viernes, 15 de marzo de 2024

Sapere Aude

 Decía Kant que el siglo XVIII en el que él vivía era una época de Ilustración, pero no una época ilustrada, y achacaba esta situación a una minoría de edad intelectual de la humanidad -culpable minoría de edad decía él- que no permitía a los seres humanos pensar por sí mismos. O lo que viene a ser lo mismo, que para Kant el problema de la humanidad era que pensaba y decía lo que otros pensabas y decían, lo cual no deja de ser mucho más cómodo que pensar por uno mismo, y además genera menos problemas. Esta situación la denunciaba Kant en la Alemania Ilustrada del siglo XVIII. Imaginemos lo que ocurre en la España aborregada del siglo XXI en la que vivimos.

No voy a entrar en hacer análisis, ni finos ni gruesos, de la situación política y social española, entre otras cosas porque he llegado a la conclusión de que realizar esos análisis es una pérdida de tiempo que no sirve para nada, o en todo caso le sirve a uno -o a mí- para aclararme en éste fárrago maloliente en el que se ha convertido la vida política española, que reconozco que no es poco. Eso sí, intentar hacer que otros vean -no digo ya que se convenzan de ello- todo este lodazal en que están metidos hasta el cuello, se ha convertido en tarea imposible. Dicen que Cristo predicaba en el desierto, supongo porque pensaría que alguien le oía, pero como yo no soy Cristo ni tengo intención de serlo, no es mi vocación esa de predicar en el desierto. Si en la Alemania del siglo XVIII los sujetos se negaban a pensar por sí mismos, en la España del XXI, no solo se niegan a pensar por sí mismos, sino que consideran que todo aquello que vaya en contra de lo que consideran sus pensamientos, pero que no son más que las cuatro falsedades que les han metido en la cabeza, debe ser rechazado y poco menos que quemado en una hoguera -la idea y el que le piensa. Es la nueva Inquisición que se alimenta de los idearios que se exportan desde las poltronas de los líderes, líderes, eso sí, que todo lo hacen por el pueblo, aunque el pueblo, remedando a Luis XIV, al final sean ellos. Así que si mañana la posverdad de turno decide que el cielo es verde, ya puede usted, como decía Galileo, hartarse de decir a unos y a otros que hagan el favor de mirar para arriba, porque ese cielo seguirá siendo verde. Y cuando usted insista en que es azul, se encontrará con que le hablan de verdades líquidas, de ambigüedades, de ideas tradicionales o vaya usted a saber que tontadas más Eso sí, si, cuál Gran Hermano, las cabezas pensantes por los demás, deciden mañana que el cielo es rojo, entonces el cielo, no solo será rojo, sino que siempre habrá sido rojo. Kant, en su ingenuidad, intentaba que todos los individuos fueran realmente ilustrados, es decir, que todos ellos pensaran por sí mismos, que se atrevieran a saber. Atreverse a saber es muy peligroso, porque siempre te puedes encontrar con que esas verdades que uno creía eternas e inmutables, de pronto no lo parecen tanto, y, a lo mejor, hasta resultan ser falsas. Así que mejor que nos dejen tranquilos con lo que pensamos y creemos, que otros nos lo den masticadito y nosotros nos quedamos viviendo en nuestra ignorancia, eso sí, condenando al infierno de los justos a todo aquel que se atreva a ponerla en duda. 


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