miércoles, 1 de junio de 2011

¿Por què?

 Lamentablemente hemos perdido esa curiosidad infantil y aristotélica que nos llevaba a preguntar siempre ¿por qué?. La pregunta por el porqué, sin embargo, es la que nos conduce a las explicaciones últimas de los hechos y los acontecimientos, el fundamento de la comprensión de la realidad, más allá de los mitos, teniendo como única referencia la razón. Es conveniente preguntar por qué ante todo lo que acontece y nos rodea, aunque sean cosas tan faltas de interés como las intervenciones de los políticos en un día de elecciones. Indagar por qué hacen determinadas declaraciones puede ayudarnos, y mucho, a entender el presente que vivimos y el futuro inmediato que nos espera. Todas las intervenciones políticas en una jornada electoral hacen hincapié en lo mismo: la necesidad de una alta participación. Esa alta participación debería de beneficiar a unos y perjudicar a otros, pero todos insisten en lo mismo ¿por qué?.
 La respuesta a la pregunta parece obvia: una baja participación les perjudicaría a todos por igual. ¿Por qué, si se sitúan en puntos distintos, y aparentemente distantes, del marco político y la sutilezas de la Ley d´Hont permiten que, ante una baja participación, unos grupos salgan favorecidos frente a otros?. Por responsabilidad política, dirán algunos. Una buena respuesta si no fuera porque nadie con un poco de seso se la cree, como nadie en el siglo XVI se creía que las piedras caían por la tendencia natural de los elementos a unirse. Si todos repiten lo mismo como loros es porque tienen miedo de que la población no participe en las llamadas –mal llamadas- fiestas de la democracia. Y aquí llegamos al porqué definitivo: miedo, ¿por qué?.
 Porque saben que una baja participación electoral, sobre todo en épocas de descontento social, deslegitima el sistema y les deslegitima, por lo tanto, a ellos como portavoces de la ciudadanía. Porque saben que el poder del que disponen es una cesión de los ciudadanos y el hecho de que éstos no voten implica que no les ceden ese poder, que se lo reservan para poder exigirles, con la fuerza que les da, responsabilidades. Por eso se trata de votar, lo que sea, a quien sea, aunque sea en blanco. Al fin y al cabo un voto en blanco es eso, un cheque en blanco que se otorga a quien obtiene la mayoría para que haga con él lo que quiera. El caso es deshacerse de un poder que estorba, que no se sabe qué hacer con él, que da miedo también. El voto en blanco es el voto del miedo. El miedo al poder soberano. Fromm habló del miedo a la libertad. El miedo no consiste en no estar en una performance continua en alguna plaza pública. Consiste en no enfrentarse al sistema entregándole el poder.
 El poder está del lado de los gobernantes o del lado de los ciudadanos. Se pueden hacer todas las asambleas del mundo, elaborar todas las propuestas del mundo. Todo eso de nada sirve si al final se entrega el instrumento que puede hacerlas efectivas, que es el poder. No sirve de nada construir un nuevo contrato social, debatir sus cláusulas, aprobarlas o rechazarlas si a la hora de la verdad no se tiene el poder para obligar a la parte contraria a firmarlas. Y no se tiene porque se ha renunciado a él, se ha entregado en el acto simple, pero enormemente comprometido, de ir a votar. Quien se mueve en estos parámetros demuestra su absoluta irracionalidad, demuestra que sólo está jugando, pasando un rato agradable -siempre es agradable creer que se hace Historia, que se cambia el mundo- y sobre todo demuestra que está muy alejado de la realidad, de esa realidad política que se pretende cambiar.
 ¿Por qué no comento nada de los resultados de las elecciones?. Porque no hay nada que comentar, ni nada que analizar. Ha ganado quien tenía que ganar y quien ha perdido lo ha hecho porque no ha servido a los ciudadanos, sino a los poderes económicos. No hay más. Así de vacías de contendido son nuestras elecciones. Ahora unos pretenderán forzar un adelanto electoral, que es lo que no deben hacer, y otros intentarán forzar el final de la legislatura, que es lo que no deben hacer. En el fondo da igual. Nadie les va a exigir responsabilidades porque ya les han regalado el poder. Y otros seguirán haciendo asambleas inútiles porque nadie va a escuchar sus propuestas, hasta que les desalojen -si es que no lo han hecho ya- o el propio movimiento se consuma a sí mismo, acabe disgregándose abandonado de todos y sumergido en un mar de propuestas sin salida. Algunos, eso sí, encontrarán colocación en los partidos oficiales. Y todo porque en su momento no se preguntaron por qué, y no hicieron lo que debían hacer.

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