Si un extraterrestre que observara la Tierra quisiera saber qué relación existe entre una monja fanática, una crisis económica global y los asesinados en una dictadura e introdujera para ello todos estos datos en su superordenador extraterrestre de tecnología mega avanzada podrían pasar dos cosas: o bien que explotara o bien que en su pantalla apareciera una única palabra: España.
Y es que la cosa ha ido así. Para empezar –por algún sitio, porque la verdad es que resulta difícil saber donde está el principio o la causa última explicativa en este eterno retorno de la estulticia- el presidente del Parlamento señor Bono tiene la brillante idea de colocar en el edificio una placa de homenaje a una tal sor Maravillas, una monja de la más rancia tradición integrista y ultracatólica, cuyo único mérito aparte de ser santa –porque supuestamente después de muerta curó alguna enfermedad a alguien- es haber vivido en una casa que antiguamente se situaba en los terrenos que ocupa hoy el Congreso. Esto lo hace el señor Bono –cuyas inclinaciones católicas son bien conocidas- justo cuando hay un debate abierto sobre el auto del juez Garzón para juzgar a la cúpula franquista -con Franco a la cabeza- por crímenes contra la humanidad y cuando el fiscal de la Audiencia Nacional ha descalificado dicho auto con argumentos que, de haberse utilizado en 1945, hubieran impedido juzgar a los asesinos nazis. A todo esto, los que con tanta fuerza critican el auto del juez Garzón, no critican la decisión de Bono, lo que nos lleva a pensar que la memoria histórica de alguna cabezas es ciertamente una memoria muy selectiva. Al final, Garzón se declara incompetente para seguir la causa que había abierto contra la dictadura, según resulta evidente y el mismo dice, por presiones políticas intolerables en un marco de separación de poderes y Bono retira su propuesta de colocar la famosa placa porque se la rechaza la Mesa del Congreso, que es la representación de la voluntad popular (esto es probable que alguien no lo sepa porque se enseña en Educación para la Ciudadanía). El caso es que aquellos que callan ante las presiones políticas a Garzón, incluso les parecen lógicas y razonables, se indignan ante la decisión de la Mesa del Congreso (en este punto los circuitos del superordenador extraterrestre están ya echando humo).
Y en estas aparece el PP, como no, que ha apoyado en todo momento a Bono en su ínclita propuesta de homenajear a la monja de marras y ha puesto a caer de un burro a Garzón por su intento de juzgar a Franco, para interpelar a un grupo de intelectuales que han escrito un manifiesto de apoyo al juez, diciendo que en vez de apoyar a éste deberían hablar de la crisis (qué manía con decirle a la gente de lo que debe de hablar: todavía no se han enterado que cada cual habla de lo que le viene en gana) supongo que para acusar de ella al Gobierno. Lo que demuestra que no se han enterado todavía de que esta es una crisis global que no es culpa de ZP, ni de Bush, ni de ningún gobierno, que es una crisis que afecta únicamente a los bancos y a las grandes empresas, que ya se han cubierto bien el riñón con el regalo del Estado y con los acuerdos de la cumbre de Washington (¿para cuándo una para solucionar lo de Afganistán, por ejemplo?) y que si afecta a los ciudadanos de a pie es porque las empresas, aprovechando la coyuntura, están realizando despidos masivos injustificados a la vista de las circunstancias con el beneplácito de los gobiernos para poder seguir obteniendo beneficios récord y celebrando fiestas millonarias para sus directivos en hoteles de lujo. Y esto lo dice el PP en un país que tiene el dudoso honor de ser el que cuenta con el mayor número de desaparecidos del mundo según informes de Amnistía Internacional. Y para rematarlo todo aparecen las Nuevas Generaciones del PP de Madrid descalificando a los sindicatos y diciendo que ya está bien de vivir del cuento (léase del subsidio de desempleo) y de pedir ayuda a Papá Estado, que hay que ser emprendedor, córcholis. Claro, que no dicen nada de lo que Papá Estado y Mamá Espe están regalando a emprendedores como ellos.
En este punto el superordenador ha explotado ya y mi cerebro está a punto, así que, sin más, me voy a remitir al estupendo artículo de Monika Zgustova que apareció el viernes pasado (21-11-2008) publicado en “El País” y me voy a desconectar un rato.
Y es que la cosa ha ido así. Para empezar –por algún sitio, porque la verdad es que resulta difícil saber donde está el principio o la causa última explicativa en este eterno retorno de la estulticia- el presidente del Parlamento señor Bono tiene la brillante idea de colocar en el edificio una placa de homenaje a una tal sor Maravillas, una monja de la más rancia tradición integrista y ultracatólica, cuyo único mérito aparte de ser santa –porque supuestamente después de muerta curó alguna enfermedad a alguien- es haber vivido en una casa que antiguamente se situaba en los terrenos que ocupa hoy el Congreso. Esto lo hace el señor Bono –cuyas inclinaciones católicas son bien conocidas- justo cuando hay un debate abierto sobre el auto del juez Garzón para juzgar a la cúpula franquista -con Franco a la cabeza- por crímenes contra la humanidad y cuando el fiscal de la Audiencia Nacional ha descalificado dicho auto con argumentos que, de haberse utilizado en 1945, hubieran impedido juzgar a los asesinos nazis. A todo esto, los que con tanta fuerza critican el auto del juez Garzón, no critican la decisión de Bono, lo que nos lleva a pensar que la memoria histórica de alguna cabezas es ciertamente una memoria muy selectiva. Al final, Garzón se declara incompetente para seguir la causa que había abierto contra la dictadura, según resulta evidente y el mismo dice, por presiones políticas intolerables en un marco de separación de poderes y Bono retira su propuesta de colocar la famosa placa porque se la rechaza la Mesa del Congreso, que es la representación de la voluntad popular (esto es probable que alguien no lo sepa porque se enseña en Educación para la Ciudadanía). El caso es que aquellos que callan ante las presiones políticas a Garzón, incluso les parecen lógicas y razonables, se indignan ante la decisión de la Mesa del Congreso (en este punto los circuitos del superordenador extraterrestre están ya echando humo).
Y en estas aparece el PP, como no, que ha apoyado en todo momento a Bono en su ínclita propuesta de homenajear a la monja de marras y ha puesto a caer de un burro a Garzón por su intento de juzgar a Franco, para interpelar a un grupo de intelectuales que han escrito un manifiesto de apoyo al juez, diciendo que en vez de apoyar a éste deberían hablar de la crisis (qué manía con decirle a la gente de lo que debe de hablar: todavía no se han enterado que cada cual habla de lo que le viene en gana) supongo que para acusar de ella al Gobierno. Lo que demuestra que no se han enterado todavía de que esta es una crisis global que no es culpa de ZP, ni de Bush, ni de ningún gobierno, que es una crisis que afecta únicamente a los bancos y a las grandes empresas, que ya se han cubierto bien el riñón con el regalo del Estado y con los acuerdos de la cumbre de Washington (¿para cuándo una para solucionar lo de Afganistán, por ejemplo?) y que si afecta a los ciudadanos de a pie es porque las empresas, aprovechando la coyuntura, están realizando despidos masivos injustificados a la vista de las circunstancias con el beneplácito de los gobiernos para poder seguir obteniendo beneficios récord y celebrando fiestas millonarias para sus directivos en hoteles de lujo. Y esto lo dice el PP en un país que tiene el dudoso honor de ser el que cuenta con el mayor número de desaparecidos del mundo según informes de Amnistía Internacional. Y para rematarlo todo aparecen las Nuevas Generaciones del PP de Madrid descalificando a los sindicatos y diciendo que ya está bien de vivir del cuento (léase del subsidio de desempleo) y de pedir ayuda a Papá Estado, que hay que ser emprendedor, córcholis. Claro, que no dicen nada de lo que Papá Estado y Mamá Espe están regalando a emprendedores como ellos.
En este punto el superordenador ha explotado ya y mi cerebro está a punto, así que, sin más, me voy a remitir al estupendo artículo de Monika Zgustova que apareció el viernes pasado (21-11-2008) publicado en “El País” y me voy a desconectar un rato.
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