lunes, 4 de mayo de 2015

Nosotros, los otros y la gente



  El individuo se construye como tal en contraposición con los otros. El sujeto solo se reconoce a sí mismo como sujeto, como él mismo, cuando toma conciencia de que es algo distinto de los otros, de que está separado de ellos, de que es independiente de los demás. El Yo es un yo que no es un tú, que no es el otro, y eso es lo que le hace ser yo. Esta distancia con respecto del otro, esta configuración del sujeto como algo distinto de aquello que no es él, lejos de ser un elemento desocializador es, por el contrario, lo que le hace ser social. Aquello que individualiza al sujeto es, al mismo tiempo, lo que le acerca a los otros. Porque si el sujeto es sujeto en tanto que no es objeto, si es yo en tanto que no es el otro, eso supone que necesita al otro para ser yo. Si el sujeto toma conciencia de su distanciamiento del otro, es la existencia del otro, y la relación que supone la toma de conciencia de ese distanciamiento, lo que le hace ser sujeto. Eso, y no otra cosa, es la sociedad. Un conjunto de individuos que se constituyen como tales en su relación con los demás, que solo son sujetos en tanto en cuanto se relacionan con aquellos que no son ellos. De esta forma, si se anula al sujeto, si se elimina el elemento individualizador, si se identifica al sujeto con los demás que no son él, si no existe la diferencia, la conciencia de no ser el otro, si se eliminan, por tanto, las relaciones que se fundan en la autonomía de los sujetos, la sociedad deja de existir. Si no hay sujeto y no hay otros no hay sociedad, hay tan solo masa. 

  Esta anulación del individuo, esta fusión de todos los individuos en uno solo tiene varias maneras de presentarse. Tendemos a pensar que la forma de liquidar la individualidad del otro es despersonalizarle, deshumanizarle, convertirlo en algo que ya no es sujeto,, que ya no es individuo, en algo que es prescindible. Tendemos a pensar que el sujeto solo se elimina en el “ellos”. Sin embargo, la forma más corriente de desindividualizar –y por tanto de desocializar- es el “nosotros”. No identificar a los demás como una masa distinta de nosotros, sino en considerarnos a nosotros mismos como parte de una masa distinta de los demás. El sujeto, más que en el “ellos” , se anula en el nosotros. Cuando el individuo se identifica con un grupo, cuando voluntariamente forma parte de una masa en la que se diluye, de una masa de la que ya no se diferencia, deja de ser un sujeto. Declina voluntariamente de su diferenciación con respecto a los otros y por lo tanto de su propia individualidad, de su propio yo, de su propia responsabilidad como individuo y como persona. Deja de ser él mismo, deja de ser sujeto. Y destruye así sus relaciones sociales: destruye, en su propia autodestrucción como sujeto, a la sociedad de la que supuestamente ha pasado a formar parte al renegar de su yo. El sujeto que es un nosotros pierde su dignidad como persona porque la dignidad es individual, y solo como una dignidad que se enfrenta a otras dignidades es como se construye una sociedad: la sociedad es un enfrentamiento entre dignidades. No existe, así, la Dignidad.

  La Gente es lo contrario del individuo: la Gente es el individuo que ha decidido dejar de serlo y ha renunciado así a su relación social. La mejor forma de destruir la libertad del sujeto es convertirlo en Gente, en intercambiar su libertad individual (y su responsabilidad y su dignidad) por la libertad (y la responsabilidad y la dignidad) de la Gente. Yo no soy Gente, yo no soy Pueblo. Yo soy un yo enfrentado a un tú, a un nosotros y en ese enfrentamiento me desarrollo como yo, a la vez que el tú se desarrolla como tú. Y en ese movimiento se configura la sociedad.

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