viernes, 18 de junio de 2010

Parálisis cerebral

 Poco podía imaginar Aldous Huxley que la terrible utopía dibujada en su obra Un mundo feliz, se iba a ver realizada en un espacio concreto –España- y en un tiempo relativamente corto. El cerebro de la gran mayoría de la sociedad española se halla ya paralizado – la LOGSE empieza a dar sus frutos- gracias al soma de los programas rosas, de los noticiarios deportivos y, en las próximas semanas, de la gran fiesta de la adormidera social: el mundial de fútbol.
 En estos últimos días han coincidido una serie de acontecimientos que, combinados, demuestran de forma contundente que la población española adolece de una grave parálisis cerebral. Hagamos un breve recuento: el ajuste económico antisocial llevado a cabo por el gobierno del PSOE (recordemos: Partido Socialista Obrero Español), la convocatoria de una huelga general de funcionarios, la aprobación de una reforma laboral regresiva y propia del siglo XIX, el anuncio de una huelga general para el mes de septiembre y el debut de La Roja en el mundial (por cierto, que nadie piense que esto de La Roja es una especie de leyenda o algo así, como Les Bleus, los azzurri, la albiceleste o la canarinha. La Roja no es más que una cosa que se inventaron los periodistas deportivos a sueldo de PRISA hace unos años). Todos estos acontecimientos, tomados aislados, no dicen nada acerca de la estupidez programada de la sociedad española, pero tomándolos en su conjunto –que es como hay que tomarlos, porque así funciona un sistema social complejo- dejan una señal clara del nivel de aborregamiento al que ha llegado el país en el que nos ha tocado en suerte vivir.
 Después de unas medidas de ajuste que deberían resultar insoportables para cualquier sociedad con un mínimo de conciencia, aprobadas en el Parlamento por un solo voto gracias al cinismo político –ellos lo llaman responsabilidad- de CiU, se convoca una huelga general de funcionarios que resulta un auténtico fracaso. Las excusas que se utilizan para calmar la conciencia de los que en fondo se saben esquiroles son de lo más granado y van desde el consabido “yo no le hago el juego a los sindicatos” (pero si a las empresas y al Gobierno, a lo que parece), hasta la pequeño-burguesa del “me van a quitar dinero de la nómina” (cuando la huelga se convoca precisamente para que no quiten más dinero de la nómina). Unos días más tarde el Gobierno aprueba un decreto-ley que contiene las líneas básicas de la Reforma Laboral –y que se aprobará en el Parlamento, una vez más, gracias a la “responsabilidad” de CiU- y cuya medida estrella es un auténtico alarde de demagogia y absurdo político. Resulta que la indemnización por despido se reduce a 33 días por año, eso sí, el Gobierno va a subvencionar esos mismos despidos con ocho días por año. Y a quien va a subvencionar es a la empresa, no al trabajador, puesto que al fin y al cabo quien despide es la empresa y quien se ahorra los ocho días de indemnización es la empresa, aunque el Gobierno intente vender esta medida como el no va más del progresismo obrero. Teniendo en cuenta que el Estado no tiene dinero, que el dinero que recauda es de los contribuyentes –muchos de los cuales serán despedidos gracias a esta nueva reforma laboral- y que por lo tanto el dinero de esa subvención sale del bolsillo de estos mismos contribuyentes, la conclusión lógica a la que se llega es que los mismos trabajadores subvencionarán ocho días de su propio despido. En China los condenados a muerte deben pagar las balas que los van a matar. Pues eso.
 El mismo día que se anunciaban estas medidas tan socialistas y tan obreras España jugaba contra Suiza en el mundial. Todos aquellos que no habían hecho la huelga del 8 de junio, y los que no van a hacer la huelga del 29 de septiembre, por las razones ya aducidas, no tuvieron ningún reparo en no ir a trabajar para ver a veintidós tipos pegando patadas a una pelota: no importó entonces que quitaran dinero de las nóminas. Al final España perdió el partido –una buena excusa para que los voceros deportivos vendan ahora más humo en los próximos partidos- pero el Gobierno ganó, porque al día siguiente nadie, absolutamente nadie, comentaba la super-reforma laboral de ZP. Si un partidito de fútbol puede paralizar un país más que una huelga general, entonces que nadie dude de que lo que realmente está paralizado es el cerebro de los españoles.

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