viernes, 18 de abril de 2008

Adoradores del Sol

La sociedad actual concibe la educación desde el punto de vista de su utilidad. Las enseñanzas recibidas deben resultar útiles para propiciar la inserción de los alumnos en el mercado laboral. De ahí que aquello que no tenga una relación directa con la consecución inmediata de un puesto de trabajo resulte de por sí inútil y no sea necesario estudiarlo o aprenderlo. Pero claro, lo que resulta útil para encontrar trabajo depende de la situación social del interesado, de tal forma que mientras que los alumnos de las clases privilegiadas que aspiran a empleos de alto nivel se ven obligados a tener una formación cada vez más completa, los hijos de las clases bajas que sólo aspiran a puestos no cualificados no necesitan aprender nada. De hecho, el lado siniestro de esta concepción permite que para conseguir ese empleo tan sólo se necesite un título, así que los institutos se han convertido en una fábrica de títulos que se regalan a los alumnos. Si no se enseñan contenidos porque no son útiles, si lo único útil es el título y la escuela tiene la obligación de preparar a los alumnos para el mercado laboral, entonces su única labor queda reducida a dar títulos. Y como ya no se enseña nada y de alguna forma hay que llenar el tiempo por el que se paga a los profesores se hacen cursos de técnicas pedagógicas, se rellenan informes de todo tipo y se llevan a cabo multitud de actividades extraescolares.
Como ya no se trata de aprender aparece una concepción secundaria de la educación y es que debe ser divertida. Si los alumnos no necesitan saber, si no les resulta útil el conocimiento, entonces que se lo pasen bien, que se diviertan. Los profesores son así payasos de circo que en vez de enseñar tienen que divertir a sus alumnos y si a alguno se le ocurre salirse del guión la respuesta es unánime por parte de alumnos, padres y pedadogos: "Eso es aburrido y la educación debe ser divertida. Es usted un mal profesor". Los alumnos ya no son responsables de su aprendizaje y a la larga -como se demostrará en su vida adulta- ya no son responsables de nada. La responsabilidad siempre es de otro -el profesor, el Instituto, la familia, la sociedad- de quien sea menos del individuo.
Este es el problema más inmediato de la educación: su concepción como algo que debe resultar útil. La educación debe resultar útil, si, pero no para obtener un puesto de trabajo, sino para comprender la realidad en la que está inserto el alumno. La realidad social en la que vive, infinitamente s amplia que su barrio, su pueblo o sus relativamente escasas relaciones sociales y que es la que determina su pequeña realidad individual. Y la comprensión de esta realidad exige el aprendizaje de contenidos científicos. Quien no conoce la realidad no puede comprenderla. Y quien no comprende la realidad acaba adorando al Sol. De hecho, ya vivimos en una sociedad de adoradores del Sol, lo que ocurre el que el sol ha cambiado de nombre. En la Antigüedad, donde la realidad era una realidad natural, se adoraba como dioses a los fenómenos naturales que no se comprendían. Hoy, que vivimos en una realidad social, el sol se llama Raúl, David Bisbal, Fernando Alonso o Yamaha. Y como en los tiempos antiguos existían castas sacerdotales que tenían interés en mantener a la masa en la ignorancia habría que preguntarse cuál es la casta privilegiada que hoy pretende -y consigue- lo mismo.
A lo mejor si se respondiera a esta pregunta encontraríamos respuestas a otras muchas que hoy se plantean los prebostes de la sociedad casi de manera desesperada. Porque la ignorancia es la última causa de todo aquello que no comprenden. Los que apalean a una persona y lo graban con un teléfono móvil tendrán un carácter más o menos violento, pero sobre todo son unos ignorantes; el que discrimina, margina o mata a otro ser humano porque su color, su religión, su raza, su orientación sexual, sus ideas, su corte de pelo o su equipo de fútbol es distinto en ante todo un ignorante; el que asesina a su mujer o a su pareja es por encima de todo un ignorante y el que tira a una cabra desde un campanario es, sencillamente, un ignorante.
Y resulta que solución a todo esto se descubrió hace tres siglos. Se llama Ilustración. Esa Ilustración cuya heroica expulsión a pedradas del suelo patrio estamos celebrando ahora con todo el boato y el fasto digno de tan magno acontecimiento. La Ilustración es educación y eso es lo que hoy estamos echando de menos. Parafraseando a Kant diríamos que esta época de avance científico y tecnológico sin precedentes sigue sin ser una época ilustrada. Y siguiendo con Kant -y este podría ser el resumen de todo lo escrito- hay que recordar una y otra vez que "tan sólo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre".
La respuesta fácil al problema planteado más arriba consiste en decir que éste está en la sociedad, y que la escuela no puede luchar contra la sociedad, así que adopta sus roles y los perpetúa. Pero resulta que la labor de la educación es precisamente esa. Formar a los individuos y así cambiar la sociedad, que no es otra cosa que las relaciones que se establecen entre sus miembros. Quizás la escuela no pueda hacer una revolución, pero si puede crear una sociedad más educada. Y una sociedad educada es ya una sociedad distinta. Una sociedad más libre que ya no adora al Sol

1 comentario:

elemento dijo...

Los centros escolares no están más que para retener a los individuos dentro, para que no molesten, y tener a individuos capaces de desempeñar una funcion para la sociedad, la función que la sociedad quiera, no que ellos quieran. Los centros escolares los asimilo a una cárcel. El interés se promueve por la falta de conocimiento, si obligas a alguien a estudiar le quitas ese interés, y por ello hay tanto fracaso escolar, a parte de los alumn@s que solo van a molestar, pero van a molestar porque no tienen otra cosa que hacer y están obligados a ir allí.
Habría mucho más interés y aprendizaje, no estudio, si la enseñanza no fuese obligatoria.Las instituciones de libre enseñanza es , para mi, la mejor opción que se puede tomar, aprendes a tu ritmo, y no estás condicionado por los demás, no te someten a pruebas sin sentido como son los examenes, que lo único que provocan es competitividad, uno puede saberse todo el examen y más y llegar al examen y por cualquier motivo no poder exponerlo, pero la persona que aprueba y solo se lo sabes para el examen de qué sirve. ¿Quién está mejor preparado? ¿el que se lo sabe todo siempre y no se le olvida pero llega al examen y la caga o aquell@s que solo se acuerdan de las cosas en el examen y después se les olvida? Los examenes no son buenos para evaluar, se debería realizar una evaluación diaria, pero es más fácil aprobar o suspender. Y la sociedad no cambia, sigue conformista, nadie hace nada.