viernes, 24 de abril de 2009

Las niñas con las niñas

Cuando a alguien le cogen en falta lo normal es que se invente una excusa más o menos creíble en su descargo. Esta es la razón de que los responsables de aquellos centro educativos que han segregado en sus aulas a los niños y a las niñas aduzcan nuevas y portentosas razones pedagógicas para su actuación. Para empezar, la separación por sexos en la escuela no tiene nada de novedosa. En España se practicó durante más de cuarenta años y sirvió para que las niñas aprendieran a ser buenas amas de casa y a cuidar de sus hijos y sus maridos. Se les enseñó que su único objetivo en la vida debía ser traer más niños y más niñas a este mundo y hacer felices a sus hombres, a ser sumisas y a aceptar con resignación cristiana su malhumor, su desprecio e incluso sus palizas. Gran parte del problema actual de la violencia machista está enraizado en la educación que padecieron estas mujeres, y que muchas de ellas transmitieron a sus hijos e hijas no de forma culpable, sino porque les habían metido en la cabeza, a fuerza de palos si era preciso, que era lo correcto.
Se defiende, por otro lado, que a nivel puramente educativo esta segregación es ventajosa, ya que las niñas son más aplicadas que los niños y éstos las retrasan en clase, de tal manera que estudiando separados aquellas avanzarían mucho más. Esta idea incluso es aceptada por ciertos sectores de un “feminismo” que, a fuerza de radical, se ha convertido en reaccionario. Cualquiera que sepa un poquito de psicología evolutiva –lo justo, lo que enseñan en cualquier curso de formación de profesores- sabe que los chicos y las chicas tienden a tener capacidades intelectuales distintas: ni mejores ni peores, tan sólo distintas. Siempre que se manejan datos referentes a cuestiones educativas, cifras sobre fracaso escolar o porcentajes de abandono o absentismo, hay que ser muy cauteloso en su análisis. Por lo mismo se podría afirmar que los niños ricos no deberían estudiar en un aula mezclados con niños pobres, pues está demostrado que aquéllos obtienen mejores resultados que éstos, e incluso se podría llegar a pensar que los primeros son más inteligentes que los segundos. Dentro de las variables que influyen en los mejores resultados académicos de las chicas –tan sólo en algunas materias, por otra parte: los informes hay que ofrecerlos completos y no sesgados- no creo que sea despreciable el hecho de que muchas de ellas se esfuercen más porque están viendo todos los días lo que la educación segregada ha hecho con sus madres y no quieren pasarse la vida sirviendo de su santo esposo y criando a un montón de críos. Si hay algo cierto en todo este asunto es que los niños interiorizan los roles sociales desde muy pequeños, y lo hacen fundamentalmente en la familia y en la escuela. Si en ésta se les separa por sexos lo que van a aprender es que la sociedad también lo está y que a cada uno le corresponden papeles distintos. Mala forma de educar en igualdad y muy buena de crear un tejido social enfermo.
Pero en el fondo todo esto no es más que un pretexto que enmascara un contenido ideológico y, además, anticonstitucional. Los centros que separan a los alumnos por sexos son todos católicos, dirigidos por las más integristas y fanáticas sectas católicas. Lo que se pretende es volver a la casposa enseñanza tradicional: que las mujeres ocupen su puesto y los hombres el suyo. Antes de hablar de renovación pedagógica sería conveniente recordar que estamos ante una institución tremendamente machista y misógina, que impide a las mujeres alcanzar puestos de responsabilidad en su seno, que piensa que su horizonte vital es parir como conejas –su prototipo femenino es María, la Madre- y que esta es la función que deben asumir. Que incluso considerara la mujer como el origen de todos los males de la humanidad: la perversa Eva que aceptó la manzana de la endemoniada serpiente y convenció al inocente Adán- que seguramente estaba tranquilo en el Paraíso viendo el fútbol y bebiendo cerveza- para que la mordiera. Aún recuerdo los debates que se daban en las escuelas a principios de los ochenta, cuando se intentaba que las clases fueran mixtas. Y los argumentos demoledores que ofrecían algunos padres opuestos a la medida, del tipo “ya sólo falta que se pongan camas en las aulas”. Estoy seguro que a no mucho tardar este tipo de razonamientos se retomarán y alguien acusará a la coeducación de ser la responsable del aumento de embarazos adolescentes.
En fin, como nos decían en el colegio cuando maquinábamos toda clase de triquiñuelas para escaparnos a “la clase de las tías”, los niños con los niños y las niñas con las niñas.

viernes, 17 de abril de 2009

El multiculturalismo como discurso reaccionario

Cultura es todo aquello que permite la liberación y el desarrollo del ser humano como tal ser humano. Esta caracterización aparece durante la época de la Ilustración –o más bien reaparece, pues ya estaba presente en el pensamiento griego y en su consideración de la Paideia o educación- e inaugura una tradición de pensamiento que se suele identificar con las posturas político-sociales de la izquierda. Desde que Rousseau critica la idea ilustrada de “progreso”, que en lugar de liberar al hombre lo corrompe y lo esclaviza, pasando por Kant, con su concepción de un sujeto trascendental (universal) soporte de las condiciones de conocimiento y del deber moral, Marx, que considera que la superestructura ideológica –la cultura de una sociedad- es una falsa conciencia determinada por unas condiciones de producción que alienan a los seres humanos, Freud, para quien el malestar en la cultura proviene de aquellos usos sociales que se manifiestan como rasgos culturales y cuya función fundamental es la represión, hasta llegar a los pensadores de la Escuela de Frankfurt, que intentan responder a la contradicción trágica que supone que el país culturalmente más avanzado de Europa fuera capaz de crear los campos de exterminio, las concepciones progresistas siempre han pensado que bajo las costumbres y la producción teórica e intelectual que se denomina normalmente “cultura” existe una determinación general según la cual ésta es la que propicia la humanización y el pleno desarrollo de las personas. Así, el falso concepto de progreso, la ideología determinada por la base económica de un sistema de producción, la moral victoriana o los logros intelectuales de la Alemania de finales del siglo XIX y principios del XX, habrían olvidado que su función como manifestaciones culturales es ese desarrollo humano, habrían sido edificados sobre la nada y no serían cultura, sino barbarie, de tal modo que sus consecuencias necesariamente habrían de ser también bárbaras. En este sentido sólo es posible hablar de Cultura, no de culturas, y las distintas costumbres de las distintas sociedades, serían expresiones de la Cultura o no según se acomoden a ésta.
Aquí precisamente radica el gran error del multiculturalismo, que ha identificado sin más costumbres con Cultura, considerando que cualquier uso social, desde el momento en que, por ser uso social es también cultura, debe ser respetado por sí mismo. Lo más preocupante, con todo, es que esta apuesta por una multiculturalidad cuando menos ingenua y en todo caso errónea, venga precisamente propiciada por posturas de izquierda, lo que supone una quiebra en la tradición de su pensamiento y de la base ilustrada que lo soporta. El progresismo mal entendido que aboga por el respeto universal a todo tipo de costumbre, porque siendo costumbre es ya automáticamente cultura, es un pensamiento profundamente reaccionario que bloquea el papel que debe cumplir la cultura y abre la puerta a que barbaridades tales como el obligar a casarse a una niña de catorce años sean consideradas culturales y en consecuencia deban ser respetadas –nunca se insistirá lo suficiente en que lo único respetable son las personas-. Una costumbre, un uso social o una institución pueden ser bárbaras si alienan al ser humano, le esclavizan o le niegan sus derechos más básicos. A este respecto tan bárbaro es el botellón, como las corridas de toros o la ablación de clítoris: por muy costumbres y muy tradicionales que sean no son cultura. En cambio, todo aquello que propicie el progreso humano, la liberación, si lo será. Pero no porque se incluya en alguna cultura territorial o social, sino porque forma parte de la única Cultura real: la Cultura Humana. O se entiende así el multiculturalismo –y entonces no tendría sentido hablar de respeto a todas las culturas, porque sólo hay una, y el propio multiculturalismo se anularía en esta contradicción- o si no en discurso multicultural está propiciando la barbarie, y también se contradiría a sí mismo.

viernes, 10 de abril de 2009

Semana Santa y barbarie

Como todos los años multitud de habitantes de esta tierra descerebrada e ignorante se unen en masa para participar en la gran ceremonia de la superstición y el oscurantismo. Esta frase podría haber sido escrita, y seguramente lo fue, en el siglo XVIII. Lo triste es que hoy en día, en pleno siglo XXI, debamos volver a escribir lo mismo o algo parecido.
Fútbol, toros, fiestas populares, Semana Santa. En última instancia todo viene a suponer lo mismo: barbarie. La España que estos días sale en procesión llevando a cuestas al la virgen o al cristo de turno, que desprecia su dignidad cargándose de cadenas, que oculta su rostro bajo todo tipo de terroríficas máscaras –siempre he pensado que un ciudadano norteamericano negro que asistiera a uno de estos desfiles huiría espantado- o que se flagela las espaldas en un ejercicio de sadomasoquismo sin precedentes, es la España de la sangre y la incultura. La misma España cuyo ritmo vital está marcado por los partidos de cada domingo o que disfruta torturando a un animal. No resulta improbable que el mismo que hoy se disfraza de nazareno mañana golpee a su pareja hasta matarla o tire a una cabra desde un campanario. Y es que los que no entendemos mucho de pecados –porque no tenemos conciencia de ellos- pero si, y bastante, de comportamientos morales, pensamos que quien se somete a una penitencia tan humillante ha de ser muy, pero que muy malo.
¿Y qué significa en el fondo toda esta parafernalia que no sólo colapsa las vías urbanas sino también muchas mentes?. Desde un punto de vista estrictamente religioso es la celebración del martirio y la muerte. El recordatorio de que sólo mediante el dolor es posible alcanzar la salvación. La exaltación de un amor pervertido que necesita alimentarse del sufrimiento. No es de extrañar que el catolicismo anatematice el placer carnal, el goce sexual, el amor alegre y pleno entre dos personas cuando todo su dogma se fundamenta sobre la afirmación de que para amar hay que morir y que sólo el que muere ama de verdad. La Semana Santa constituye la manifestación más palpable no ya de la irracionalidad, sino de la inhumanidad de la religión.
Como tradición o manifestación cultural –que es como se intenta vender desde las instituciones de un Estado que, al fin y al cabo, no deja de ser laico- hay que volver a considerar lo ya dicho al principio. Si la cultura es lo opuesto a la barbarie no es posible considerar como manifestación cultural la exacerbación de ésta. Si la cultura es lo que humaniza, lo que permite el desarrollo de las características específicamente humanas y crea hombres y mujeres dignos, libres y responsables entonces el cortejo de la sangre y la crueldad, del tormento, de todo aquello que es incompatible con la vida humana, no puede ser cultura. En la Edad Media era tradicional desmembrar públicamente a los delincuentes y nadie en su sano juicio consideraría que hoy algo así deba ser mantenido bajo la excusa de la tradición. A este respecto la Semana Santa no es otra cosa que la ritualización de una ejecución pública. Espectáculo edificante donde los haya sobre todo para los más pequeños.
En cuanto a la supuesta calidad artística de las procesiones sería muy discutible que los pasos de la Pasión pudieran ser calificados como obras de arte. En todo caso, la excelencia como tales obras de estas esculturas (que por otro lado pueden ser perfectamente contempladas en lugares cerrados mucho mejor acondicionados para su conservación que la intemperie) no vendría dada por su carácter religioso, sino más bien por lo contrario: por la denuncia –consciente o inconsciente- de la brutalidad de la religión. Por último, y esto es algo tan evidente para cualquiera que tenga ojos en la cara que no necesita de más explicaciones, las celebraciones de Semana Santa no son bonitas: son tenebrosas y feas.
Así las cosas, no es admisible acudir al recurso fácil de exigir respeto para una barbaridad de este calibre ni para las creencias, supersticiones o patologías que la sustentan. La Semana Santa ofende no sólo a la inteligencia de cualquier ser racional sino también a la más mínima dignidad humana. Habría que despacharla al fondo del más recóndito cajón de la Historia, junto con la Inquisición, las Cruzadas y los sacrificios humanos, ya que tan poco se diferencia de todos ellos.

domingo, 5 de abril de 2009

Justicia para Mariqueta

En julio de 2007 una niña de seis años, Mariqueta, acudió a un campamento de verano en Castellón, como tantos otros niños de su edad. Dos días más tarde un macetero de 70 kilos cayó sobre ella causándole la muerte. En un principio se pensó en un accidente, una tragedia, una desgracia más de las muchas que tiene la vida. Pero en cuanto se empezó a investigar se descubrió que el macetero no estaba anclado, que los monitores no tenían ni la preparación ni las licencias necesarias para hacerse cargo de niños de esa edad y, lo que resulta más relevante, que el campamento estaba organizado por una empresa propiedad de Carlos Fabra, dirigente del PP y presidente de la Diputación de Castellón. La familia de Mariqueta presentó la correspondiente denuncia pero el juez, en una decisión infame, ignorando los informes de la Fiscalía y del Defensor del Menor, optó por sobreseer el caso.
En la página web www.elblogdemariqueta.blogspot.com se pueden encontrar todos los detalles del hecho y las acciones legales que está llevando a cabo la familia, así como expresar el apoyo y la solidaridad con los padres de Mariqueta. Cuando nos hemos acostumbrado a taparnos la nariz y vivir entre la corrupción política y judicial casos como este deberían sacudir la conciencia de cada uno de nosotros y movernos a exigir justicia. ¡Justicia, ya!

viernes, 3 de abril de 2009

Los bosques de Kosovo

Es sabido que son muchos a los que los árboles no les dejan ver el bosque. Sin embargo, cuando este problema se da entre los que tienen el poder de crear opinión pública, ya no está muy claro si es una simple cuestión de incapacidad forestal o hay algún tipo de interés oculto. Cuando todos los periodistas de este país –los políticos no cuentan- han criticado, por decirlo suavemente, la decisión de la Ministra de Defensa de retirar las tropas de Kosovo, no se sabe muy bien si es porque han sufrido un ataque repentino de pensamiento único o porque esa decisión afecta a los intereses económicos de las grandes corporaciones que les pagan el sueldo.
Los improperios –muchos de ellos con una gran carga de machismo, y esto es verdad guste o no guste- han venido sobre todo referidos a la forma en que se ha producido el anuncio de la citada retirada: no era el momento oportuno, ya sea porque coincidió con la visita a España de una delegación serbia, ya sea porque Francia había decidido volver a formar parte de la estructura militar de la OTAN (de un sujeto como Sarkozy no se puede esperar otra cosa). El caso es que en ningún momento se ha tratado el fondo de la cuestión, y cuando se obvia el fondo de una manera tan patente es porque el rechazo de la forma implícitamente alcanza también a aquél.
Y el fondo es que mantener al Ejército en Kosovo legitima una situación ilegal e ilegítima como es la declaración unilateral de independencia del territorio, efectuada por un gobierno mafioso heredero de los terroristas y genocidas del UÇK. Mal que les pese a muchos un gobierno, al igual que un individuo, ha de ser ante todo coherente. Si el gobierno español no acepta la independencia de Kosovo lo coherente es que retire a sus soldados. Y la coherencia es una de las bases de la racionalidad.
Se da por hecho que la guerra de Irak fue ilegal porque la llevó a cabo George W. Bush, que era malo malísimo, pero no la de Kosovo, que la desencadenó Bill Clinton, que era bueno buenísimo aunque un poco golfo. Y en base a esta simplificación se acusa al gobierno español de ser un socio desleal o diplomáticamente torpe. Dejando aparte que no es precisamente una deslealtad pactar con mister Obama –otro bueno buenísimo- la retirada de los Balcanes a cambio de un aumento de tropas en Afganistán –que será la guerra de Obama, como la de Vietnam fue la guerra de Kennedy. Cada Presidente ha tenido su guerra- la guerra de Kosovo fue tan ilegal como la de Irak. Una guerra llevada a cabo sin autorización de la ONU y desencadenada por los EEUU y sus aliados de la OTAN, principalmente Alemania que posee importantes intereses estratégicos en la zona. Una guerra que comenzó con el bombardeo de los civiles de Belgrado, y que puso al mundo al borde la catástrofe cuando, tras la rendición serbia, los carros rusos que esperaban en la frontera entraron en Pristina y se enfrentaron a las fuerzas de la OTAN. La retirada del Ejército de Kosovo era, por tanto, tan necesaria como la retirada de Irak.
El punto fuerte de las argumentaciones, sin embargo, y donde está el meollo del asunto, es que esta retirada puede afectar a las inversiones económicas españolas en EEUU. El argumento sempiterno de un país acomplejado: hay que tener cuidado, que los americanos se pueden enfadar. No es de extrañar, entonces, que los que disfrutan de esas inversiones hayan dado a sus asalariados la orden de lanzar toda clase de diatribas contra la Ministra de Defensa. Que hayan hecho crecer los árboles hasta que han tapado por completo el bosque y que hayan conseguido que se olvide lo fundamental: la violación del Derecho Internacional por parte del gobierno kosovar y de las tropas de la OTAN que lo apoyan. No es una casualidad que el presidente de Kosovo, Fatmir Sejdin, haya pedido la retirada de la ONU, considerando que después de un año de independencia la situación en la zona está estabilizada, pero no la de la OTAN. Y es que en Kosovo todavía hay muchos árboles que talar.