Barack Obama ya es Presidente de los Estados Unidos. Ya se puede, entonces, analizar su futura actuación como tal y, si bien es cierto que es demasiado pronto para llegar a ninguna conclusión definitiva, también lo es que sus acciones en estos días de interregno, de virtualidad presidencial, nos han dado algunas pistas sobre su comportamiento. Como ya es oficialmente el Hombre Más Poderoso De La Tierra supongo que el reproche fácil del "todavía no es Presidente” habrá perdido su sentido y podemos empezar a exigirle algo más que bonitas palabras.
Hay tres o cuatro asuntos sobre los que se puede empezar a intuir la actitud del nuevo Presidente. En cuanto a la matanza israelí en Gaza –sobre la que no se pronunció cuando aún no había asumido el mandato- ahora, que ya está en el poder, sigue sin decir una palabra. Ha mantenido conversaciones telefónicas, eso sí, -o al menos eso nos cuentan- con los dirigentes palestino, israelí, egipcio y jordano, con vistas a alcanzar –también eso nos cuentan- un acuerdo de paz duradero y una solución definitiva al conflicto. A mi esto me indica dos cosas: la primera es que la esperada condena de la masacre de Gaza –que no podía exigírsele cuando aún no era presidente- nunca llegará, esfumándose la primera esperanza de cambio. Como ya he dicho en otra ocasión todo señala a que mantendrá con respecto a Israel la misma política de apoyo total que sus antecesores. La segunda conclusión que se puede extraer es que sitúa en el mismo saco –como todos, por otra parte: no tendría por qué ser distinto en este sentido- a los agresores y a los agredidos. Pretende empezar un diálogo sin condiciones igualando a aquellos que han asesinado a mil trescientas personas, que han bombardeado escuelas, que se han reído de la ONU y del mundo entero y que, según las últimas noticias, han roto el alto el fuego, con aquellos que han visto como sus casas desaparecían bajo las bombas de fósforo, que han recogido los cadáveres de sus hijos de entre los escombros y que han perdido lo poco que tenían. No es buen comienzo.
El cierre de Guantánamo –que es una cuestión más moral que política y sobre la que no debería caber ningún tipo de duda o excusa- ya no es tan inmediato como se aseguró. Antes de las elecciones prometió un cierre inminente, más tarde se filtró por algunas fuentes que éste no se iba a producir y ahora resulta que sí, que se cerrará, pero que el proceso será largo, no será tan inmediato como se dijo en un principio. Parece ser que el gran problema es que esta clausura tiene que ser aprobada por el Congreso. Ignoro los recovecos del sistema político estadounidense que hacen que una decisión de este tipo tarde más de un año en producirse –como se anuncia- pero imagino que el Presidente de los Estados Unidos los conoce a la perfección y por lo tanto debía saber antes de comprometerse a cerrar el campo que este proceso sería largo y complicado. ¿Por qué entonces insistió en la inmediatez de este cierre?. Por el momento lo único que ha hecho ha sido suspender por ciento veinte días los tribunales que estaban juzgando a los prisioneros, pero no ha liberado a éstos –con lo que sigue violando el Derecho Internacional al no admitir su estatus de prisioneros de guerra- lo que significa que tendrán que permanecer cuatro meses más, al menos, encerrados sin juicio, sin que se levanten cargos contra ellos, sin asistencia legal y sin derechos de ningún tipo. Como dice mi madre, un pan como unas tortas.
En cuanto al asunto de Irak parece ser que va a retirar las tropas en un plazo de seis meses. No entro aquí a valorar la premura o no de esta retirada porque movilizar a un ejército es un proceso que lleva su tiempo. Si valoro, en cambio, el hecho de que esta retirada tenga como objeto disponer de efectivos para enviarlos a Afganistán –una guerra tan injusta y tan ilegal como la de Irak-, lo cual me da pie para una consideración: si en Afganistán no hubiera guerra las tropas estadounidenses no abandonarían Irak. El motivo último del repliegue no es la injusticia de la ocupación, sino un interés logístico. Es más una decisión estratégico-militar que moral o política.
En todo caso algo está claro: toda la actuación del Presidente Obama va a tener como meta sacar a su país de la crisis económica. Eso y mantener contentos a sus votantes para que le vuelvan a votar dentro de cuatro años. Y para mantenerlos contentos, en la actual situación, debe ofrecerles trabajo y bienestar económico. Eso es lógico y no se le puede reprochar; de hecho es lo que debe hacer como Presidente de su país. Ahora bien, para cumplir ese objetivo que no le quepa duda a nadie que se llevará por delante a medio mundo si es preciso. Proteccionismo salvaje, cierre comercial de fronteras, aranceles desorbitados, penalización de los productos no nacionales, etc. Y como hablamos de Estados Unidos y no de Tayikistán o de España las consecuencias para el resto de las naciones no serán demasiado amables. Pero bueno, seguiremos esperando.
Hay tres o cuatro asuntos sobre los que se puede empezar a intuir la actitud del nuevo Presidente. En cuanto a la matanza israelí en Gaza –sobre la que no se pronunció cuando aún no había asumido el mandato- ahora, que ya está en el poder, sigue sin decir una palabra. Ha mantenido conversaciones telefónicas, eso sí, -o al menos eso nos cuentan- con los dirigentes palestino, israelí, egipcio y jordano, con vistas a alcanzar –también eso nos cuentan- un acuerdo de paz duradero y una solución definitiva al conflicto. A mi esto me indica dos cosas: la primera es que la esperada condena de la masacre de Gaza –que no podía exigírsele cuando aún no era presidente- nunca llegará, esfumándose la primera esperanza de cambio. Como ya he dicho en otra ocasión todo señala a que mantendrá con respecto a Israel la misma política de apoyo total que sus antecesores. La segunda conclusión que se puede extraer es que sitúa en el mismo saco –como todos, por otra parte: no tendría por qué ser distinto en este sentido- a los agresores y a los agredidos. Pretende empezar un diálogo sin condiciones igualando a aquellos que han asesinado a mil trescientas personas, que han bombardeado escuelas, que se han reído de la ONU y del mundo entero y que, según las últimas noticias, han roto el alto el fuego, con aquellos que han visto como sus casas desaparecían bajo las bombas de fósforo, que han recogido los cadáveres de sus hijos de entre los escombros y que han perdido lo poco que tenían. No es buen comienzo.
El cierre de Guantánamo –que es una cuestión más moral que política y sobre la que no debería caber ningún tipo de duda o excusa- ya no es tan inmediato como se aseguró. Antes de las elecciones prometió un cierre inminente, más tarde se filtró por algunas fuentes que éste no se iba a producir y ahora resulta que sí, que se cerrará, pero que el proceso será largo, no será tan inmediato como se dijo en un principio. Parece ser que el gran problema es que esta clausura tiene que ser aprobada por el Congreso. Ignoro los recovecos del sistema político estadounidense que hacen que una decisión de este tipo tarde más de un año en producirse –como se anuncia- pero imagino que el Presidente de los Estados Unidos los conoce a la perfección y por lo tanto debía saber antes de comprometerse a cerrar el campo que este proceso sería largo y complicado. ¿Por qué entonces insistió en la inmediatez de este cierre?. Por el momento lo único que ha hecho ha sido suspender por ciento veinte días los tribunales que estaban juzgando a los prisioneros, pero no ha liberado a éstos –con lo que sigue violando el Derecho Internacional al no admitir su estatus de prisioneros de guerra- lo que significa que tendrán que permanecer cuatro meses más, al menos, encerrados sin juicio, sin que se levanten cargos contra ellos, sin asistencia legal y sin derechos de ningún tipo. Como dice mi madre, un pan como unas tortas.
En cuanto al asunto de Irak parece ser que va a retirar las tropas en un plazo de seis meses. No entro aquí a valorar la premura o no de esta retirada porque movilizar a un ejército es un proceso que lleva su tiempo. Si valoro, en cambio, el hecho de que esta retirada tenga como objeto disponer de efectivos para enviarlos a Afganistán –una guerra tan injusta y tan ilegal como la de Irak-, lo cual me da pie para una consideración: si en Afganistán no hubiera guerra las tropas estadounidenses no abandonarían Irak. El motivo último del repliegue no es la injusticia de la ocupación, sino un interés logístico. Es más una decisión estratégico-militar que moral o política.
En todo caso algo está claro: toda la actuación del Presidente Obama va a tener como meta sacar a su país de la crisis económica. Eso y mantener contentos a sus votantes para que le vuelvan a votar dentro de cuatro años. Y para mantenerlos contentos, en la actual situación, debe ofrecerles trabajo y bienestar económico. Eso es lógico y no se le puede reprochar; de hecho es lo que debe hacer como Presidente de su país. Ahora bien, para cumplir ese objetivo que no le quepa duda a nadie que se llevará por delante a medio mundo si es preciso. Proteccionismo salvaje, cierre comercial de fronteras, aranceles desorbitados, penalización de los productos no nacionales, etc. Y como hablamos de Estados Unidos y no de Tayikistán o de España las consecuencias para el resto de las naciones no serán demasiado amables. Pero bueno, seguiremos esperando.
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