martes, 19 de febrero de 2013

¿Qué es España?


La lógica nos enseña que la falacia de composición consiste, a grandes rasgos, en confundir la parte con el todo –estrictamente hablando consiste en inferir la verdad del todo a partir de la verdad de las partes-. La lógica es importante no sólo porque es la guía de un pensamiento estricto, sino también porque permite descubrir cuándo este pensamiento está ausente, bien por la falta de capacidad intelectual del agente, bien porque éste tenga como objetivo último el engaño. Lo que viene a querer decir que la lógica no sólo sirve para pensar bien, sino también para que no nos engañen. Traigo esto a colación porque en los últimos días se han dado en la vida política y social dos ejemplos claros de la citada falacia de composición, que, precisamente por la falta de lógica, han pasado inadvertidos –o al menos eso ha parecido- a los medios de comunicación y, en consecuencia, a la población en general. Dos ejemplos que, además, muestran bien a las claras la visión que de España tienen nuestros gobernantes y nuestros empresarios o, lo que es lo mismo, aquéllos a los que más se les llena la boca con el término “España” y los que más presumen de su espíritu patriótico.
 El primero de estos ejemplos es la nacionalización por parte del gobierno boliviano de la empresa que gestionaba los tres principales aeropuertos del país, propiedad de la española Abertis y, a la vez, participada por AENA. No voy a entrar ahora en discutir lo acertado de la medida de las autoridades bolivianas, si es cierto que la citada empresa no invertía lo suficiente o si, a partir de ahora, en esos aeropuertos lo único que van poder aterrizar son aviones de juguete. Lo que entra de lleno dentro del ámbito que hemos tratado más arriba ha sido la reacción del ministro de Asuntos Exteriores –y por lo tanto del Gobierno- ante el hecho. Dicha reacción incide plenamente dentro de la falacia de composición, pues según el señor ministro dicha expropiación es un grave ataque contra los intereses de España y un perjuicio para éstos, con lo cual confunde el todo –España- con la parte –la empresas o empresas españolas- y lo que es  cierto para la parte –que, evidentemente la citada nacionalización supone un ataque contra sus intereses y un perjuicio para ella- se considera verdad para el todo –para toda España-. No es la primera vez que el señor ministro dice algo así. Ya lo hizo cuando el gobierno argentino expropió YPF, filial de Repsol. Y la verdad es que lo que supone un ataque y un perjuicio para los intereses de España –de todos los españoles- es más bien la situación económica y social creada por este gobierno, a la cual no son del todo ajenas las empresas, tanto las que han sido expropiadas como las que no, y no que a una de éstas les quiten sus negocios en el extranjero. El señor ministro de exteriores y el gobierno de España ofrecen, al caer en esta falacia, una muestra clara de lo que entienden por España: España son sus empresas y los intereses económicos que manejan, y no el conjunto de la ciudadanía que se está muriendo de asco.
 Podemos relacionar este ejemplo con otro, cuyo tratamiento por parte de las autoridades y de sus medios afines cae también dentro de la falacia de composición: la situación de Iberia y, en concreto, la huelga que están llevando a cabo sus trabajadores. Para estos señores esta huelga es algo que España no se puede permitir. Hombre, yo más bien creo que los que no se pueden permitir perder su empleo los trabajadores a los que van a despedir. Pero dejando esto aparte, en este caso ya no sólo se habla de los daños económicos para el país, sino que incluso se apela al espíritu nacional y patriótico y se alude a la posible desaparición de la compañía de bandera de España, aquella que lleva los colores de la enseña nacional. Quizás lo que deberían de decir es que la compañía de bandera española ya no es española, sino inglesa, puesto que fue adquirida por British Airways y que los colores de la enseña nacional han quedado reducidos a una compañía Low Cost, que es lo que ha quedado reducido también el país que representa: a un país Low Cost. Como tampoco dicen que el acuerdo al que llegaron los trabajadores con la sección española de la compañía fue rechazado por la matriz británica lo que convierte a la empresa en la única responsable de la situación. En este caso, la falacia de composición es todavía más flagrante, puesto que no confunde a una empresa española con España, sino a una compañía inglesa con España. Que es lo mismo que confundir la tortilla española con la francesa o el “fish and chips” con una merluza a la vasca. Y es que yo, cuando quiero, también se ponerme patriótico.

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