Genocidio. Comienzo utilizando la palabra que André Glucksmann, en un artículo publicado hace unos días en “El País” –haciendo, como nos tiene acostumbrados, una defensa de lo indefendible y situándose, como muchos otros intelectuales occidentales, en lo incorrectamente correcto, negándose a ver lo evidente, reduciendo el sufrimiento a semántica y metafísica y olvidando lo moral, que actualmente es la única filosofía posible; y es que en Gaza se está asesinando a la gente- se congratulaba de que nadie hubiera pronunciado todavía: lo que Israel está llevando a cabo con el pueblo palestino es un genocidio con todas las letras.
Con el bombardeo y la invasión de Gaza (una minúscula franja de terreno habitada por más de un millón y medio de personas sumidas en la pobreza, no lo olvidemos), Israel no está haciendo más que continuar el trabajo que comenzó con el ataque al sur del Líbano: una guerra de exterminio total de los palestinos. No se trata ya de cuestiones políticas, económicas o geoestratégicas. Se trata simplemente de la eliminación física de la nación palestina: hombres, mujeres y niños. Y no sirven las excusas acerca de las provocaciones de Hamás. Cuando Israel somete a la miseria más extrema a todo un pueblo, cuando juega a su antojo con su trabajo, su futuro y sus vidas, cuando construye un muro a su alrededor para tenerlos encerrados como animales creando el mayor campo de concentración conocido: un millón y medio de prisioneros en su propio país, es Israel quien está provocando, es Israel quien está agrediendo. ¿Y con qué responde Hamás, con que provoca, con qué agrede?. Con cohetes de fabricación casera que apenas levantan algunos adoquines y que además son lanzados contra un territorio que se les ha robado. Ante eso Israel despliega la más moderna maquinaria de guerra del mundo y aún amenaza con usar armamento nuclear.
Mientras tanto el resto del mundo mira hacia otro lado. El embajador de los EEUU ante la ONU veta una Resolución de condena del Consejo de Seguridad y el señor Obama no dice una sola palabra, esconde la cabeza debajo del ala escudándose en que aún no es El Presidente. Digo yo que la persona más poderosa del mundo, virtualmente ahora y efectivamente el 21 de enero, algo tendrá que decir sobre el tema, lo que me afianza todavía más en mis convicciones de que sus promesas de cambio son sólo humo y que, al menos en el conflicto de Oriente Medio, mantendrá la misma política que sus antecesores de apoyo sin fisuras al terrorismo de Estado de Israel. La UE realiza tímidas protestas, intenta llegar a acuerdos diplomáticos absurdos para lavar su cara y su conciencia manteniendo una equidistancia inmoral entre agresores y agredidos, entre víctimas y verdugos, y para que Israel o EEUU no se enfaden mucho recuerda que tiene a Hamás en su lista de grupos terroristas, lista que para ser creíble tendría que estar encabezada precisamente por Israel. La ONU contempla impasible como las tropas israelíes bombardean dos escuelas que están bajo su jurisdicción y asesinan a los civiles que se habían refugiado en ellas huyendo de la matanza. Esto no es un crimen de guerra, la culpa es suya por estar en el lugar equivocado. Todo el mundo sabe que las escuelas son objetivos militares en la lucha contra el terrorismo: al fin y al cabo los niños de hoy son los terroristas de mañana. El Vaticano ni se inmuta; la cosa no va con ellos porque no son de los suyos.
Pero claro, no debemos acusar a ninguno de ellos. Tan sólo están manteniendo su compromiso con la paz y la salida dialogada al conflicto. Pues si quieren les hago un croquis: Israel tiene armas de destrucción masiva (es el único país de la zona que las tiene), ha invadido una nación vecina, está cometiendo un genocidio y lleva casi sesenta años haciendo caso omiso de las resoluciones de la ONU. O se es muy hipócrita, o muy estulto o a buen entendedor pocas palabras sobran y voy a terminar porque el asco y la rabia ya sólo me dejan repetir el principio: genocidio, genocidio, genocidio.
Con el bombardeo y la invasión de Gaza (una minúscula franja de terreno habitada por más de un millón y medio de personas sumidas en la pobreza, no lo olvidemos), Israel no está haciendo más que continuar el trabajo que comenzó con el ataque al sur del Líbano: una guerra de exterminio total de los palestinos. No se trata ya de cuestiones políticas, económicas o geoestratégicas. Se trata simplemente de la eliminación física de la nación palestina: hombres, mujeres y niños. Y no sirven las excusas acerca de las provocaciones de Hamás. Cuando Israel somete a la miseria más extrema a todo un pueblo, cuando juega a su antojo con su trabajo, su futuro y sus vidas, cuando construye un muro a su alrededor para tenerlos encerrados como animales creando el mayor campo de concentración conocido: un millón y medio de prisioneros en su propio país, es Israel quien está provocando, es Israel quien está agrediendo. ¿Y con qué responde Hamás, con que provoca, con qué agrede?. Con cohetes de fabricación casera que apenas levantan algunos adoquines y que además son lanzados contra un territorio que se les ha robado. Ante eso Israel despliega la más moderna maquinaria de guerra del mundo y aún amenaza con usar armamento nuclear.
Mientras tanto el resto del mundo mira hacia otro lado. El embajador de los EEUU ante la ONU veta una Resolución de condena del Consejo de Seguridad y el señor Obama no dice una sola palabra, esconde la cabeza debajo del ala escudándose en que aún no es El Presidente. Digo yo que la persona más poderosa del mundo, virtualmente ahora y efectivamente el 21 de enero, algo tendrá que decir sobre el tema, lo que me afianza todavía más en mis convicciones de que sus promesas de cambio son sólo humo y que, al menos en el conflicto de Oriente Medio, mantendrá la misma política que sus antecesores de apoyo sin fisuras al terrorismo de Estado de Israel. La UE realiza tímidas protestas, intenta llegar a acuerdos diplomáticos absurdos para lavar su cara y su conciencia manteniendo una equidistancia inmoral entre agresores y agredidos, entre víctimas y verdugos, y para que Israel o EEUU no se enfaden mucho recuerda que tiene a Hamás en su lista de grupos terroristas, lista que para ser creíble tendría que estar encabezada precisamente por Israel. La ONU contempla impasible como las tropas israelíes bombardean dos escuelas que están bajo su jurisdicción y asesinan a los civiles que se habían refugiado en ellas huyendo de la matanza. Esto no es un crimen de guerra, la culpa es suya por estar en el lugar equivocado. Todo el mundo sabe que las escuelas son objetivos militares en la lucha contra el terrorismo: al fin y al cabo los niños de hoy son los terroristas de mañana. El Vaticano ni se inmuta; la cosa no va con ellos porque no son de los suyos.
Pero claro, no debemos acusar a ninguno de ellos. Tan sólo están manteniendo su compromiso con la paz y la salida dialogada al conflicto. Pues si quieren les hago un croquis: Israel tiene armas de destrucción masiva (es el único país de la zona que las tiene), ha invadido una nación vecina, está cometiendo un genocidio y lleva casi sesenta años haciendo caso omiso de las resoluciones de la ONU. O se es muy hipócrita, o muy estulto o a buen entendedor pocas palabras sobran y voy a terminar porque el asco y la rabia ya sólo me dejan repetir el principio: genocidio, genocidio, genocidio.
2 comentarios:
Esta situación se me parece repugnantemente al genocidio alemán...
Una vergüenza, que fácil es volver la cara.
Hoy he ido a la manifestación convocada, y de todas las manifestaciones a las que he ido (incluidas a las de hace un par de años cuando eramos 50 y 100antidisturbios)ha sido la primera en la que se me ha puesto la piel de gallina.
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