Los Estados son entidades suprapersonales que no tienen personalidad física y, por lo mismo, tampoco pueden tener posesiones físicas. Y por supuesto, los Estados como tales no tienen dinero. Esto, que un Estado no tiene dinero en propiedad, que todo el dinero que utiliza para lo que sea lo obtiene a través de los impuestos que pagan los ciudadanos, y que resulta algo evidente para cualquiera que lo piense un poco parece ser que se olvida cuando se trata de alabar las ventajas de que un Estado invierta dinero en salvar, rescatar o nacionalizar, llámeselo como se quiera, en el fondo es lo mismo, a la banca y a las grandes empresas. Esas empresas y esos bancos se diferencian del Estado en que, siendo también entidades suprapersonales, sus cúpulas dirigentes están compuestas por personas físicas, socios que se reparten los beneficios cuando los negocios van bien y que supuestamente tendrían que avalar a sus empresas con sus fortunas personales cuando van mal. Pero esto último no pasa. Ese aval lo pone el Estado El Estado no está compuesto por socios, está compuesto por todos los ciudadanos, de tal manera que cuando se dice que el Estado inyecta dinero a los bancos con problemas, en realidad lo que se está diciendo es que todos y cada uno de los ciudadanos están inyectando ese dinero. Porque ese dinero que el Estado inyecta, los quinientos mil millones de euros que el Estado Norteamericano va a poner para salvar de la quiebra a sus bancos de inversión –que por si no lo saben no son bancos cualquiera, de los que guardan el dinero de la gente Son bancos que en realidad no tienen activos propios. Toman el dinero de los inversores y lo invierten en otros valores, quedándose con una parte de los beneficios. Por eso son el eslabón más débil cuando las bolsas se hunden- o el dinero que la Unión Europea va a invertir en hacer algo parecido, no es dinero del Estado norteamericano ni de la Unión Europea. Es dinero de los norteamericanos y los europeos que pagan sus impuestos. Ciudadanos que no recibían nada cuando esas empresas que ahora están rescatando obtenían beneficios y que no recibirán nada cuando los vuelvan a obtener. Se da a sí la paradoja de que las empresas están compuestas de socios que se reparten beneficios cuando hay ganancias, pero no pagan las pérdidas, y el Estado son ciudadanos que pagan las pérdidas pero no se reparten beneficios cuando hay ganancias. Quizás por eso se le llame rescate y no nacionalización. Nadie espera que le den nada a cambio por efectuar un rescate, y sin embargo, si una empresa se nacionaliza, alguien podría exigir, como miembro de una nación –y con mayor razón aún si con su dinero se ha sacado a flote esa empresa- que se le contara entre la nómina de socios de la empresa nacionalizada –en teoría, si una empresa es nacional sus socios son todos los miembros de esa nación- y reclamar su parte del pastel. Este es el nuevo sistema económico que se nos va a imponer, una vuelta de tuerca más en el capitalismo o quizás la misma de siempre. Y no se diga que esto es una simplificación La cosas son así de simples. Basta un poco de sentido común para darse cuenta. Y tampoco se diga que es demagogia. Demagogia sería decir que hay que preguntar a los ciudadanos qué quieren que se haga con su dinero. Decir que el dinero que los ciudadanos han puesto para salvar a una empresa remita en beneficio de esos mismos ciudadanos es justicia social.
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