lunes, 7 de febrero de 2011

Oriente insurgente

 Lo que comenzó siendo una protesta social contra la subida de los alimentos básicos (como el pan), se ha convertido en los países del Magreb y sus aledaños en un clamor popular que reivindica reformas democráticas. Este clamor ya se ha llevado por delante al presidente de Túnez y a la hora de escribir este artículo amenaza con hacer lo propio con el dirigente egipcio Hosni Mubarak. Éste, sin embargo, a diferencia de su homólogo tunecino, parece ser que está dispuesto a aferrarse al cargo con uñas, dientes y matones armados. Sin duda no se le olvida que fueron los países occidentales, Europa fundamentalmente, quienes le colocaron en el cargo tras el asesinato de Anwar- el- Sadat, y que esos mismos políticos occidentales que ahora exigen su salida del mismo hasta hace muy poco tiempo han sido sus más fervientes defensores, aplaudiendo su política de conciliación con Israel. No es de extrañar que el único líder que le respalde sea precisamente el primer ministro israelí Benjamin Nettanyhahu, al que tampoco se le debe olvidar que Mubarak cerró el paso de Rafah a los refugiados palestinos que huían de su política de exterminio.
 Los ciudadanos árabes están reclamando democracia. Habrá que ver hasta qué punto las potencias occidentales están dispuestas a permitírsela. Si los tiranos que les gobernaban se han mantenido en el poder durante todo este tiempo –y el que aún se mantendrán algunos, como nuestro buen amigo Mohamed VI- ha sido porque respondían a los intereses económicos de esas mismas potencias, porque han permitido a los capitales internacionales norteamericanos, británicos, alemanes franceses o españoles esquilmar sus territorios, ya sea de petróleo, materias primas o mano de obra, llevándose de paso una buena tajada de los beneficios. Cuando a una población sumida en la miseria y sin ninguna perspectiva de futuro alguien le sorbe el seso prometiéndole un paraíso en la Tierra y más allá de ella, no es de extrañar que cualquiera esté dispuesto a colocarse una bomba en el pecho, así que estos territorios corren ahora el riesgo de caer en el radicalismo religioso. Y aquí está la excusa perfecta que necesitan Europa y Estados Unidos: esos tiranos al fin y al cabo constituyen un freno para el islamismo radical, ese islamismo que ha sido propiciado por la política occidental en Oriente Medio y el Magreb y sus socios en el poder. De momento ya se han encargado de enviar a todos los personajes de esos países que se encontraban exiliados en Occidente –en Francia y en el Reino Unido principalmente- para que controlen la situación de la manera más conveniente para sus intereses. Y sólo desde esta perspectiva puede entenderse la estupidez que soltó no hace mucho nuestra Ministra de Asuntos Exteriores afirmando que si Marruecos se veía libre de las revueltas era porque había hecho reformas democráticas. Más bien por las cámaras de tortura del régimen y las armas que España le vende. A lo mejor por eso quería repatriar a los quince saharauis que solicitaron asilo político en Fuerteventura, y han tenido que ser los organismos internacionales los que le paren los pies.
 Cuando Occidente habla de democracia habla de “su” democracia, en la cual la participación popular resulta más bien un estorbo. Y no parece que sea eso lo que tienen en la cabeza los manifestantes de El Cairo. Volviendo al principio, que a nadie se le olvide que todo esto empezó por el precio del pan y la corrupción política. Algo que perfectamente podría pasar en España donde el aumento del precio de los alimentos se sitúa ya 1,5 puntos por encima de la subida de los salarios. Pero todos tranquilos, que aquí las masas están bien adoctrinadas.

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