viernes, 11 de abril de 2008

Revolución es educación

Hoy en día la Revolución -con las condiciones sociales objetivas y subjetivas existentes- es una tarea imposible. Y voy a tratar de explicar por qué. Para empezar, es evidente que la revolución no la van a llevar a cabo -ni hoy ni nunca- un montón de niños burgueses con rastas y palestinos que ocupan locales para pasárselo bien y juegan precisamente a eso: a hacer la revolución. La revolución no es un juego, aunque tampoco tiene que ser necesariamente violenta. Una revolución es un cambio en las relaciones de producción, en las relaciones sociales y en la psique de la población que supone un progreso hacia la liberación efectiva de los seres humanos. Y ese cambio no tiene porqué ser violento ni tiene porqué conducir al derramamiento de sangre ni al enfrentamiento civil. Puede ser pacífico, e incluso gradual. Según la teoría clásica marxista de la revolución ésta se produce cuando el desarrollo de las fuerzas productivas no puede seguir conteniéndose dentro del marco de las relaciones de producción, cuando el desarrollo de las fuerzas productivas deja obsoletas a las relaciones de producción y las contradicciones sociales salen a la luz. Ahora bien, según la teoría clásica también es necesario que la población tome conciencia de esas contradicciones y de la necesidad del cambio social, de la necesidad de la revolución. Si esto no ocurre entonces ésta tiene que manifestarse como un golpe de fuerza, el poder resultante será un poder débil que no contará con el apoyo de la masa social y tendrá que transformarse -para contener a la contrarrevolución- en un sistema totalitario que anule la libertad de los individuos. Si, como hemos dicho, toda revolución debe constituir un progreso en la liberación del ser humano un proceso de este tipo no puede ser considerado una revolución y el régimen resultante de él no será un régimen revolucionario.
El centro de la posibilidad de la revolución se sitúa en las condiciones sociales tanto objetivas como subjetivas. Si estas condiciones están desarrolladas la revolución en su sentido más estricto será posible, si no lo están será imposible y nos encontraremos ante una situación como la descrita más arriba. Es muy común escuchar desde ciertas posiciones de la izquierda que las condiciones están ya dadas, sin embargo la revolución no se produce lo que lleva a los teóricos de la izquierda a romperse la cabeza intentando encontrar un porqué y en eso se les van todas las fuerzas. Y la respuesta está clara. Si no se da la revolución es porque las condiciones sociales no están desarrolladas y en vez de perder el tiempo elucubrando sobre las causas de por qué no se da el cambio revolucionario los intelectuales de izquierda deberían emplearlo en algo mucho más práctico, por ejemplo en propiciar el desarrollo de esas condiciones.
Las condiciones necesarias para permitir una revolución son objetivas y subjetivas. Las condiciones objetivas fueron descritas por Marx y tienen que ver con el desarrollo de las condiciones materiales, la existencia de una clase revolucionaria lo suficientemente culta como para poder tomar bajo su control los medios de producción y el gobierno del Estado y la posibilidad de que la revolución se de en todos los países del entorno, porque si sólo se da en un país éste no podrá soportar la presión -no sólo militar sino sobre todo ideológica- de verse rodeado de Estados enemigos de la revolución. De estas condiciones la primera se cumple en los países occidentales, pero no en los países de América Latina donde muchos izquierdistas europeos ilusos o torticeros han puesto las esperanzas de la revolución socialista. En estos países el socialismo supone el reparto de la escasez con lo cual, en palabras del propio Marx, "ha vuelto otra vez la misma mierda de antes". Y esto ni es socialismo ni es revolución.
El segundo grupo de condiciones, la existencia de una clase revolucionaria culta, es ya muy dudoso que se de incluso en los países occidentales. La cultura de la masa social es cada vez más escasa -por no decir inexistente-. Nadie en su sano juicio puede hoy pensar que los trabajadores de una fábrica -esos que nos encontramos todas las mañanas en el Metro leyendo el Marca, esos que pasan su tiempo de ocio pegados al televisor consumiendo programas basura- puedan dirigir una empresa y mucho menos un Estado. Esta condición nos llevaría incluso más allá, a la existencia misma de una clase revolucionaria. No vamos a entrar aquí en este tema porque sería demasiado complejo, pero está claro que la clase revolucionaria no es un montón de adolescentes con pelo largo que hacen botellón en casas okupadas. En cuanto al tercer bloque de condiciones es evidente que la globalización supone que, o bien las condiciones del socialismo se dan en todos los países del globo o no se dan en ninguno.
Las condiciones subjetivas fueron descritas por Gramsci y hacen referencia sobre todo al consenso. Un sistema revolucionario es sobre todo un sistema democrático que no se puede imponer si toda la población no está de acuerdo. Estas condiciones subjetivas, teniendo en cuenta el desarrollo material del sistema capitalista y-sobre todo- las experiencias pasadas y actuales del sistema socialista no parece que se puedan dar tampoco. Pocos habitantes de un Estado occidental estarían dispuestos a cambiar su modo de vida para vivir como se vive en Cuba o en Corea del Norte.
¿Significa esto que la revolución es imposible para siempre?. No. Significa que hay que desarrollar esas condiciones que hoy no se dan con una labor de educación de la población. Los cambios en la superestructura producen cambios en la infraestructura de la misma forma que los cambios en la infraestructura los producen en la superestructura. Esto es marxismo de manual. O se educa a la masa social de tal forma que se transforme el conjunto de ideas que posee -es más, se la educa para que posea ideas, para sacarla de la incultura, que es el paso preliminar. Hoy en día que más que cambiar la superestructura en lo referente a los individuos habría que crearla- o la revolución seguirá siendo imposible. La labor revolucionaria en estos momentos, la función de los intelectuales de izquierda -en vez de perder el tiempo en elucubraciones inútiles- ha de ser esa: la educación. Hoy más que nunca la Revolución es educación.

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