lunes, 16 de mayo de 2011

Cara de cemento, pies de barro

 Una vez más, como las golondrinas y las madreselvas, vuelve una campaña electoral a recordarnos que nos toca ser ciudadanos por un día, unas horas o unos minutos, los necesarios para depositar la papeleta en la urna. Tiene esta campaña, sin embargo, un matiz diferente todas las anteriores que hemos vivido. Tan sólo el señor Ruiz Gallardón, candidato a la alcaldía de Madrid, ha decidido mantener esa tradición tan democrática de contar mentiras en estos casos, algo a lo que ya estábamos acostumbrados y que resulta incluso entrañable por lo ingenuo de pensar que todavía pueda existir alguien que se las crea, y ha prometido crear ciento cincuenta mil puestos de trabajo. Los demás han decidido, en un salto cualitativo sin precedentes, pasar a ofender la inteligencia de los ciudadanos y mostrar su cara de cemento más despampanante.
 Así que hay tenemos a los líderes del PP echando pestes del Tribunal Constitucional, acusando al Gobierno de permitir a ETA estar en las instituciones y diciendo que cuando ellos gobiernen van a mandar a Bildu al sitio que le corresponde, que debe ser el pelotón de fusilamiento, pasándose por el forro una sentencia del más alto Tribunal del Estado y olvidando que sus listas están cuajaditas de Camps, Fabras y demás ralea de corruptos, imputados todos ellos en varios sumarios y con la intención de seguir robando mientras les dejen, lo que en términos que todos puedan entender significa que para ellos la democracia consiste en llevarse todo lo que puedan del erario público. O la señora Cospedal, que no tiene reparos en afirmar que si cobra tanto es porque trabaja el doble que las demás personas. Lo cual me lleva a pensar que para ella sólo son personas los políticos y que albañiles, mineros, funcionarios, médicos, etc., etc. no son personas, porque cualquiera de ellos trabaja cien veces más que la citada señora, que no ha dado golpe en su vida. Eso, o es que su cara más que de cemento es de hormigón armado. O doña Esperanza Aguirre, que se queda tan ancha después de declarar que primero hay que ir a por el PSOE y después elegir alcalde. Y fíjense bien que ha dicho “alcalde” y no “Presidenta de la Comunidad”, con lo cual, aparte de tirar un dardo envenenado a su compañero de partido y sin embargo enemigo don Alberto Ruiz Gallardón, demuestra que no tiene ni idea de lo que está en juego (ni de nada, en realidad) y que si estas elecciones son municipales es porque se trata precisamente de elegir alcaldes. O el señor Rodríguez Zapatero, según el cual si gana el PP desmontará el estado del bienestar. Se debe referir a lo poco que todavía no ha desmantelado el propio señor Zapatero, al que ya no le preocupa ni siquiera nuestra salud (por muchas leyes anti-tabaco que se invente) y si no que se lo pregunten al doctor Barbacid, que se vino de los Estados Unidos a España porque le prometieron el oro y el moro y ahora se encuentra con investigaciones cruciales contra el cáncer paralizadas porque el Ministerio de la señora Garmendia ni le permite cobrar cincuenta millones de euros de fundaciones privadas que sufraguen su trabajo -porque resulta que en España los institutos públicos de investigación no pueden recibir subvenciones privadas (tampoco los partidos políticos que igualmente las perciben aunque sea ilegal) y así nos va- ni le da un duro de los fondos públicos porque se han recortado las partidas presupuestarias para investigación. Eso si, luego las señoronas enjoyadas de siempre –con las damas de la familia real a la cabeza- presidirán las mesas petitorias en el día de la lucha contra el cáncer, como si eso solucionase algo.
 Claro que para cara de cemento la del señor Sócrates (el de Portugal, no el de Atenas), y la del enviado del FMI que ha investigado las condiciones del rescate financiero luso, que han condenado de un plumazo a la miseria a toda la población del país y al propio Estado sin que se les haya movido ni una ceja. Viendo lo que pasa en Portugal la reflexión más inmediata que viene a la mente es para qué nos sirve votar. Mejor sería que el FMI presentara a sus propios técnicos como candidatos y así al menos sabríamos a qué atenernos. Y eso que la solución es fácil, y si no miren a Grecia, a la que le ha bastado amenazar con salirse del euro para que se suavicen las condiciones de su rescate. Y es que cualquier gesto, por pequeño que sea, que vaya en contra de las directrices marcadas por los mercados financieros demuestra una y otra vez que el sistema económico es un gigante con pies de barro. Y a mi no me cabe duda que cualquier político que tuviera la valentía de hacer ese gesto arrasaría en cualquier consulta electoral sin necesidad de sacar la cara de cemento.

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