Spinoza sabía que la razón era capaz
de dominar a las pasiones y que en esto consistía la liberación del individuo.
Pero también sabía que sólo el sabio, el que había conseguido alcanzar la beatitudo del amor intellectualis Dei, era capaz de escapar a la tiranía de sus
pasiones. La masa se dejaba guiar por ellas –como él muy bien pudo comprobar
cuando ésta asesinó a sus mentores los hermanos De Witt- y por ello era
necesaria la tolerancia. La tolerancia y la precaución, por eso su sello se
adornaba con el lema caute: cuidado.
La recomendación de Spinoza nunca me ha parecido baladí. Es por ello que ante ciertos
temas que tienden a excitar las pasiones de la mayoría, que se analizan desde
los sentimientos y no desde la razón, he preferido siempre mantener un prudente
silencio. Uno de esos temas que parecen escapar a toda reflexión racional es el
actual problema de los desahucios. El desahucio se ha convertido en un
acontecimiento moral absoluto, independiente de sus agentes, en el cual el desahuciado
siempre es bueno y el desahuciador siempre es malo. Porque no hay asunto que
nos toque más el corazón que ver a alguien expulsado de su casa y durmiendo en
la calle. Supongo que es un sentimiento atávico, producto de la necesidad vital
de nuestros primeros antepasados de encontrar refugio y alimento. Por ello es
tan difícil de racionalizar.
Es
difícil, ciertamente, hasta que hace su aparición algún acontecimiento asociado
o relacionado con él que sí entra de lleno en el campo de la razón, que escapa
al puro sentimiento y que puede ser, en consecuencia, examinado racionalmente. Ese
acontecimiento ha resultado ser la manifestación –por llamarlo de alguna
manera- que algunos miembros de la llamada Plataforma de Afectados por la Hipoteca,
realizó por los distintos domicilios de algunos diputados valencianos del PP
con el propósito de presionarlos –o coaccionarlos- para que votaran a favor de
la Iniciativa Legislativa Popular recientemente aceptada por el Parlamento para
modificar la Ley Hipotecaria. Este asunto ya no tiene nada que ver con el
sentimiento. Coaccionar a un diputado –que es un representante del poder
popular, nos guste o no- para que vote
lo que un conjunto de ciudadanos o un grupo de presión quiere que vote es
atentar directamente contra los fundamentos de la democracia. Y puesto que la
democracia constituye el deber ser del sistema social: lo moral, cualquier
acción que la socave –cualquiera, da igual de qué lado venga: por eso
criticamos las acciones de los conglomerados financieros que van en esa línea-
es inmoral, por mucho que el fin que persiga nos parezca, desde el sentimiento,
bueno.
Y
es que en problema de los desahucios interviene muchos factores que han quedado
ocultos u oscurecidos por el aluvión de pasiones que levanta y que tienen que
ver con la responsabilidad personal, con un concepto de justicia a mi modo de
ver mal entendido, con el mal gobierno y con la ceguera ante un paraíso
artificial que tarde o temprano tenía que desaparecer. Es una de esas
cuestiones en las que se necesitaría analizar cada caso por separado y detenidamente.
Pero en lo que fundamentalmente se ha convertido es en una cortina de humo que
nos esconde el verdadero problema. Y es que el drama que se está viviendo en
este país no es el de los desahucios. El desahucio no es más que el síntoma o
la consecuencia de la verdadera enfermedad, que es el desempleo. Cualquier
decisión que se tome en vistas a erradicar los desalojos no va a solucionar
nada. Ni la dación en pago, ni las moratorias, ni el alquiler social van a
evitar los desahucios, porque aquél que no tiene trabajo, ni posibilidad de
conseguirlo, se quedará en la calle si entrega su piso al banco, no podrá hacer
frente al pago de su hipoteca ni hoy no dentro de cuatro años ni podrá pagar un
alquiler social. Y curiosamente, contra el desempleo no protesta nadie. La
última huelga general convocada contra la Reforma Laboral que ha sido el
disparadero de la situación de paro masivo en la que nos encontramos fue
seguida por una mínima parte de la población. Y eso lo saben muy bien quienes
ostentan el poder. Por eso, en el fondo, les interesa que se les presione con
esta cuestión y por eso aceptan Iniciativas Legislativas Populares y muestran
su comprensión para con los afectados. Mientras esto siga así nadie se acordará
del verdadero problema, ese que no les interesa tocar porque les viene muy bien
para recortar derechos laborales y sociales bajo la amenaza del despido y para
mantener un ejército de reserva que permita rebajar los salarios y aumentar las
horas de trabajo –lo que llaman “productividad”- . Y aunque las pasiones casen
muy mal con la política, la razón tiene la mala costumbre de desvelarnos
lo que a nadie le conviene que se desvele.
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