lunes, 27 de enero de 2014

Responsabilidad

 La responsabilidad, al igual que el deber, es uno de esos conceptos que suelen asociarse con un pensamiento conservador, incluso reaccionario. Sin embargo, la responsabilidad es la condición de posibilidad de la libertad, en tanto en cuanto la asunción de las consecuencias de nuestras acciones; acciones que, si no fueran libres, no generarían esa necesidad de asumir sus consecuencias, es decir, no generarían responsabilidad. De tal forma que, si el ser humano es libre –y necesariamente lo es- entonces es responsable de sus actos y es responsable de sus actos precisamente porque es libre. . de esta manera, y desde el momento en que una sociedad sólo puede ser entendida como un conjunto de individuos libres e iguales que entran en relación, la responsabilidad es la base de la sociedad y una sociedad donde sus miembros no asumen las responsabilidades derivadas de sus actos libres es una sociedad en descomposición  donde los individuos, al renegar de su responsabilidad, reniegan por lo mismo de su libertad entregándose ellos, y entregando por tanto a la misma sociedad, a un sistema totalitario.
 Si la responsabilidad se entiende como se ha descrito más arriba –como el fundamento de la libertad- no puede ser a la vez entendida como algo que viene impuesto desde instancias ajenas y exteriores al propio sujeto. Es decir, la responsabilidad no consiste en cumplir fielmente una obligación que se le impone al individuo. Uno no es responsable por obedecer un mandato, sino por obedecerse a sí propio o, lo que es lo mismo, uno no es responsable por realizar un acto, sino por asumir libremente las consecuencias de los actos que realiza. Y, volviendo al principio, uno sólo puede asumir las consecuencias de los actos que realiza si presupone que estos actos son libres.
 Es por ello que renegar de la responsabilidad de nuestros actos supone renegar de nuestra propia libertad. Es lo que Sartre denominaba “mala fe”. Aquel que no se considera responsable es porque no se considera libre, porque utiliza la excusa de la obediencia o el mandato –o de las circunstancias sociales, históricas económicas o políticas-  para no asumir las consecuencias de aquello que hace. Pero, y esa es la base de la mala fe, el ser humano es libre quiera él o no; está, también en palabras de Sartre, condenado a ser libre. Condenado a ser libre porque no tiene más remedio que serlo, porque no tiene más remedio que elegir entre una multiplicidad de opciones de acción –y no elegir también es una elección-  , elija lo que elija, desde el momento en que justamente elige, demuestra su libertad; porque siempre puede negarse a obedecer y, por ello, la consecuencias que se sigan de su acto de obediencia son responsabilidad exclusiva suya. Y condenado a ser libre porque es responsable del resto de los sujetos que le rodean en la medida en que sus actos libres tienen una repercusión en el resto del conjunto. Por eso negar la propia libertad e actuar de mala fe: porque se niega, o se elude, la responsabilidad con los demás y, por tanto, la propia condición humana.
 Aunque de lo dicho hasta ahora se desprende que todos tenemos una cierta responsabilidad para con los demás -la que nos hace ser seres humanos- en tanto en cuanto vivimos en una sociedad que tiene su sentido en el hecho de que está compuesta por ciudadanos libres, y por lo mismo la negación  de esa responsabilidad necesariamente conduce a la negación de la sociedad y su sustitución por un sistema en el cual sea el Estado el que asume esas responsabilidades, es decir, un sistema totalitario, hay que ser también conscientes de que la responsabilidad individual, en cuanto tal, tiene unos límites. Y de que la responsabilidad, como base de la libertad, solamente hace referencia al individuo: no hay, porque no puede haberla, una responsabilidad de la especie. Es por ello que todas aquellas teorías que exigen una responsabilidad con las generaciones venideras –una responsabilidad de especie, por tanto-, y que se encuadran en la denominada New Age, se sitúan necesariamente en un plano irracional. Porque es muy difícil desde la racionalidad –y también, por qué no, desde la razonabilidad- exigir a un individuo responsabilidad personal –la única que cabe, como hemos, visto- por acontecimientos que se producirán, si es que se producen, en un futuro más menos lejano e incierto –en todo caso, cuando él ya no esté vivo, y, por tanto, no pueda ser responsable de nada-  y que afectarán si es que afectan, a un número indeterminado de individuos por venir. Porque como decía Hume, nos es imposible saber que ocurrirá en el futuro.

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