lunes, 6 de abril de 2015

Solo hay individuos



  Alemania son los alemanes. Y Grecia, Portugal o España son los griegos, los portugueses o los españoles. Alemania no existe, tan solo existen los alemanes, de la misma forma que solo existen los griegos, los portugueses o los españoles. Es más, Alemania o Grecia o Portugal o España no son más que nombres que se utilizan para designar un territorio –histórico, por lo demás; que puede variar y de hecho ha variado a lo largo del tiempo- que engloba a todos los que habitan en él, tengan o no tengan una cédula de nacionalidad. Eso no quiere decir que no haya alemanes, o griegos, o portugueses o españoles: quiere decir que la designación del nombre del territorio no tiene necesariamente que coincidir con los que poseen la nacionalidad homóloga. El porqué se utiliza el nombre del territorio para designar a sus habitantes, el porqué se hipostatiza a éstos, se les desindividualiza en aras de una entidad superior, que cobra vida sobre ellos y, muchas veces, a pesar de ellos es la pregunta que habría que responder para entender, quizás, mucho mejor muchas de las cosas que ocurren. Situar el nombre por encima del individuo sirve para particularizar al enemigo, al otro, a aquel que hay que estigmatizar. Qué duda cabe que resulta mucho más fácil señalar a una sola entidad –los judíos. Alemania- que a una multitud de individuos concretos, incluso históricos. Cuando se dice “Alemania”, no se dice “todos los alemanes”, mucho menos “todos los que habitan en el territorio designado por el nombre Alemania”: se dice una entidad supraindividual y suprahistórica, en la que se engloban todos los alemanes de todos los tiempos. Alemania es la culpable, Grecia es la irresponsable. No los alemanes o los griegos, porque se sabe que en el fondo ni unos son culpables ni otros responsables.

  Pero la hipostatización también sirve al nacionalismo, a la consideración de un espíritu nacional que se identifica con el nombre del territorio. Se consigue así diluir la responsabilidad individual: nadie es culpable, nadie es responsable de sus propios actos, porque la responsable es Alemania –o Grecia, o Portugal, o España-. O, también, nadie es responsable de sus actos porque la responsable es la sociedad –otra hipostatización-. Pero como todos somos miembros de la sociedad, todos reclamamos los derechos que nos corresponden por serlo –los derechos son individuales- aunque los deberes, o la responsabilidad, corresponda a la sociedad -los deberes son sociales, la responsabilidad es colectiva-. La sociedad –o Alemania- se convierte así en el chivo expiatorio sobre el que cargar todas las culpas, para luego ser sacrificado en el altar del derecho individual, falso sacrificio y falso altar porque el nombre, siempre, al final, reclama su precio y es el individuo, los individuos, los que acaban sacrificados en aras de la Patria –otro nombre, al fin y al cabo-. 

  Y es que, a la postre, solo hay individuos. Individuos a los que la hipostatización desindividualizadora no ha eliminado, al contrario, ha agudizado su egoísmo. Individuos que, cuando es su propio bienestar, su propio beneficio lo que se ve amenazado van a reclamarlo aunque eso perjudique al resto de los individuos, que también van a mirar por sí mismos. Cuando nos tocan la moral –en su más amplio sentido- ya no somos alemanes, o griegos, o portugueses o españoles, sino sujetos individuales que vamos a reivindicarnos a nosotros mismos por encima de todo, sin importarnos los demás ni las consecuencias que nuestros actos tienen sobre ellos. Y es que, tal vez, de tanto hablar de Sociedad se nos ha olvidado, si es que alguna vez lo supimos, lo que es la sociedad

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