viernes, 31 de julio de 2009

De empresarios y tratantes de esclavos

Está claro que los españoles estamos hechos de otra pasta. Por un lado nos gusta trabajar más bien poquito, pero por otro apoyamos sin reservas el trabajo esclavo y aplaudimos a aquellos que pretenden imponernos relaciones laborales propias, no ya del capitalismo del siglo XIX, sino de la época feudal. Muchas cosas se le pueden criticar al actual Gobierno, pero sin duda una de las más sangrantes es que no lleve a cabo una política de izquierdas siendo, como se supone que es, “socialista”. Por eso no deja de extrañar que, para una vez que adopta una medida de este tipo, todo el mundo se le eche encima y, por primera vez desde el año 2004, el PSOE se encuentre por debajo del PP en las encuestas electorales.
Centrando la cuestión. La propuesta que los empresarios han hecho en la mesa del Diálogo Social para salir de la crisis se sustenta sobre dos puntos: una rebaja de cinco puntos de las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social y la imposibilidad de que los trabajadores puedan recurrir judicialmente un despido, esto último oculto bajo el eufemismo “flexibilidad laboral”. El primero de estos puntos supone el desmantelamiento de las garantías sociales: pensiones, seguro de desempleo e incluso sanidad pública. El segundo aboga, lisa y llanamente, por el despido libre, por mucho que Díaz Ferrán y sus amiguetes digan lo contrario. Si un trabajador no tiene posibilidad de defensa jurídica ante un despido entonces el empresario puede despedirle cuando quiera, pagarle lo que quiera y, en suma, hacer con él lo que quiera. Como en “Camera Café”, si no estás contento, a la puta calle. Esta propuesta es inasumible por parte del Gobierno (en realidad debería ser inasumible por parte de cualquier gobierno) y los empresarios lo saben, así que si la ponen encima de la mesa sólo puede ser por dos razones: o porque son tontos, o porque lo que les mueve, más que una preocupación social, es el deseo de boicotear y desgastar al Ejecutivo. Sin descartar la primera opción, parece que la segunda es más plausible. No es casualidad que la propuesta empresarial surgiera un día después de que Díaz Ferrán se reuniera con Rajoy y cuando ya existía un borrador consensuado por Gobierno y Sindicatos al que la CEOE se negó a sumarse presentando su alternativa. En estas circunstancias la respuesta de izquierdas era dar un puñetazo encima de la mesa, que es lo que ha hecho el Gobierno.
El PP tiene muchas cosas que explicar. Y más le valdría hacerlo en vez de montar maniobras de distracción propias de Jaimito que cualquiera con dos dedos de frente ve a la legua. Y a todo esto, ¿qué han hecho los españoles ante estos acontecimientos?; ¿se han lanzado a la calle como un solo hombre (o mujer) para reclamar sus derechos?; ¿han organizado manifestaciones multitudinarias, huelgas generales?. No. Han decidido votar al PP. Y ya no se trata de votar a un partido corrupto repleto de chorizos y tiranuelos (esto lo dice Rita Barberá, no yo) como en las elecciones europeas. Ahora se trata de votar a los que abogan por legalizar el trabajo esclavo.
Este país sigue teniendo la mentalidad del “señoritismo”. ¡Que viva el que nos da cuatro duros de hambre para poder seguir con la charanga y la pandereta!. ¡Que viva el señorito aunque tenga la bota encima de mi cara!. Todavía nos creemos que se les debe algo a los empresarios porque son los que crean empleo y se juegan su dinero. A los empresarios se les debe lo mismo que estos deben a sus trabajadores, pues sin nadie que trabajara difícilmente un empresario podría obtener beneficios. Aún no nos hemos enterado que los empresarios cumplen una función social igual que los trabajadores y para eso es para lo que están unos y otros, ni más ni menos. Si tan duro es ser empresario la solución es muy simple: que se nacionalicen las empresas y todos a trabajar para el Estado. Entonces si que la culpa del paro y de la crisis la tendría el Gobierno. Mientras tanto los que envían al paro a la gente son los empresarios. Y esa misma gente les aplaude y mira para otro lado. He llegado a escuchar a algún currito de este país que sería feliz viendo a Zapatero en la cola del paro. Yo no estaría feliz –no deseo ningún mal a nadie- sino muy sorprendido si viera en esa misma cola del paro a un solo empresario. A uno solo.

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