viernes, 4 de abril de 2008

La Agonía del comunismo o de por qué no han entendido nada

Voy a aclarar algo que afirmé no hace mucho acerca de que el PCE estaba muerto políticamente. Entiendo que todo partido comunista -de ideología consiguientemente marxista- tiene como objetivo último la consecución de un modo de producción y un sistema social y político de corte socialista. A poco que se conozca el pensamiento de Marx se sabe que éste dejó muy claro que un sistema socialista sólo podría darse cuando estuvieran desarrolladas tanto las condiciones sociales objetivas como -y esto es lo que se suele olvidar- las subjetivas. Es decir, no sólo es necesario que las fuerzas productivas rompan el marco de las relaciones de producción, sino que además esto se refleje en la superestructura de la sociedad y que -como aportó Gramsci- la psique social esté dispuesta a vivir en un sistema socialista. No sólo basta con que las contradicciones sociales salgan a la luz, además es necesario que los individuos sean conscientes de ellas y de la necesidad de su superación en el socialismo. No se puede implantar un régimen socialista en un país subdesarrollado económicamente -ya dejó también dicho Marx que el socialismo no puede ser el reparto de la escasez- pero tampoco se puede imponer el socialismo cuando la mayoría de la población está en contra de él- ya sea por convicción política o por ignorancia, en todo caso porque no se han transformado las formas de conciencia ideológicas de la superestructura-. Si esto ocurre, el Partido en el poder es tan débil que se ve obligado a recurrir a la coacción y a la violencia física para mantenerse, tiene la necesidad de eliminar las libertades del sistema burgués (recurriendo de nuevo a los clásicos Marx escribió que el socialismo no debía anular las libertades y los derechos burgueses, que constituyen en última instancia un logro y un progreso social, sino desarrollarlos hasta que alcanzaran su máxima plenitud) y no puede convocar elecciones porque éstas le borrarían del mapa político, obviando la afirmación de Engels de que la forma propia de la dictadura del proletariado es la república democrática -democrática de verdad, no como las antiguas repúblicas democráticas de los países del Este que de democráticas sólo tenían el nombre-.

Todo esto viene a cuento de lo siguiente. Cualquier marxista mínimamente informado sabe que hoy en día se dan, si no todas, si una gran parte (y en todo caso las que hacen referencia al desarrollo económico) de las condiciones objetivas necesarias para el cambio de sistema, pero no se da ninguna de las condiciones subjetivas. Aunque sea una obviedad dentro del pensamiento marxista no está de más recordar que un cambio en la infraestructura no produce de manera inmediata un cambio en la superestructura. Este cambio en la base de las condiciones subjetivas hay que desarrollarlo, hay que provocarlo. Y esta es la función que el PCE y otros partidos comunistas y grupos de la izquierda marxista europeos no han sabido llevar a cabo. Han abandonado la labor imprescindible de educación de la masa social -con el Partido como vanguardia en el sentido gramsciano (y yo diría también que leninista) de liderazgo moral, intelectual y político de la clase trabajadora, no como caudillo indiscutible- por el afán profundamente burgués de alcanzar el poder a toda costa. Y ese ha sido su suicidio político. El PCE ha renunciado a su esencia marxista -si es que alguna vez la tuvo, aunque mantenga el nombre, desde luego no en su época estalinista de la que aún quedan restos- y se ha alineado en el mismo campo que otras fuerzas de la izquierda política, a saber, el PSOE. Ante dos partidos de izquierda que mantienen idénticas posturas ideológicas -y esta es la idea que sostengo: que aunque sus programas políticos sean distintos su estructura ideológica es idéntica- el más débil necesariamente ha de ser absorbido por el más fuerte y desaparecer, o unirse a él e intentar más o menos sobrevivir. Aunque el PCE siga hablando de revolución ha de saber que en las actuales condiciones subjetivas -propiciadas, entre otros, por él mismo como Partido- ésta es imposible y su propia estructura ideológica la imposibilita todavía más. El PCE, por lo tanto, está muerto y enterrado. Y desde un punto de vista estrictamente marxista seguiría muerto aunque obtuviera doscientos escaños.

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