lunes, 23 de febrero de 2015

La idiotez como noticia

Hoy en día cualquier idiotez se convierte en noticia. Y cualquiera que no tenga la mente contaminada por el fuego cruzado de la ideología –en el sentido malo de la palabra- que contemplamos un día tras otro es capaz de darse cuenta de ello. Tampoco es ninguna novedad que cualquier idiotez se convierta en noticia. Supongo que es algo que lleva ocurriendo desde que se dan noticias –y hay idioteces-. O quizás la idioteces se hicieron públicas cuando se empezaron a dar noticias, cuando los actos de los individuos y las comunidades dejaron de pertenecer al ámbito privado. ¿Por qué, ahora, esa tendencia parece haberse acentuado?. Por la capacidad de emitir y recibir información, si. Por la sobreabundancia –y sobreimportancia- de las redes sociales cibernéticas -por que redes sociales ha habido siempre- también. Por Internet, quizás también, aunque yo cada vez estoy más convencido de que Intertet e información son términos antagónicos. Pero sobre todo por el deseo de los individuos, por la necesidad de los sujetos de tener una realidad que puedan asir, que puedan manejar o con la que se puedan identificar. Se ha pasado de una realidad estática, perezosa, pesada, de una realidad de la que había que tirar, a la que había que acarrear para que pudiera transformarse a una realidad que es transformación continua. Una realidad que va demasiado deprisa y que los sujetos quieren detener como sea para no verse arrollados por ella o, más bien, para verse arropados por ella. Para no sentirse desnudos, desamparados, porque lo peor que le puede pasar a un sujeto que no es consciente de que lo es, es no tener una realidad a la que agarrarse. Y así, los sucesos –incluso los sucesos más idiotas- se magnifican, se absolutizan, se convierten en noticia en un intento de retener aquello que tan sólo es relativo y pasajero. Así, cualquier hecho que se adapte a un discurso polvoriento, deslocalizado y ahistórico –y, por lo mismo, inútil- se encapsula, se retiene en la red social donde todo se convierte en absoluto –y en aburrido- porque todo se comparte y pasa a ser parte de todos en esa democratización aparente del “me gusta”. Por eso cualquier idiotez se convierte en noticia si esa idiotez sirve para que los individuos se aseguren en una realidad que se empeña en dejarlos atrás. Vano intento, en todo caso, el de pretender paralizar la realidad –prueba, por otro lado, de que no se la comprende, de que no se entiende nada-.

            Sólo quedan dos opciones que, en realidad, no dejan de ser la misma. O correr al lado de la realidad, en incluso por delante, no para evitar que no nos alcance, porque nos alcanza siempre, sino para marcarle el camino, para preparar los cauces por los que queremos que se mueva, para dominarla, en suma, que no es lo mismo que retenerla, o situarse en los márgenes de esa realidad, en las fronteras de lo real, y contemplarla desde allí. Y ver, así, como la realidad se relativiza y se convierte en lo que realmente es: tan solo realidad, tan solo cosas que pasan.

No hay comentarios: