jueves, 19 de marzo de 2015

Confundirlo todo


La confusión sobre objetos que tradicionalmente han estado nítidamente delimitados ha llegado a un punto que altera su propia esencia. Con mayores o menores matices, con mayor o menor carga de dogmatismo, o de escepticismo, con mayores o menores determinaciones ideológicas todo el mundo, -o al menos todos los que se dedicaban a su investigación- tenía claro qué era la moral y qué era la historia. Pero sobre todo tenían claro cuáles eran las notas que las definían, cuáles eran las características esenciales que permitían que se pudiera afirmar que nos encontrábamos ante un mandato moral o ante un hecho histórico. Hoy en día esa claridad definitoria, esas seguridades cognoscitivas acerca de su esencia ha periclitado, bien sea por la renuncia a la razón, bien sea por oscuros intereses ideológicos. Asó, lo que antes pertenecía al ámbito de la moral ahora se considera histórico, mientras que los hechos históricos se caracterizan como guías o normativizaciones morales.
¿Qué es lo que define tradicionalmente a la moral?. La absolutización de su discurso, la exigencia de universalización. Si bien es cierto que esta universalización se podría situar entre los más o menos estrechos márgenes de la relativización cultural, histórica o incluso individual, lo que es cierto es que una norma moral, para ser moral, debe de poder ser imputable a todos los individuos. Ahora, lo moral no es absoluto. El discurso moral varía según los contenidos políticos y lo que es exigible al rival, al enemigo, es disculpable en uno mismo. Es cierto que siempre ha existido esta doble moral pero, precisamente por ser doble todo el mundo era consciente de que no era moral. Eso es lo que ha cambiado: hoy se considera moral a lo que es relativo, relativo incluso a esa falsa conciencia política. Lo moral, así, se convierte en histórico: lo que hoy es moral mañana no lo es y, si el tiempo histórico resulta cómplice de la ideología política, todo lo que se relativiza en él es moral. De ahí que la Historia deje también de ser histórica. Si lo que caracteriza a la Historia es precisamente su relatividad, su movimiento, su no certeza y su falta de fijeza hoy la Historia, los acontecimientos históricos -algunos acontecimientos históricos más bien- , se convierten en absolutos y son los que marcan los comportamientos  a seguir y las conductas exigibles a los sujetos: peo al hacer esto se olvida –interesadamente- que como acontecimientos históricos que son están determinados, imbricados, relacionados indisolublemente con otros acontecimientos históricos que son los que les confieren su carácter de históricos y, por lo tanto, y en tanto en cuanto históricos, su carácter de relativos. Si se olvida esto, el acontecimientos deja de ser histórico y pasa a convertirse en un hecho absoluto, que no depende de nada sino de él mismo. Se convierte en fuente de moral, pero en fuente falseada, bastarda.
En resumen, se relativiza lo absoluto –la moral- y se absolutiza lo relativo –la Historia- de tal manera que se elimina el carácter ético de lo primero y el carácter histórico de lo segundo. Por ello se construye una realidad virtual en todos los sentidos pero, sobre todo, en el político.

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