lunes, 8 de junio de 2015

Ya no hay clase obrera



  Ya no hay “clase obrera”. Hay obreros, eso sí, individuos que, desde el momento en que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario entran en la rueda de la explotación y la alienación. Independientemente de la cuantía del salario, idea sobre la que insistiremos en un momento. Ahora bien, que esos individuos sean conscientes de su situación de explotación, que tangan conciencia de que constituyen una clase social dominada tanto en la infraestructura como en la superestructura: que posean, en última instancia, conciencia de clase, es otra cuestión. lo que constituye a la clase obrera, o más bien lo que constituye a los obreros como clase, es la conciencia de clase, frente a la burguesía que, como clase dominante exportadora de ideología no puede alcanzar dicha conciencia. Así, desde el momento en que no hay conciencia de clase, podemos afirmar que hay obreros –pues sin obreros no se sustentaría el sistema- pero no hay clase obrera.

  Que no hay conciencia de clase es algo fácil de comprobar cuando sea tiende a las reivindicaciones y exigencias de los obreros –reivindicaciones y exigencias justas en su mayoría, todo hay que decirlo-. Esas reclamaciones no inciden sobre la situación de explotación sistémica, sino que más bien van en la línea de recuperar un modo de vida y un estatus económico que tiene más que ver con el desarrollo del sistema y, por lo tano, que aquello que mantiene la explotación de los individuos. Es decir, no hay conciencia de clase porque los obreros lo que exigen es aquello que les mantiene en una situación de alienación y explotación, lo que los convierte en una clase dominada por una clase dominante. Así, se exigen subidas de salarios, trabajos dignos de acuerdo a la formación, acceso a los bienes de consumo y aumento del bienestar social y, en última instancia, el regreso a una situación económica en la que lo que primaban eran los derechos, valores y bienes burgueses, todo lo cual debería de darse, pero no acabará con la situación de explotación. Todos somos burgueses, no hay que avergonzarse de reconocerlo, pero, si todos lo somos, entonces no hay clase obrera.

  Los requerimientos que hacen algunas organizaciones de la nueva política en nombre de la clase obrera, pues, son falaces, puesto que la clase obrera no existe. . Son, o bien reivindicaciones burguesas de una pequeña burguesía arrollada por el desarrollo del sistema capitalista –pue eso es en lo que en definitiva ha devenido la clase obrera : todos somos pequeñoburgueses- o bien en exigencias para lo que tradicionalmente se ha denominado lumpen proletariado: aquellos sujetos que se sitúan en los ,márgenes del sistema, que no participan de él aunque, en cierta medida, se vean explotados por él: el sistema explota a todos-. Reivindicaciones estas ultimas que tienen que ver con alguna forma de parasitismo social –vivir del Estado- , aunque ese parasitismo haya sido fomentado por el propio estado. Y son esas reivindicaciones que tienen como objetos a esos grupos parásitos las que, o bien no se explican –pues hacerlo sería hacer ver al resto de los sujetos, que ya no son clase obrera, que han de ser sufragadas por el estado, es decir, por sus impuestos –o bien se justifican desde el sentimiento, que es algo que queda muy bien, pero que casa muy mal con la racionalidad política y la realidad social.

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