lunes, 9 de junio de 2014

¿Era Marx un indignado?

Si hubiera que buscar un rasgo definitorio en el maremágnum ideológico  -en todos los sentidos del término “ideológico”-  en que se ha convertido la izquierda actual, éste habría de ser que, de una u otra manera, comparta, participe o tenga alguna reminiscencia del pensamiento de Marx. Incluso en el caso de la socialdemocracia, que ha renegado oficialmente del marxismo, no cabe duda de que sus orígenes remotos se encuentran en éste. Mucho más, entonces, cuando nos referimos a movimientos que se autocalifican como marxistas. Esta es una hipótesis que puede ser discutible –la de que la izquierda, para ser izquierda, debe de alguna manera ser marxista- pero espero que, al menos, se me permita elegir mis propias hipótesis.
            Desde esta premisa vamos a analizar los últimos movimientos aparecidos en el panorama de la izquierda española, y vamos a intentar responder a la cuestión de si la indignación en la que se sustentan cabe en un planteamiento marxista o, si los planteamientos de Marx pueden, de alguna manera, tener su origen en la indignación o en algún otro sentimiento similar, como paso previo a considerar si estos movimientos pueden ser calificados de marxistas. La respuesta al primer planteamiento es no. Y no por tres razones distintas e interconectadas. La primera de ella es metodológica e inducida a partir de los escritos económicos de Marx, aquéllos que contienen el peso específico de su pensamiento –a pesar de Althusser- y tiene que ver con la complejidad conceptual de sus nociones básicas. Las otras dos, de carácter polémico, se encuentran explícitamente formuladas en la obra marxiana y tienen que ver con su crítica al filantropismo –o filantropía- y al socialismo utópico.
            Las piedras angulares del pensamiento de Marx son los conceptos económicos. Nociones como fetichismo de la mercancía, valor, plusvalía, fuerza de rabajo o relaciones de producción, tienen su origen en la economía política clásica y en el análisis de Marx se convierten en conceptualizaciones complejas que sirven para explicar no sólo como se comporta el sistema económico, sino también cuáles son los fundamentos teóricos para poder transformarlo. Por otra parte, la consideración de la trasposición del producto en mercancía o el análisis de la prevalencia del valor de cambio sobre el valor de uso se apoyan en una concepción dialéctica heredada de Hegel y trasfigurada en materialismo histórico. En ninguna de estas concepciones que, repito, son la base del pensamiento marxiano, es posible encontrar ni un solo rastro que nos indique que tienen su origen en un sentimiento, por muy racionalizado que éste pueda estar.
            Por otro lado, en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels caracterizan lo que ellos denominan como “socialismo burgués” como filantrópico. La filantropía se define como “el amor a la humanidad”, como sentimiento entonces y, por tanto, se activaría a partir de los sentimientos que provoca el sufrimiento de aquello que se ama, en este caso la humanidad. Para Marx, la filantropía no es más que una manera de maquillar el sistema capitalista, pues olvida cuales son las causas –susceptibles de ser estudiadas científicamente- que provocan ese sufrimiento; es el instrumento de los poderosos para seguir manteniendo intactas las estructuras sociales y, a  lo sumo, a lo más que conduce es a un reformismo superficial. La filantropía sería el trasunto laico del cristianismo.
            Por último, Marx definió su socialismo como “científico” y lo enfrentó a las corrientes anteriores del socialismo utópico. Así, el consideraba que su sistema su fundamentaba en leyes científicas –en concreto en leyes económicas e históricas que, es cierto, se podría discutir si son realmente científicas- frente al socialismo utópico que tenía su raíz en los sentimientos que provocaba la contemplación de las condiciones de vida de los trabajadores en el modo de producción capitalista y que, como en los casos de Owen o Fourier, se encauzaba a intentar paliarla en lo posible.

            Uno puede estar indignado, uno puede ser un indignado, por supuesto, incluso puede ser un marxista indignado (el propio Marx si levantara la cabeza y viera la situación de la izquierda española, con la que, por cierto, le unían lazos estrechos, se indignaría y mucho). Pero un indignado marxista mucho me temo que es una contradicción en los términos.

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