Allá por el siglo XIX, el matemático
y lógico alemán Gottliob Frege estableció que el significado de un término es
la conjunción de lo que el llamó “referencia” y “sentido”. La referencia sería
el objeto empírico denotado por el término, un objeto existente en la realidad
que la referencia se limitaría a señalar, mientras que el sentido sería el modo
como se daría esa referencia en el mundo, o, lo que viene a ser lo mismo, una descripción del objeto al
que ese término haría referencia. Para que todo el mundo lo entienda, la referencia
del término “mesa” sería el objeto “mesa”, mientras que su sentido podría ser
algo así como “mueble para escribir”. Llegados a este punto Frege cayó en la
cuenta de una situación paradójica: se puede dar el caso –y de hecho se da- de
que nos encontremos con términos que tendrían sentido, pero no referencia. Así,
la expresión “el presidente de la III República”, sería el sentido de un término
que no tendría referencia, puesto que no existe en el mundo un objeto tal que
sea el presidente de la Tercera República. Este tipo de expresiones o términos,
que tendrían sentido pero no referencia, no tendrían, por consiguiente,
significado
Suerte tuvo Frege
de vivir en el siglo XIX en Alemania, y
no en el siglo XXI en España, porque habría tenido que contemplar como el PP echaba
por los suelos el pilar de su sistema semántico. Y es que la citada formación
política ha presentado una demanda contra “el autor de los papeles falsos”
publicados por el diario El País, añadiendo a continuación, eso sí, que según
el citado diario “es D. Luis Bárcenas, aunque él ya lo ha negado en repetidas
ocasiones” o algo así. “El autor de los papeles falsos” es el sentido de un
término que, según el PP, no tiene referencia, pues en ningún lugar de la
demanda se cita a ésta. Sería, por tanto, una expresión sin significado, al
carecer de referencia, de tal manera que habría presentado una demanda que no
significa nada –en un sentido semántico, por supuesto: en sentido político no
cabe ninguna duda de que no significa, efectivamente, nada-. Han demandado a
una entidad desconocida, a un ente de ficción como podría serlo –en el ejemplo
del propio Frege- “el asesino de Aristóteles”. Y como de lo que no puede hablar
–porque no significa nada-lo mejor es callar, que decía Wittgenstein, ellos, en
efecto, se callan y no dicen nada del susodicho Luis Bárcenas. Eso si, para que
no se diga que presentan demandas sin significado en la misma denuncia incluyen
al citado diario El País, éste si, con sentido y referencia.
Este,
en fin, es el último capítulo del circo grotesco –o del festival del humor,
según se mire- que han montado los dirigentes del PP en torno al asunto
“Bárcenas”, que incluye negaciones de negaciones –afirmaciones, por tanto-
amnistías fiscales que luego no son tales pero si lo son aunque a este señor no
le vamos a dejar acogerse a ellas aunque ya lo haya hecho, despidos de
trabajadores que no estaban contratados por estar imputados aunque a un
trabajador no se le pueda despedir por estar imputado, discursos marxistas –de
Groucho, no de Karl-, invenciones de figuras legales como el “finiquito
diferido”, anuncios de demandas que no se producen pero luego si demandamos a
otros que no son a los que íbamos a demandar al principio y, por supuesto esa
costumbre tan española de que aquí no dimite nadie porque, al fin y al cabo, la
responsabilidad no es mía. Es del señor de al lado o de una quimera intangible
como “el autor de los papeles falsos”.
A
mi todo esto al principio me hacía gracia, lego empezó a resultarme un poco
cargante y, al final, me estoy empezando a hartar de que me tomen el pelo. Mal
está que gobiernen para los intereses particulares de unos cuantos
conglomerados empresariales, peor está que mientan, pero que ofendan mi
inteligencia ya me parece una falta de respeto. Y aunque Goebbels dijera que
una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, a él, al final, las
suyas no le sirvieron para nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario