viernes, 22 de noviembre de 2013

Realidad

 Para empezar he de aclarar que en este artículo no voy a decir qué es la realidad. Más bien me limitaré a exponer qué no es o, más exactamente, a poner en duda aquello que un mal llamado “sentido común” nos dice acerca de la realidad. Y es que si hay una idea contraintuitiva en el campo del pensamiento ésa es precisamente la “realidad”. Y no sólo, como quizás se podría pensar, en el campo del pensamiento filosófico, sino también en el científico. Así, un neurobiólogo me diría que esta mesa que tengo delante no es realmente una mesa, sino tan sólo un conjunto de estímulos  que provocan reacciones electroquímicas en mi cerebro  a las que éste da el nombre de “mesa”. De la misma manera un físico me explicaría que la solidez de la mesa que yo capto en realidad no es tal, puesto que la materia que yo veo real no es más que un conjunto de partículas subatómicas en constante movimiento.
 Lo primero con lo que suele confundir la realidad es con la verdad. Así, se tiende a pensar que aquello que es real es ya inmediatamente verdadero, y que todo lo verdadero es real. Sin embargo, si profundizamos un poco, no tardaremos en caer en la cuenta  de que la idea de verdad va más allá de una simple identificación con la realidad  En efecto, ya desde pequeños se nos ha enseñado que decir la verdad está bien y mentir, en cambio, está mal. Perece pues, que el concepto de verdad incluye un contenido moral. De esta forma, si afirmamos que algo es real porque es verdadero, o que es verdadero porque es real, parece que, de alguna forma, estaríamos afirmando que ese algo, que es real y verdadero, también es bueno. Así que si un asesinato, por ejemplo, es real, y por lo tanto es verdad que ha ocurrido, parece que implícitamente habría que admitir que, puesto que es verdadero, es bueno. Y como lo bueno es a su vez deseable estaríamos afirmando que es deseable que se cometan asesinatos, lo cual no parece muy acorde con el sentido común. Habría que admitir, entonces, que es posible que existan realidades falsas.
            En segundo lugar, tiende a considerarse como real aquello que captamos por medio de los sentidos. Si podemos ver, tocar u oler un objeto es porque ese objeto está ahí delante de nosotros y, por tanto, es real. Ya hemos dicho más arriba lo que la ciencia –la psicología, la neurobiología o la física- opina de esta afirmación. Descartes ya puso en duda la validez del testimonio de nuestros sentidos. Pero incluso el empirismo moderno, con Hume a la cabeza, propuso que la realidad que nosotros creemos conocer no es la que captan nuestros sentidos, sino la que se representa en las ideas que nuestra imaginación se forma a partir de la experiencia de aquéllos. Cuentan que Ortega y Gasset, en las conferencias que en las tardes madrileñas ofrecía a las señoras de alto copete de la burguesía capitalina, mientras mostraba media manzana oculta en la palma de su mano preguntaba al auditorio que era lo que aquél veía; ante la multitudinaria respuesta :”una manzana D. José” este abría su mano y mostraba la media manzana.
 En tercer lugar, y en términos muy generales, se podría decir que la realidad es todo lo que existe. Y esta definición podría ser más o menos adecuada si nos atenemos a lo que es exclusivamente la existencia y no vamos más allá, es decir, no hacemos extrapolaciones de nuestros pensamientos a una supuesta realidad extramental. Sí yo tengo la idea de un elefante rosa en biquini –algo que, por cierto, hace mucha gracia a mis alumnos- lo que existe –y por tanto es real- es la idea de semejante ser, y no el elefante en la realidad. De la misma manera, si alguien tiene la idea de una república ideal, de que su pareja le engaña o de la solución a la crisis económica, ha de ser consciente de que lo que existe, lo real, es esa idea, y no los objetos de los que es representación. Si esto no se tiene claro se acaba en el dogmatismo, cuando no en la locura de confundir la realidad con nuestras ideas acerca de la realidad.
 ¿Qué es entonces la realidad?. En principio, creo que lo único que se podría decir es que la realidad la construye cada sujeto –sea este sujeto un individuo o una sociedad- en su relación cotidiana con aquello que no es él. La realidad es, así, una construcción humana y, precisamente por ello, hay que desconfiar siempre de ella. El ser humano necesita una realidad, una realidad que le resulte cómoda y a la que poder aferrarse. Por eso huye de la realidad que le obliga a pensar una y otra vez sobre ella y se refugia en otras realidades construidas a su medida, realidades que ponen a su alcance todo cuanto se puede esperar de una realidad que lo acoja y no se le enfrente. Por eso, hoy en día, la mejor metáfora de la realidad- incluso algo más que una simple metáfora- es un centro comercial.

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