viernes, 20 de diciembre de 2013

Inteligencia / y 2

 Soy consciente de que a las conclusiones del último artículo publicado se les pueden oponer muchas objeciones. Quiero contestar aquí a dos de estas hipotéticas refutaciones que son, creo, las más evidentes, o al menos las que a mi me pareen más evidentes y, en todo caso, son las dos que más me preocupan.
 En primer lugar, se puede oponer a la idea de que las facilidades que la técnica ofrece para relacionarse con el medio  provocan, o pueden provocar, la involución o el regreso de la inteligencia de aquella parte de la especie que no se hace cuestión de la técnica, sino que simplemente la utiliza, la concepción de una inteligencia social. De esta forma los avances técnicos serían producto de una inteligencia colectiva, patrimonio de la especie, inteligencia que seguiría haciéndose cargo de las dificultades que plantean tanto la técnica como el medio y que seguiría evolucionando y desarrollándose aun cuando las inteligencias individuales involucionaran. Esta inteligencia social, que ha sido de hecho postulada por varios sociólogos y psicólogos, salvaría de alguna manera la conclusión que se plantea. He de decir que veo muy difícil concebir una inteligencia de la especie más allá de las inteligencias particulares de los individuos que la forman, a no ser que se hable de alguna clase de conexión intermental, más cercana a la mística que a otra cosa, como la que plantean Erwin Lazslo y otros representantes de la llamada “New Age”. En todo caso, yo no puedo apreciar ninguna inteligencia social que vaya más allá del conjunto de conocimientos y técnicas que son transmitidos de generación en generación y que suele recibir el nombre de cultura –de una de las acepciones de la “cultura”-. Si es esto o que se quiere significar por “inteligencia social” entonces es una idea que viene a apoyar los planteamientos expuestos en el anterior artículo. La cultura, cada vez más tecnificada, facilita la relación con el medio, de tal forma que aquellos miembros de la especie que no se plantean los fundamentos de la técnica, sino que simplemente la utilizan como algo que hace más cómoda su interacción con el entorno, verían mermada su capacidad de adaptación a éste y, en consecuencia, su inteligencia.

 La segunda de las objeciones de las que se hablaba al principio consiste en que puede considerarse la idea de que el desarrollo de la técnica va en detrimento del desarrollo de la inteligencia como una crítica de la técnica  y como un llamamiento, por tanto, a un retorno a una especie de sociedad primigenia  donde el ser humano se relacione directamente con la Naturaleza prescindiendo de cualquier medio tecnológico. Sin embargo, el planteamiento que yo hago es precisamente el contrario. La idea que intento transmitir es que, puesto que la técnica facilita la relación con el medio, de tal manera que éste ya no resulte problemático –o, al menos resulte menos problemático- para la especie, lo que debe hacer ésta es cuestionarse precisamente la técnica. Puesto que es la técnica la que se ha convertido en el medio humano por excelencia los sujetos deben enfrentarse a los problemas que ésta plantea y no simplemente utilizarla sin comprenderla. Esto –el utilizarla sin comprenderla- al final convierte a la técnica en magia –o en religión- de tal forma que se facilita la creación de una casta privilegiada que conoce sus secretos, que tiene el conocimiento de los resortes que mueven los medios y, por lo tanto, el poder sobre éstos y sobre aquella parte de la especie que no está en posesión de estos conocimientos. Esa parte de la especie que verá disminuida su inteligencia y se encontrará, por ello, dominada por un medio que ha sido ideado y es controlado por aquellos que siguen enfrentándose a los problemas que el medio plantea.

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