimiento era de esperar que su contrario, la
estupidez, tampoco tuviera fronteras. Buena prueba de esta universalización de
la ausencia de inteligencia la ha dado el señor Olli Rehn, al diseñar las
recetas que deben afrontar los diferentes estados de la UE para hacer frente a
la crisis, una crisis que se ahonda cada vez que el señor Rehn y otros como él ponen
en marcha sus soluciones, lo cual hace pensar que estas soluciones son más bien
el problema. En lo que respecta a España, el señor Rehn insiste, en líneas
generales, en la necesidad de realizar cambios estructurales, porque la crisis,
dice, no es coyuntural sino estructural. Que la crisis es estructural lo sabe cualquiera
que conozca un poco la historia económica, porque fue una de las ideas que
desarrollaron Marx y Engels. La crisis es estructural, en efecto, porque la
propia estructura del sistema favorece la aparición de crisis periódicas. Así
que, para evitar éstas, lo que habría que hacer es cambiar la estructura del
sistema, y no reformarla. Por otro lado, las exigencias del señor Rehn inciden
en lo ya conocido: abaratar el despido, reformar las pensiones y aumentar los
impuestos. Lo que resulta más llamativo –y ofrece una muestra de la
globalización de la estupidez a la que me refiero- es que él mismo reconoce que
los problemas de España son el desempleo y la paralización de la economía. Con
una reforma laboral que ha supuesto una tasa de paro de cerca del 26 por ciento
y una reforma fiscal que ha significado la paralización del consumo interno, no
se entiende como flexibilizar más el despido o aumentar los impuestos van a
conseguir que el desempleo disminuya o que se reactive el gasto, a no ser que
el señor Rehn sea un hegeliano convencido y piense que insistir en la antítesis
lleve a superar la contradicción y que una acumulación cuantitativa implique un
salto cualitativo. Como no creo que este señor sea lo anterior –y mucho
menos que entienda las sutilezas de la dialéctica- hay que pensar que es
simplemente tonto.
La
incidencia de la crisis en España tiene que ver, cosa que parece que ni el
señor Rehn, ni el gobierno, ni la izquierda de este país sabe, con un modelo
productivo basado en la construcción unido a una cultura empresarial que se fundamenta
en los beneficios, olvidando la inversión, lo que ha dado lugar a un magma de
corrupción que ha puesto la guinda al pastel. Eso es lo que provoca que España
sea el país con la tasa de paro más elevada de toda la Unión Europea. Ese es el
verdadero problema y sus responsables son, en primera instancia, los
empresarios, que son los que despiden a los trabajadores y, después, un
gobierno que les permite campar a sus anchas. Porque si bien es cierto que sus
empresas son propiedad privada, también lo es que la sociedad no lo es, y si bien
es cierto que uno monta una empresa para ganar dinero, también lo es que ésta,
una vez establecida en la sociedad civil, cumple una función social. Así, más
allá de las medidas que el señor Rehn receta y el señor Rajoy aplica –porque
para que haya un tonto, tiene que haber otro tonto que le haga caso- la
solución a la crisis pasa por dos caminos convergentes. El primero de ellos, la
implementación de medidas que generen empleo. Está claro que la reforma laboral
lo único que ha hecho es destruirlo, sin embargo, ha dejado entrever el camino
a seguir. Porque, siguiendo su lógica, si se ligan los despidos a las pérdidas,
también se ligan las contrataciones a los beneficios. Así, que lo que debe de
hacer el estado es obligar a las empresas a contratar trabajadores cuando éstas
presentan beneficios, de la misma manera que les permite despedirlos cuando
presentan pérdidas. Es decir, de lo que se trata es de nacionalizar el mercado
de trabajo –algo que no tiene que ver con la propiedad privada, sino con el
desarrollo social- de tal forma que las empresas se vean obligadas a realizar
ofertas de empleo privado acordes con el monto de sus ganancias, de la misma
forma que se realizan ofertas de empleo público. Esto es lo que hay que
nacionalizar, y no los pisos porque, vuelvo a insistir, los desahucios no son
el problema, sino tan sólo una consecuencia o un síntoma de la verdadera
enfermedad, que es la falta de trabajo.
El
segundo camino es el más evidente: llevar a cabo una lucha efectiva contra el
fraude fiscal y la evasión de capitales. A nadie se le escapa que los que
eluden el pago de los impuestos son los empresarios, y que cuanto mayor sea la
empresa mayor es el fraude –por mucho que diga el señor Montoro, otra víctima
de la globalización de la que hablamos- de la misma forma que quien evade
capitales es el que los tiene, es decir, los empresarios. Por eso esta vía es
convergente con la anterior: las dos afectan al mismo colectivo empresarial,
que aparece así como el centro alrededor del cual giran las causas y las
consecuencias de esta crisis. Curiosamente, en todos los procesos abiertos
ahora mismo por corrupción figuran como imputados políticos, pero no
empresarios, de la misma forma que se “escrachean” los domicilios de los
políticos, pero no de los empresarios. Un ejemplo más de la globalización de la
estupidez.
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