viernes, 17 de mayo de 2024

Pensamiento e ideología

 Que la ideología impide el conocimiento adecuado de la realidad es algo que ya dijo Marx y yo he repetido varias veces en los últimos tiempos, y no podía ser de otro modo, puesto que la propia ideología se define como ese conocimiento falso. Cuando se habla hoy de ideología, y esta es la diferencia fundamental con la concepción de Marx, se hace referencia, no a ese falso conocimiento, sino a un conjunto de ideas. Ese conjunto de ideas, no solo deforma el conocimiento del mundo, sino que impide, incluso, el desarrollo lógico del pensamiento. En esta época en que tan de moda se ha puesto la reflexión, es importante, creo, hacernos cargo de esta cuestión.

Y es que, por definición, la ideología no es pensada o, lo que es lo mismo, si se piensa la ideología, deja de ser ideología. La ideología sitúa al individuo o la individua en la cómoda posición de no tener que plantearse sus opiniones acerca de la realidad que le rodea. La ideología, así, tiende al simplismo, se trata de tener en la cabeza una o dos ideas -la derecha es mala, todos los hombres son violadores- que no son puestas en cuestión, ni de hecho, pueden ser puestas en cuestión, ni por el propio sujeto, que, o bien no lo necesita, o bien tiene demasiado miedo como para hacerlo -porque hay que ser valiente, al menos intelectualmente, para poner en cuestión la propia ideología- ni por los demás, que, cuando lo hacen, se convierten en el enemigo. La ideología es un pensamiento único, no solo porque sea lo único que sus portadores pueden pensar, sino porque es, literalmente, solo un pensamiento, es decir, solo una idea.  Y con esa única idea en la cabeza, solitaria y como huérfana de otras que la acompañen, el que está cargado de ideología va por el mundo enseñando a los demás lo que tienen que pensar. Por eso decía que la ideología es enemiga del pensamiento. El que piensa, el que genera ideas en su cabeza, al final acaba no teniendo ideología, porque el resto de las ideas acaban poniendo en cuestión a la única idea que constituye la ideología.

Pero  es que además, la ideología permite al que la porta no tener la necesidad de adaptarse a la realidad, que al fin y al cabo es el objetivo último del pensamiento Y no tiene la necesidad de adaptarse a la realidad porque una de las características fundamentales de la ideología es la de crear una realidad a la medida de ella misma. No se trata de discutir aquí sobre si existe una realidad más allá de los pensamientos que tenemos sobre ella. Se trata de que la ideología manipula los hechos, que se dan de forma efectiva, hasta adaptarlos a la idea que se tiene, y si no hay manera de que los hechos se adapten a la idea ideológica, pues peor para los hechos. Es en este contexto donde cobran sentido los dos conceptos que tan en boga están últimamente, pero que ya he dicho en alguna ocasión que ya existían en la antigua Grecia: posverdad y relato. Si la verdad es la adecuación del pensamiento a la realidad, y la realidad no es más que una manipulación por parte de la idea, entonces ya no hay verdad ni mentira, hay posverdad. Lo que cuenta, ya no es el hecho, entonces, sino el relato que se hace del hecho: el cuento -incluso chino- que se cuenta sobre él. La realidad se convierte en un cuento que, en la ideología, se hace a su vez real. El único real


martes, 14 de mayo de 2024

Contrafácticos

 En Lógica, un contrafáctico es un juicio o una afirmación que no representa la realidad pero que podría ser real. Son afirmaciones del tipo “si hubiera pasado X, entonces habría pasado Y”, o “si hubiera hecho Z, entonces habría ocurrido A”. Por ejemplo, si yo afirmo que por ceder el paso a una mujer o invitarla a cenar soy un micromachista, pero por desear que todos los judíos acaben ahogados en el mar -que no otra cosa significa la nueva expresión revolucionaria “desde el río hasta el mar”- no soy un antisemita, entonces no estaría utilizando un contrafáctico. O si digo que los estudiantes acampados en los campus occidentales no saben lo que están haciendo y son un montón de ingenuos, en el mejor de los casos, manipulados por el dinero de Irán y de los países del Golfo, tampoco estaría utilizando un contrafáctico. Eso son hechos

Pero como este escrito se titula “contrafácticos” es de ellos de los que quiero hablar. Supongamos que los países musulmanes ganan la guerra –puesto que en una guerra estamos- contra occidente, o que Israel acaba perdiendo la guerra en la que se ha visto envuelto. Si eso ocurre, y habida cuenta de que para los musulmanes Al Ándalus no es Andalucía, sino toda España, excepto unas cuantas zonas del norte de la península, lo que antiguamente se denominó la “Marca Hispánica”, podemos aventurar que sucedería lo siguiente: para empezar, todos y todas los que están acampados tendrían que irse olvidando de los botellones,  las cervecitas los domingos y las relaciones sexuales fuera del matrimonio, bajo pena de ahorcamiento, lapidación, descuartizamiento, decapitación, defenestración o, como mal menor, de azotamiento. Por supuesto, las estudiantes que ahora se manifiestan con tanto fervor por la libertad del “pueblo palestino”, dejarán automáticamente de ser estudiantes, pues las nuevas autoridades musulmanas no se lo permitirán, como tampoco les permitirán conducir un coche o hacer gestiones bancarias sin ir acompañadas por su marido o por su padre. Y, por supuesto, se acabaron los shorts en verano y los biquinis playeros: todas con el hiyab o el burka o lo que sea. Como manda la Sharía, a rezar cinco veces al día todo el mundo, incluido yo, y si no te gusta, pues te jodes y rezas, y si no véanse las penas descritas más arriba. Por supuesto nada de cagarse en Alá, ni de hacer bromitas ni chistes a su costa. Aquí los vascos a lo mejor no tienen problemas pues su territorio es uno de los que no pertenecerían a Al-Ándalus. No se podrá abuchear a la representante israelí en el Festival de Eurovisión porque no habrá Festival de Eurovisión. De hecho, no habrá música de ningún tipo, y al que le pillen escuchando música, no quiero pensar que lo pillen bailando, ya sabe lo que le espera. Olvídese de ir al Museo del Prado, porque lo habrán quemado y por supuesto nada de jamón, de chorizo, de salchichón, ni de panceta. Y esto con una Policía de la Moral para vigilarlo todo. 

Esto es España es un contrafáctico, y esperemos que siga siéndolo -no gracias a los acampados en los campus, desde luego-. Pero en los territorios controlados por Hamás y Hizbullá, que es lo que algunos llaman “Palestina” y en los países que los apoyan económica y militarmente, no lo es. Esto ya no es una cuestión del tradicional antisemitismo europeo, es una cuestión de supervivencia. 


viernes, 10 de mayo de 2024

Culturilla

 Como el toro lo encuentra diminuto / todo mi corazón desmesurado. Esto lo escribió un miembro tan eminente de la fachosfera como Miguel Hernández. Lo mismo que García Lorca escribió el “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías” u Ortega y Gasset se codeaba con toreros en la calle de la Victoria de Madrid. Pero eso el ministro de cultura no lo sabe. Es lo que tiene tener un ministro de cultura que es un inculto. No ya un intelectual sino un inculto, vamos, que no tiene eso que se llama culturilla general. Claro que en España no hay cultura, sino La Cultura, así personalizada y con mayúscula, que se materializa en esos cómicos que de vez en cuando firman manifiestos de apoyo al presidente del Gobierno y se autoidentifican como el “mundo de la cultura” como si no hubiera cultura fuera de sus clanes familiares, que funcionan como una nueva aristocracia endogámica que se monta sus fiestecillas para que el pueblo llano les contemple desde el otro lado del muro de fotógrafos y que lanzan sus opiniones como si fueran verdades absolutas que la plebe tiene que aceptar porque ellos, al fin y al cabo, son La Cultura.

Y si hablamos de cultura, no debemos de olvidar a nuestras universidades, las que deberían de ser los templos de la cultura. Decía Marx que la cultura es una forma de conciencia ideológica -a nuestro inculto ministro de cultura de eso le sobra- entendiendo por ello que está contaminada por las condiciones económicas y sociales. Las universidades españolas son un ejemplo claro de la definición marxista. Todo lo que contienen, desde las ideas hasta los bancos, está contaminado ideológicamente. Tampoco es que descubra nada nuevo para cualquiera que conozca la Universidad española. Desde el siglo XIX se está intentando regenerar, y aquí seguimos. Ser profesor universitario, hoy en día, no da más garantía de conocimiento y de saber puro que los cómicos que comentaba un poco más arriba. Ahora parece ser que las universidades españolas -aunque me imagino que las noticias al respecto exageran algo, y se trata solo de sus rectores- han decidido exigir a las universidades israelíes que se posicionen en contra de la invasión de Gaza o les retirarán su colaboración. No sé muy bien quiénes son las universidades españolas para exigir nada a las israelíes ni sé quién saldrá perdiendo más en caso de esa ruptura de la colaboración con la que amenazan. Ya me gustaría a mí que las universidades españolas, en lugar de exigir a nadie que se posicione, se posicionaran ellas mismas acerca de la situación política del país. Aunque claro, eso no vende tanto entre los estudiantes como lo otro: para eso sí que son escrupulosas con la pureza de la cultura: ideología al fin y al cabo. El siguiente paso será quitar el busto de Maimónides de la entrada de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Córdoba o eliminar a Freud o a Husserl de los planes de estudio. Tampoco nos echemos las manos a la cabeza, porque ya se oyen voces para eliminar a Darwin por heteropatriarcal. También en las universidades alemanas en 1933 se purgó a los profesores judíos. Y tampoco las universidades alemanas de 1933 se cuestionaron la situación política del país. La cultura alemana, que era la máxima expresión de la cultura europea, se convirtió en barbarie. Así que imaginen el camino que lleva la culturilla española.


lunes, 6 de mayo de 2024

Bromas aparte

 Ya en serio. Dejando a un lado las bromas sobre la lacrimógena y cursi carta del señor Sánchez-Pérez Castejón, el caso es que estamos asistiendo en estos últimos meses a un cursillo acelerado de totalitarismo, cursillo acelerado con prácticas incluidas y diploma final para el que mejor lo haga, que de momento es solo uno. Para comprobarlo, echemos un vistazo a las características más destacadas del totalitarismo explicitadas desde Orwell hasta Arendt

Culto al líder. Empiezo por esta porque es la más evidente los últimos días y es la consecuencia directa de la famosa carta del presidente. Hemos visto como la reacción a dicho escrito ha sido una movilización, algo escasa, eso sí, a favor, no de las ideas socialistas, no del partido, sino de la persona física del supuestamente agraviado. No se gritaba PSOE, sino Pedro, o te queremos Pedro o quédate Pedro, todo ello adornado por lágrima y súplicas bastante rastreras que producían más vergüenza ajena que otra cosa. Pero cuidado, porque estas lágrimas y estas súplicas suelen ser muy peligrosas.

Falsificación de la verdad e invención de la realidad. Y no solo de una verdad metafísica, que también, sino de la verdad más básica, aquella que se dice en relación con la realidad, y claro, para falsear esa verdad y llegar a la posverdad, es necesario inventarse una realidad paralela, o alternativa de tal forma que las afirmaciones que se han de tener por verdaderas se correspondan con esa realidad falsa. Vamos, que si el líder y sus acólitos dicen que el cielo es verde, entonces será verdad que el cielo es verde y por más que usted se empeñe en decir que es azul, le dirán que eso no es cierto, que en todo caso es su verdad, pero que su verdad, como la realidad a la que se refiere, está equivocada.

Control del pensamiento. Relacionado con la característica anterior, solo existe una forma de pensar correctamente -que no la marca la lógica, sino el líder- y unos contenidos correctos que deben ser pensados. Puesto que, en realidad, el pensamiento es libre, es necesario controlarlo, para que a nadie se le ocurra pensar algo distinto de lo que debe de pensar. Así, es necesario controlar los medios de comunicación, la cultura, el arte o cualquier medio que pueda generar un pensamiento alternativo. En el campo de la censura es absolutamente necesaria la ayuda de medios de comunicación afines, y de intelectuales afectos al poder que normalmente ocupan plazas universitarias y que actúan como una policía del pensamiento, intelectuales orgánicos, que marquen las estructuras de pensamiento que deben ser seguidas y se encarguen de demonizar como no pensamiento las que se salgan de lo establecido.

Invención de un enemigo exterior, que se pueda utilizar para aglutinar a la masa y como cortina de humo para desviar la atención de lo que realmente importa, que son la actuaciones del poder totalitario en el interior de la nación. Hay que reconocer que aquí el señor Sánchez Pérez Castejón y su gobierno de palmeros analfabetos se han salido. No solo tenemos un enemigo, sino dos, que pueden ser doscientos. No solo es que si llamas drogadicto al presidente de una nación amiga lo normal es que te contesten de no muy buenos modos, es que si tu segundo enemigo es Israel, aparte de jugártela con los americanos, estás cumpliendo con otra de las características del totalitarismo que señaló Arendt: el antisemitismo. Así que a partir de ahora en vez de señor Sánchez Pérez-Castejón a lo mejor hay que decir Herr Sánchez o Heil Sánchez, vaya usted a saber.