jueves, 2 de abril de 2015

La política como parloteo



La política ha devenido en puro parloteo, puro hablar sin decir nada. Tanto dentro como fuera de los Parlamentos –donde se “parla”, se habla, se utiliza la palabra para hacer política- el lenguaje político es un mero articular sonidos vacíos de contenido. Parloteo, pues, como el de los programas del corazón, donde ahora tienen también cabida los políticos, que van allí a parlotear. O como los programas de supuesto debate político, donde en vez de debatir se parlotea, y por ello se parecen cada vez más a los programas del corazón. Parloteo que ya resulta aburrido: cháchara insustancial. Un parloteo que entre los lideres políticos, entre los jefes de las organizaciones degenera en un diálogo de sordos, donde cada uno se complace en escucharse a sí mismo, en escuchar su parloteo, y en no escuchar a los demás, la base del diálogo y de la política desde Platón. Y un parloteo que entre los seguidores de los líderes, entre los militantes y simpatizantes –que cada vez se asemejan más a los miembros de una secta- se convierte en el parloteo de los loros, en un repetir y repetir consignas hasta el hastío sin entenderlas, sin buscar en ellas nada más allá de la cacofonía, o de la seguridad que da el coro que repite un mantra vacuo. Un parloteo, por tanto, que no va más allá del propio lenguaje, que no tiene una traslación directa a la realidad en la que supuestamente se sustenta, porque ha perdido toda relación con esa realidad, si es que alguna vez la tuvo. Destrucción de la política como discurso, como lenguaje transformador de la realidad, como praxis que se determina en un mundo ahora ya totalmente ajeno al lenguaje.

Parloteo que se recubre de un aura de trascendencia, de majestuosidad, cuando recurre a palabras grandilocuentes, palabras supuestamente cargadas de contenido, pero que en el fondo no son más que significantes vacíos, o más bien el discurso en el que incardinan no es más que parloteo porque siempre han sido significantes vacíos. Palabras como “Pueblo”, como “Patria”. ¿Qué es el “pueblo”?. El “pueblo” no es nada, el “Pueblo” no existe. No es más que una palabra que se sustenta sobre el “Espíritu del Pueblo” –el Volkgeist- que a su vez no es más que otro referente del parloteo. Unidad popular, alianza popular, partido popular: todo es popular, así que nada es popular. La esencia de la popularidad no está en ella, sino en lo que lleva delante: la unidad, la alianza, el partido, es decir, en el parloteo. El pueblo es la gente, se dirá. ¿Y qué es la gente?. Es masa indiferenciada. La masa que asiste extasiada al espectáculo del parloteo. Los sujetos, los individuos, no son gente. El sujeto es una conciencia propia y, por eso mismo, dueño de un lenguaje con contenido, de un lenguaje que no es parloteo porque tiene una referencia en él mismo y en la realidad que construye a su alrededor. Un lenguaje que comunica con otros sujetos y mediante el que se comunica con otros sujetos. Eso es la política: el diálogo entre los individuos que constituyen la polis, el lenguaje que fundamenta las relaciones sociales y que significa y da sentido a esas relaciones sociales. El lenguaje que constituye la sociedad y la transforma, poniendo en relación, en comunicación, a los individuos, constituyendo una red de sujetos autónomos que no es pueblo, ni gente, ni masa, porque cada uno tiene conciencia de sí mismo y de su lenguaje. Ese es el lenguaje de la política, y no el parloteo.

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