viernes, 2 de mayo de 2014

Logos

La significación principal de “Logos” es la de principio de explicación racional del Universo. El pilar de esta definición es el adjetivo “racional” porque, como ya se vio en el anterior artículo, el primer intento de explicación de la naturaleza lo constituyó la narración mítica, que no se fundamentaba en La razón ni buscaba elucidaciones racionales basadas en la propia naturaleza que pretendía explicar, sino que apelaba a instancias ajenas o superiores a ésta, y en ello radicaba su irracionalidad. El logos, por tanto, se configura como principio de explicación racional porque no sobrepasa los límites de las estructuras y fenómenos que pretende dilucidar. Busca y encuentra su fundamento en la propia naturaleza  y es por ello por lo que, en primer lugar, sólo le cabe apelar a la razón para explicarla y, en segundo lugar, supone que la misma naturaleza es racional. En efecto, si la naturaleza ha de ser explicada por medio de la razón, esto implica que ésta ha de corresponderse con aquella: que las leyes que la rigen han de poder ser aprehendidas por la razón, esto es, que han de ser racionales. El mito es inabarcable por la razón, es irracional, porque sus principios la superan, están más allá de sus límites. Por ello, la primera significación del logos que aparece en el pensamiento griego hace referencia tanto a las leyes naturales –el logos es orden del Universo- como a su captabilidad por la razón humana -Logos es Razón- . Y también por ello, el logos es tanto principio de explicación del Universo como principio de ordenación del mismo.
 Con esta doble significación es como el logos, en el pensamiento medieval, se asocia con la figura de Dios. Dios es creador, y por tanto ordenador, y sólo a través suya es posible la explicación de las leyes naturales creadas por él. Dios, por tanto, es una entidad fundamentalmente racional que extrae sus notas definitorias del pensamiento griego. No en vano el evangelio de Juan comienza con la afirmación “en el principio fue el Verbo (Logos)”. Con la modernidad, el logos se transforma en razón: en razón científica e ilustrada que rige y explica la naturaleza. Dios, por tanto, ya no es necesario como principio explicativo –o más bien Dios cambia de nombre-  y se restringe a un ámbito exclusivamente moral –del que será expulsado también, primero por Kant y posteriormente por  Nietzsche-. Pero, a la vez, la modernidad supondrá también la separación entre sujeto y naturaleza, la idea de que el ser humano no forma parte de ésta, de que no es un ser natural, sino social o cultural. De esta forma, el logos, la razón, como principio de explicación de la naturaleza deja de ser principio de explicación del ser humano o, más bien, de su ámbito propio: la sociedad.

 En la posmodernidad, el logos ha quedado reducido al campo de los fenómenos naturales. Es ciencia: la heredera de la razón ilustrada. En el ámbito específicamente humano, el ámbito de lo social, no es posible hablar de un principio de explicación único. La propia fragmentación del mundo moderno supone la fragmentación del logos. El viejo principio unitario de los griegos ahora está constituido por una multiplicidad de estructuras explicativas –económicas, artísticas, políticas, culturales, etc.- que precisamente por ello no pueden dar explicaciones globales. En este sentido, cualquier intento de comprensión que pretenda ser englobante es, por lo mismo, totalitario.

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