viernes, 10 de julio de 2009

Burricie

Si alguien se pregunta cuál es el futuro político que le espera a España le resultará muy sencillo resolver sus dudas. Basta con que gire su mirada un poco hacia el este, hacia las costas de Italia, para descubrir el paraíso que nos espera. Aunque, pensándolo bien, es evidente que esta afirmación resulta exagerada: los españoles ni siquiera valemos para eso. Como de costumbre llegaremos tarde y no seremos capaces de encontrar a un tipo que represente tan bien el cinismo como Berlusconi. Nuestros Camps, Fabras o, por qué no, Florentinos, son tan sólo malos aprendices.
Cuando hay canales de televisión –financiados vaya usted a saber por quién- que califican de indecentes las fiestas del Orgullo Gay o consideran inmoral que dos hombres o dos mujeres se besen en en la calle, a mí se me ocurre que lo indecente y lo inmoral es que, en plena crisis –aunque uno ya empiece a dudar de su existencia- ochenta mil personas –por llamarlas de alguna manera- se junten para babear delante de ese autodenominado esclavo moderno, que no se llama Espartaco, no, porque a lo que parece ahora su nombre es CR9 –como algún robótico personaje de La Guerra de las Galaxias-. Un esclavo moderno por el que se han pagado cerca de cien millones de euros, lo que viene a ser unas tres mil veces (tirando por lo bajo) el presupuesto de cualquier Instituto de Educación Secundaria –público, por supuesto-. Es de suponer que, según la Ley del Diez por Ciento, entre esos ochenta mil individuos habría al menos ocho mil parados. Es de esperar que después de estos fastos ya nunca más acusen al gobierno ni a nadie de su situación, en vista de que la aceptan tan deportivamente, y el año que viene puedan pagar la hipoteca y dar de comer a su familia con las victorias de su equipo del alma y los goles de su amado CR9.
Pero lo más indecente e inmoral de todo este asunto es que esos cien millones han salido de una entidad bancaria a la que el Estado ha regalado dinero. Una entidad que seguramente habrá negado créditos infinitamente menores a empresarios que podían haber creado con ellos puestos de trabajo –no, claro está, para los fans de CR9, que no los necesitan- o a particulares que podrían haber servido para reactivar el consumo. Cien millones de euros tirados literalmente a la basura. Estupendo.
Este ha sido siempre un país de hidalgos, lo que viene a querer decir que se trata de trabajar lo menos posible. Ya resulta repetitivo hablar de la ausencia de Ilustración o de la influencia de las más variadas supersticiones en la mentalidad de los españolitos. Pero eso no quita para que cuanto más chorizo y delincuente se sea más posibilidades se tengan de ganar una elecciones –como ha quedado demostrado en los últimos comicios europeos- precisamente porque en el ideario del pícaro de los votantes se admira y se valora la capacidad de hacerse rico dando cuanto menos golpe mejor. Eso sí, si a alguien se le ocurre cumplir con su trabajo –ya sea éste un juez, un profesor o un miembro del PAS de la Universidad, por poner un ejemplo- entonces sus propios compañeros se volverán contra él, se le marginará y sus jefes le someterán al más implacable acoso laboral. Si existe un rechazo hacia los inmigrantes no es por razones racistas o xenófobas: es porque han venido a trabajar, y encima van y lo hacen.
Ahora resulta que la nueva generación es la del “ni, ni”. Ni trabaja, ni estudia. Algún sesudo pedagogo nos dirá que es porque a los adolescentes actuales la sociedad no les ofrece un futuro. La realidad es que resulta mucho más cómodo hacerse famoso en OT o en GH que invertir cinco años en unos estudios universitarios o pasar ocho horas diarias en un taller. El modelo es CR9: hacerse millonario dando patadas a una pelota. Después de esta crisis los parámetros económicos van a cambiar y el desarrollo va a radicar en la exportación de tecnología, lo que supone contar con generaciones cada vez más cualificadas y preparadas. Esto es algo que Obama ha visto muy bien y por eso lo primero que ha hecho ha sido reformar el sistema educativo de los Estados Unidos. Aquí, en cambio, seguimos con la tecnología del botijo. No hace mucho una reputada científica me dijo que este país sólo podía exportar burricie. Pues eso. ¡Florentino presidente!.

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