lunes, 9 de mayo de 2011

Lo sabíamos

 Las últimas revelaciones que han aparecido en el sitio Web del ya condenado Julian Assange no nos han descubierto nada que no supiéramos ya. Que los periódicos internacionales que las han sacado a la luz las traten como si fueran una novedad insospechada e incluso sorprendente sólo se explica desde su cerrazón a aceptar que, si bien no todo lo que procede de los EE.UU. es malo, tampoco todo es bueno, y que la CIA y los servicios secretos del país no son esos héroes sacrificados, esos luchadores por la libertad que nos pintaban las antiguas películas de Hollywood.
 Ni siquiera nos ha sorprendido que el presidente Obama siga manteniendo abierto Guantánamo a pesar de todo. Resulta repetitivo volver a insistir en que si existe hoy en día una vergüenza mundial, un lugar donde se violan los derechos humanos con más impunidad, un territorio ajeno a toda legalidad, ese es Guantánamo. Todo esto ya lo sabíamos, sin necesidad de las filtraciones de Wikileaks. Como también sabíamos que Obama no iba a cerrar el campo, ni iba a terminar con la Guerra de Afganistán. Cada Presidente de los Estados Unidos ha tenido su guerra y la afgana es la de Obama.
 Por conocer, conocíamos hasta una de las revelaciones estrella –o, al menos, una de las que más ha sorprendido a los medios- de la última hornada de papeles de Assange: la existencia de manuales de tortura, de interrogatorios o de clasificación de presos. El caso es que esos manuales son muy antiguos. Son los mismos que se usaron en Indonesia, en Chile, en Argentina, en Guatemala, en Honduras, en El Salvador y en una infinidad más de sitios durante los años setenta y ochenta. La única diferencia es que ahora esos mismos medios que se escandalizan por la existencia de dichas enciclopedias de tortura en aquella época, cuando el “comunismo internacional” era el enemigo a batir y el coco con el que asustaban a los ciudadanos, acusaban de “antiamericanismo infantil” a aquellos que se atrevían a denunciarlo. Como acusaban de antiamericanismo infantil a los que sacaban a la luz los secuestros de la CIA y los vuelos nocturnos hacia las cárceles secretas que la organización de inteligencia norteamericana tiene repartidas por todo el mundo. Eso es hoy algo sabido, así que es de esperar que nadie se sorprenda cuando esas prisiones salgan de las cloacas del terrorismo de Estado.
 Y por último, tampoco resulta sorprendente la reacción de la Administración norteamericana. En vez de aprovechar la situación para clausurar definitivamente el campo, que es lo que prometieron y lo que deberían haber hecho hace mucho tiempo si es que de verdad alguna vez han tenido intención de hacerlo –que ahora está claro que ni la tienen ni nunca la han tenido- se salen por peteneras diciendo que esos informes son antiguos y que existen informes nuevos que no han sido filtrados por intereses políticos. En primer lugar es evidente que todas las filtraciones de Wikileaks se han producido por intereses políticos, lo mismo que las guerras de Irak o Afganistán o la misma creación de Guantánamo obedecen a intereses económicos y políticos, así que no se entiende muy bien qué tipo de descalificación es esa. En segundo lugar no se qué dirán los informes no filtrados, pero la respuesta del Estado norteamericano induce a pensar que en ellos se detalla como los prisioneros son tratados a cuerpo de rey, se les aloja en suites de lujo y se les permiten todo tipo de distracciones. Si no, no se entiende muy bien a qué viene una réplica de este jaez.
 He de reconocer que si que hay algo sorprendente en todo este asunto, y son las declaraciones de las autoridades estadounidenses acerca de que las filtraciones sobre Guantánamo ponen en peligro la seguridad nacional. No se muy bien qué clase de peligro representan un montón de ancianos y dementes que el mismo ejército norteamericano califica como de peligrosidad baja, y mucho menos qué peligro puede haber en contarlo. Lo que si sé es que si un Estado tiene que mantener un centro de tortura como Guantánamo para preservar su seguridad nacional, entonces es ese Estado el que constituye un peligro para el resto del mundo. Y es que uno se esfuerza de verdad por no ser un antiamericano infantil, pero se lo ponen muy difícil.

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