sábado, 23 de febrero de 2013

23-F



 El ser humano es un animal simbólico. Se alimenta de símbolos y se reconoce en ellos. Su pensamiento y su lenguaje, aquello que le permite entrar en contacto con la realidad que le rodea, crearla y transmitirla son símbolos y precisamente por eso puede convertir en símbolo cualquier hecho, haciendo que trascienda así su cotidianidad. De ahí que las fechas, meras medidas del paso del tiempo, se  vuelvan también símbolos, símbolos con los cuales algunos se identifican y otros, porque comprenden el significado subyacente el simbolismo, no. El 4 de julio, el 14 de julio, el 20 de noviembre, 1789, octubre de 1917. El título de este escrito es también una fecha, una fecha que se ha convertido en un símbolo que tiene una significación precisa para todos aquellos que pasan de los cuarenta. Permítaseme, entonces, que yo no me identifique con él.
 La estrategia es fundamental en la acción política, porque demuestra la racionalidad de esa acción. Una buena estrategia tiene que tener en cuenta no sólo la oportunidad del momento, las condiciones sociales en que las que esa acción se lleva a cabo, condiciones que son, en términos generales, objetivas, sino también las condiciones subjetivas, lo que la ciudadanía tiene en su cabeza, sus pensamientos, sus creencias y su ideología –su falsa conciencia-, en suma, sus símbolos. Y también, por supuesto, hay que estar muy atento a la utilización que el adversario político pueda hacer de esa acción. Teniendo en cuenta todo esto, todavía no me entra en la cabeza quién ha sido el genio de la estrategia al que se le ha ocurrido convocar una manifestación el 23 de febrero, una manifestación que, para mayor desdoro del convocante, finaliza a escasos metros del Congreso de los Diputados. Sólo dos razones se me ocurren para ello: primera, que el susodicho convocante –o convocantes- sean unos ignorantes que no saben que el 23 de febrero del año 1981 el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina, irrumpió pistola en mano en ese mismo Congreso que ahora todos se empeñan en rodear o en ocupar o en no se sabe muy bien qué, secuestrando a los diputados y, con ellos, a la soberanía popular y la democracia. Una fecha muy oportuna por tanto -por mucho que en el cartel figure en pequeñito, al lado de los caracteres “23-F”, el año 2013- para que el PP y sus medios afines nos recuerden precisamente ese hecho. Y es que no sé que tienen en la cabeza estos integrantes de la “nueva izquierda” que lo único que hacen es darle coartadas a la derecha. Ahora que por fin su corrupción atávica ha salido a la luz, se las apañan para ofrecerle en bandeja una nueva cortina de humo. Ya puestos, podían haberse manifestado el 18 de julio.
 La segunda razón que se me pasa por la mente es que, conociendo el simbolismo y la relevancia de la fecha, quieran utilizarla como pistoletazo de salida para esa regeneración democrática de la que tanto hablan pero que tan poco explican. He de reconocer que si esta es la razón no soy capaz de captar la asociación simbólica, a no ser que crean que Tejero también intentó una regeneración democrática, o que estén rizando el rizo intentando desligar al 23-F de su actual simbolismo, porque crean que los tiempos que vivimos son producto de aquél hecho e intenten darle otro nuevo.. Eso, o la primera razón, porque si uno se manifiesta con una cruz gigante a la cabeza de la marcha, intentando simbolizar con ello el sacrificio del proletariado o algo así, les puedo asegurar que cualquiera que lo vea lo primero que pensará es que es una procesión En todo caso, pienso que habría sido mucho más oportuno manifestarse el 22, o el 24, o mejor el 27, cuando millones de españoles salieron a la calle para defender el sistema democrático y repudiar la asonada militar.
 De todos modos, algo deben saber los convocantes de la protesta de simbolismo cuando se hacen llamar a sí mismos “Izquierda Anticapitalista”. “Izquierda Anticapitalista” es una tautología, porque toda la izquierda es anticapitalista por definición. Y ahí es donde está el simbolismo: supongo que consideran que hay una izquierda capitalista –la izquierda parlamentaria, imagino- pero que precisamente por ser capitalista no es izquierda. Así que ellos, con su denominación pretenden constituirse en la esencia de la izquierda, por eso insisten en lo de “Anticapitalista”. A mi me parece muy bien que se llamen como quieran, pero si quieren hacer honor a su nombre quizás deberían empezar por exigir un cambio de sistema económico –no político- y no reivindicar derechos que tienen más que ver con el Estado del Bienestar capitalista que con una economía socialista. Ojo, derechos sociales que todo el mundo tendría que tener, con lo que entraríamos a discutir que a lo mejor no todo el capitalismo es tan malo. Pero esto se sale ya del objetivo inicial de este artículo, que, en realidad, no era otro que decir que yo no me manifiesto un 23-F porque no me da la gana.

No hay comentarios: