martes, 11 de diciembre de 2018

La izquierda y la élite


Es curioso como la ideología puede ser la más grave causa de ceguera. De ceguera histórica, social y política, en el caso que nos ocupa y que nos va a seguir ocupando. Una ceguera que lleva a los analistas políticos y a los expertos de toda laya a devanarse los sesos acerca de las causas por las que la ultraderecha, o más bien una remedo de la ultraderecha tradicional –la ideología sigue nublando la visión de algunos- esté ganando cada vez más terreno en occidente. En EEUU gobierna, en Italia también gobierna –en coalición con la ultraizquierda, por si alguien no lo sabe-, en Francia hace tiempo que es una opción política como cualquier otra y en España acaba de obtener 12 diputados en un parlamento regional de 109.
            El caso es que todo el mundo, sobre todo la izquierda, se pregunta por las causas de esta situación. Y la niebla ideológica les impide ver lo que, a mi parecer, es la respuesta más evidente. Desde hace mucho tiempo el discurso de la izquierda se ha convertido en el discurso de la élite. El ecofeminismo, el multiculturalismo, el animalismo y algunos otros “ismos” más configuran un lenguaje político que está especialmente dirigido a una élite urbana culta –o más bien semiculta- mientras que los intereses de los trabajadores son dejados de lado en estos nuevos alegatos de la izquierda. Lo que queda para la clase trabajadora es el paternalismo populista que les viene a decir que van a hacer todo lo que es mejor para ellos, teniendo en cuenta que los únicos que saben lo que es mejor para ellos es la élite política –lo que antes se llamaba, salvando las distancias la “vanguardia del proletariado”. Así, vemos como lo que prima en los análisis de las últimas elecciones andaluzas en las formaciones de izquierda es el desprecio de la élite hacia la chusma trabajadora que ha votado a la extrema derecha, negándoles no solo el derecho a votar a quien les de la santa gana, faltaría más, sino también la capacidad intelectual de elegir lo que consideran mejor. Se les considera un rebaño de retrasados que deben ser dirigidos porque si no, no saben lo que hacen. Es el totalitarismo en su estado más puro.
Por bajar a las cabañas de los ejemplos prácticos y no quedarnos en el limbo de las ideas, las medidas que está tomando el ayuntamiento de Madrid con el objeto de proteger la salud de los habitantes de la ciudad, -y porque ellos consideran que es lo mejor para todos, porque esos todos, en realidad, no saben lo que quieren ni lo que les beneficia, y es necesario que los maestros se lo enseñen- a la única que beneficia es a la burguesía urbana que vive en el centro de Madrid, mientras que los trabajadores que viven en la periferia y han de desplazarse para trabajar a la capital y además en vehículos diésel porque son más baratos de mantener, se ven claramente perjudicados. De la misma manera, que nadie se engañe, las protestas que estamos contemplando estos días en París contra la subida de los carburantes y de los impuestos en general –otra de las preocupaciones de la izquierda- no están protagonizadas por grupos de marginados, ni de revolucionarios profesionales, ni de anarquistas, sino por miembros de la clase media que ya están hartos de una situación que les castiga cada vez más con la aquiescencia de sus supuestos aliados de clase, y que no es de extrañar que en las próximas elecciones voten al Frente Nacional
            Lo que debería habernos enseñado la Historia y parece que algunos no han aprendido, es que la clase trabajadora, cuando ve que la izquierda abandona sus intereses por los de una intelligentsia muy alejada de ella, se vuelca con la ultraderecha, que sabe aprovecharse de estas situaciones. Pasó en Alemania, pasó en Italia y pasó en España cuando miembros de la CNT se pasaron masivamente a las filas de Falange. Tiene razón el señor Errejón cuando dice que en Andalucía no hay 400.000 fascistas. Por supuesto que no, posiblemente no haya ni tres –aunque a los intereses del señor Errejón y otros como él les convenga que los haya, o al menos hacer creer que los hay- Lo que hay son 400.000 trabajadores que se han cansado de que les tomen el pelo y que ven como sus problemas siguen sin resolverse mientras que sus dirigentes políticos se dedican a hablar de heteropatriarcado, de alianza de civilizaciones, coquetean con el nacionalismo burgués, este sí fascista, y les dicen que no coman carne porque la carne es mala, hay que proteger a los animalitos y los pedos de las vacas son la causa del cambio climático.

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