viernes, 21 de agosto de 2009

Fumando espero

No hace falta ser un fino analista político-social para caer en la cuenta de que el reciente anuncio realizado por la Ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, en cuanto al endurecimiento de la Ley Antitabaco no es más que un intento bastante tosco de tapar su nefasta gestión en un asunto bastante más grave y preocupante como es el de la gripe americana. Mientras que aquí se descarta la vacunación de toda la población y se anuncia que sólo se vacunará a los grupos de riesgo, países como Alemania y Francia (incluso Grecia) han decidido la vacunación masiva., entre otras cosas porque todavía no se han determinado cuáles son los grupos de riesgo. Así que la postura del Ministerio de Sanidad ante una pandemia que trae bastante de cabeza a todos los líderes mundiales es esperar a ver qué pasa. Eso sí, se supone que no esperar fumando.
Uno piensa que ante una alerta de tal magnitud las autoridades sanitarias de un país deben volcar todos sus recursos en ella y dejarse de zarandajas. Parece bastante claro que en este asunto la Ministra de Sanidad tendría bastantes cosas que explicar, siempre y cuando su escasa preparación para el cargo se lo permita.
Dejando a un lado este asunto, nadie duda de que un gobierno tiene no sólo el derecho, sino la obligación de proponer todas aquellas leyes que considere oportunas -leyes que, no se olvide, han de ser aprobadas por el Parlamento-, aunque sean un reflejo de la mojigatería puritana de cierta socialdemocracia en la que ha caído el Gobierno y gran parte de la sociedad. Si la idea es prohibir fumar en los bares –vamos a dejar ya de hablar de espacios públicos, porque los bares son espacios privados con acceso público- entonces que se haga. Habrá gente que esté de acuerdo y les vuelva a votar y gente que no lo esté y no les vote. En esto consiste la democracia y luego se podrá discutir sobre la hipocresía de prohibir fumar pero no prohibir la venta de tabaco por temor a perder los ingentes ingresos que ésta proporciona al Estado por vía impuestos, o el fracaso que supone una Ley que ha de ser reformada a los tres años de su aprobación. Pero el caso es que Trinidad Jiménez ha dicho que la reforma viene propiciada porque la Ley ha perdido su carácter disuasorio. Es decir, que la cuestión no es ya que se fume o no se fume en los bares, sino que hay gente que no ha dejado de fumar. Y ahí es donde Trinidad Jiménez, el Gobierno y todos los puretas que apoyan la ley entran en un campo que no les corresponde porque es propiedad exclusiva de la libertad individual y la responsabilidad de cada uno. Un Gobierno no tiene derecho a decir a sus ciudadanos si deben o no deben fumar, porque ese es un asunto moral (de Deber) que corresponde exclusivamente a la responsabilidad personal del individuo. Cuando se pretende hacer algo así se está atentando contra la intimidad, la vida privada y la libertad de cada uno de hacer con su cuerpo lo que le venga en gana. Se está legislando sobre asuntos privados, se pretende regular la vida de los sujetos y eso es más bien propio de un estado totalitario.
Se amenaza también con adornar las cajetillas de tabaco con cromos desagradables para que nos concienciemos y dejemos el vicio. En primer lugar, esto de las estampas de enfisemas y tumores varios es de muy mal gusto. Y en segundo lugar va a dar igual, porque el que fuma va a seguir haciéndolo le pongan en el paquete un pulmón apolillado o no se lo pongan. Es curioso cómo el tabaco es una de las drogas peor vistas y más perseguidas en la actualidad, siendo la única que no provoca problemas sociales –nadie va a perder su trabajo o atracar una farmacia por fumar-, es la única droga que no convierte a sus usuarios en zombis y les permite pensar –de hecho, permite pensar más: la nicotina ayuda a concentrarse y previene la demencia senil-. A lo mejor el problema es precisamente ese: que permite pensar.
La cuestión es la de siempre: la libertad individual para que cada uno haga con su vida lo que quiera. Muchas de estas fotos no tendrían sentido si se permitiera a cada uno elegir su muerte. Pero la Ministra que quiere vernos a todos sanos como robles no regula la eutanasia porque según ella no hay demanda social. Así que es todo cuestión de demanda: la vida humana dentro del mercado, sometida a la ley de la oferta y la demanda.

1 comentario:

Volgeus dijo...

No le entiendo, en otros temas estoy de acuerdo con usted, pero en este es que simplemente no le entiendo.

A ver, si está mal tirar cabras de los campanarios, la semana santa, el futbol, meterse en la vida de los demás con la religión, ¿Por que meterse en los pulmones de los demás no solo está bien, sino que está fetén?

¿Que queda del respeto al que simplemente quiere respirar, aunque no sea negro ni de otra religión o de otro sexo?

Creo que esta es la inconsistencia fundamental de su blog, por todos los demás temas, en cambio, debo felicitarle, ya que están muy bien tratados y tiene usted mas razón que un santo (es la expresión que nos metieron en la cabeza mientras nos imponian el crucifijo en clase)

Pero no puedo entender su intento de imposición del tabaco en los pulmones de los demás, personalmente, y sin que me guste ninguna opción, preferiría tener mi casa llena de crucifijos a tener que sufrir un cigarro en un bar o restaurante.

Se lo dice una persona que no pisa un bar si puede evitarlo dado que el tabaco le hace vomitar y cuando no sucede el olor en la ropa, en la piel y en el pelo, es repulsivo y pegajoso y te acompaña hasta la ducha.

Yo respeto la libertad el fumador en su casa, y si fuma en la calle procuro no ponerme detrás, ya que el olor acompaña como dice Mamá Ladilla como "una nube de ful"

Si estas leyes llevan a que en lugares públicos no se fume serán bienvenidas, a fin de cuentas, peerse en público tambien huele mal y está mal visto, así como toserle en la cara a la gente: ¿Como no iba a estar mal visto imponerles un "perfume" para todo el dia a los que te rodean y además ponerlos en riesgo sanitario?

Entiendo que usted como fumador solo ve su libertad amenazada, pero a partir del año que viene podré desayunar en un bar tostada sin sabor a Malboro.

Salud