lunes, 9 de diciembre de 2013

Verdad

 Si existe un objeto de la Filosofía por antonomasia, ese es la Verdad. Desde sus orígenes el pensamiento filosófico se ha interesado por la búsqueda de la verdad: ya sea la verdad de la Naturaleza, la Physis, o la verdad del hombre, la verdad del Ser o la verdad del Universo. De hecho, el mismo término “Filosofía” hace referencia a la búsqueda de esta verdad. La filosofía es la tendencia constante, “Phileo”, hacia la verdad, el conocimiento o la sabiduría, la “Sophia”. Y precisamente porque la filosofía es eso, búsqueda constante, tendencia, es su sino no alcanzar nunca su objeto, no conocer nunca la verdad. El “filósofo” es el que busca, a diferencia del “sofós”, el sabio, que es el que ya ha encontrado.
 Sin embargo, también desde sus orígenes parece que los filósofos renunciaron a su propia vocación de búsqueda, renunciaron por tanto a su propia profesión de filósofos, y quisieron poseer en exclusiva el secreto de la verdad. Incluso el propia Sócrates, que afirmaba no conocer nada como una verdad absoluta, en su debate con los sofistas –que defienden precisamente la relatividad de la verdad- mantenía que ésta es un concepto Universal. Idea que sólo se puede mantener si se está ya –o se cree estar- en posesión de a verdad, pues sólo desde esta posición es posible conocer la esencia de la verdad y por lo tanto su universalidad. De todas formas, quizás no sea “verdad” que Sócrates dijera nada de esto –al fin y al cabo no dejó ningún testimonio escrito- y lo que hoy creemos que es el pensamiento de Sócrates no sea más que una construcción platónico-cristiana –“Yo soy el Camino, La Verdad y la Vida”, dice Cristo en el Evangelio-. No en vano se ha considerado que en la figura de Cristo se repiten muchos elementos de la personalidad de Sócrates (y de Pitágoras, por decirlo todo).
 De esta forma, ya desde sus inicios la filosofía, o al menos la parte del león de ella, se ha considerado en posesión de la verdad –incluidos, claro está, los escépticos que consideraban como verdad la imposibilidad de conocer la verdad- Tan sólo la ciencia mantuvo y mantiene el espíritu de la filosofía y considera revisables todas y cada una de las verdades –siempre parciales- que alcanza.
 Y es que la verdad, como objetivo último del conocimiento, depende de la idea de realidad que se mantenga. Así, si se piensa que la realidad es inmutable y eterna, sagrada e independiente de la acción de los sujetos humanos, se considerará una verdad absoluta y universal, válida para todas las épocas y todos los individuos, como cenit del conocimiento de esa realidad. Si se piensa en la realidad como algo cambiante, como una construcción del intelecto humano, la verdad también será cambiante, será relativa a cada época, a cada situación, a cada realidad que se contemple. Y si se piensa en la realidad como contraria al ideal de lo que debería ser, la verdad se presenta como ese ideal al que la realidad tiende o debería tender o, más bien, como ese ideal al que los individuos han de dirigir la realidad que construyen. La verdad no sólo tiene un contenido moral –siempre lo ha tenido, de hecho: siempre nos han dicho que decir la verdad está bien y no decirla, mentir, está mal- sino que es fundamentalmente un concepto moral. Y así, la verdad se convierte en el juez de la realidad. Ésta no será siempre verdadera: algo no es verdadero por ser real, sino por ser bueno, por ser el ideal al que debe de adecuarse la realidad. Lo que nos dice la verdad así entendida es que la realidad –aunque parezca mentira- puede ser falsa.

No hay comentarios: