jueves, 19 de agosto de 2010

Los chadores de Melilla

 Por mucho que se quiera negar la realidad siempre acaba imponiéndose. Y ya de nada valen las teorías, las buenas palabras, los engaños o las tergiversaciones. Al final, la realidad, la maldita realidad, reaparece dando bofetones a los ingenuos y a los estafadores. Nada hay de tradición cultural en la imposición de una norma religiosa machista y canalla como obligar a las mujeres a ocultarse y desaparecer tras un velo –y me da igual el tipo de velo-. No es más que una forma de negar su identidad, e incluso, a veces, su existencia. De eliminar su humanidad y hacer de ellas esclavas de su señor. Eso, sí, cuando esto se dice, inmediatamente surgen las voces de siempre, las de la progresía mal entendida, cargadas de acusaciones de xenofobia, racismo o islamofobia. Hablando de identidades culturales, de costumbres y de relativismos culturales. Y los clérigos musulmanes, que son tal para cual con los clérigos católicos, amenazan con echarse a la calle hasta que al final los poderes de turno templan gaitas, aceptan lo inaceptable y hablan de crear problemas donde no los hay. Pero sí que hay un problema y precisamente por no atajarlo a tiempo es por lo que este problema crece y se multiplica.
 Con lo cual, los que al principio parecía no ser más que el derecho de una niña a llevar un pañuelito en la cabeza acaba desembocando en una ciudad sitiada. Sitiada por ese mismo machismo que obliga a esa niña a ocultar su cabello. Es de esperar que todos aquellos que negaban el carácter machista del uso del yihab, se caigan ahora del guindo donde llevan tanto tiempo subidos y admitan que el conflicto que ahora mismo sacude Melilla es producto de ese mismo machismo, azuzado por los intereses de un dictador, tirano y sátrapa como Mohamed VI, por muy amigo que sea de ZP y del Rey Juan Carlos. Los machos marroquíes se niegan a que mujeres policías españolas les registren en la frontera de Melilla. Y uno se pregunta quién es un macho marroquí para exigir a un gobierno extranjero a quién tiene que poner a vigilar sus fronteras. El Gobierno español, que tanto aboga por los derechos de las niñas musulmanas a llevar un Yihab (obligadas por sus padres, hermanos y novios) no dice esta boca es mía, y el Ministro de Asuntos Exteriores vuelve a templar gaitas y no hace nada por evitar un abuso manifiesto que está muy cerca del conflicto internacional. Pero, claro, como en Marruecos parece ser costumbre que las mujeres no sean policías, y si lo son sólo traten con mujeres (eso no es machismo, que va) pues parece ser que aquí tenemos que reconocer esa costumbre y tragárnosla con patatas. Y por si alguien lo duda, este conflicto acabará con la retirada de las mujeres policías españolas de la frontera de Melilla.
 Así que el problema que supuestamente no existía resulta que sí existe. Y existe a niveles muy superiores a los que se puedan dar en las aulas de un instituto. Y no se olvide que el gobierno de Marruecos es laico. Y los individuos que ahora impiden la entrada de alimentos a Melilla exigiendo que otra nación acepte sus costumbres por la fuerza son también laicos. Ya es hora de que nos vayamos dando cuenta de que el uso del yihab no es una cuestión religiosa (o al menos no tan sólo una cuestión religiosa), ni de libertad de culto ni de libertad individual y con lo que tiene que ver es con el machismo dominante en un país atrasado y con una estructura social y política feudal, que no tiene cabida en una nación que se dice moderna y democrática.

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